Hasta esa orilla, de Pablo Rosales
En Hasta esa orilla, lo melancólico antes que un tema persistente (aunque también lo sea) constituye, en principio, una posición ante el mundo que se traduce en un vínculo con el lenguaje.
Pablo Rosales escribe como si recordara, siempre. Incluso lo inmediato, lo cercano, lo presente. Escribe para capturar lo que sucede (lo que le sucede), con la intención de preservar las huellas de un acontecimiento efímero o el trazo fugaz de un recuerdo. Así, lo perecedero, lo momentáneo se torna una experiencia única, irreductible. Escribe para que hagamos, de esa experiencia suya, un asunto propio, un avatar de nuestra memoria.