Zócalo
Los poemas de zócalo hacen de lo doméstico un asunto y un enclave de enunciación. Lo hogareño es un territorio en el que el lenguaje se rebela: las palabras se aglutinan, las preguntas se encadenan, la metáfora irrumpe sin aviso. Pero, también, es un ámbito que se vuelve repentinamente extraño, una encrucijada donde asoma la memoria, arriban las sorpresas y se instalan los dilemas: la figura materna y sus lastres, los hijos y sus iluminaciones profanas, el yo como un repliegue que se vuelve una zona de disputa. ¿Cómo no leer, estos poemas, una inscripción de lo cotidiano (de sus voces y quehaceres) que deviene una visión del mundo para la que el orden se reviste de un carácter paradójico, un resguardo de la salud, un cobijo, pero, también, un sistema de sujeciones y rituales vacíos? Si los poemas plantean esa disyuntiva, su sola existencia la desbarata. La poesía desmantela toda norma distinta de ella misma: desorden del lenguaje y los sentidos que transforma el mundo cotidiano en una urdimbre de recuerdos, tensiones y prodigios.