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Alejandro Schmidt: “Hay en mi poética un tono despojado, rotundo”

Por Marcelo Fagiano

Hace cinco meses que el poeta Alejandro Schmidt habita Río Cuarto respirando poemas en las esquinas, en los bares, en las conversaciones con amigos, conocidos y los nuevos encuentros que dibuja el devenir. Ha publicado más de cincuenta libros de poemas, tiene quince libros inéditos y continúa escribiendo todos los días. Siete mil poemas escritos invierten el paradigma del miedo a la hoja en blanco, es el papel, en este caso, quien siente temor o celebra esta escritura que no cesa y se produce de manera, en apariencia, espontánea y natural.

¿Siempre fue así la llegada de la poesía a la mano que la escribe?

Así fue, empecé a escribir a los 13 años, hace medio siglo, siempre escribí así, naturalmente, la poesía me viene, nunca fue una búsqueda ni siquiera una espera, fue como una función natural de mi vida, como una respiración, bien a mano.

¿Hubo tiempos de silencios?

No, fue una actividad continua en cada momento de la vida. Hubo escritura bajo cualquier circunstancia. El máximo tiempo que estuve sin escribir habrá sido una semana.

¿Hay aprendizajes en esta senda dedicada a la escritura?

Sí, obviamente. Hay un aprendizaje de la tradición poética de nuestra lengua, la tradición poética de nuestro continente, de nuestro país y aprendizaje de nuestro oficio en donde uno va perdiendo y adquiriendo mañas.

¿En donde anclarías con más fuerza el aprendizaje?

En la historia de la poesía argentina, ésa es la mayor influencia…

No podrías, definitivamente, ser Alejandro Schmidt sin ese pasado…

Exactamente, lo que más leo y me ha nutrido es la poesía argentina.

¿Según tu punto de vista, con el tiempo cambia la estética de los poemas? ¿Y si hubo alguna mutación, eso modificó al poeta o él siempre fue el mismo?

Creo que uno, esencialmente, es siempre el mismo y que hay cambios, porque en semejante masa de poemas uno se aburre de escribir lo mismo, los temas los va quemando y se van dejando, por ejemplo escribí 6, 7 libros sobre lo cotidiano, lo más crudo, la casa, el trabajo, la vida de todos los días y después me dediqué a hacer otras cosas, escribí sobre la dictadura, sobre la escuela en donde trabajaba, sobre la biblia…Los cambios fueron en tema y no tanto en tono que es un poco inevitable, el tono se reconoce.

Hay una estética que unifica tu poética…

Yo creo que sí, un poco lo he aprendido por los que han estudiado y se han tomado el trabajo de ver esa poesía, hay en mi poética un tono despojado, rotundo.

¿Ese tono llegó así, lo buscaste, lo encontraste? Algunos poetas dicen que después de un tiempo de escritura encuentran su voz.

No la busqué, usé la voz que tenía y las variaciones de esa voz, nunca tuve el problema de buscar la voz, sí tuve el problema de cambiar los temas, de mirar hacia otro lado para no aburrirme yo y al lector.

¿Cómo crees que los lectores se acercan a la poesía y, en especial, a tus textos?

Eso no lo puedo saber, lo que sí sé, y me consta, es que uno escribe el poema y ese poema es la mitad, el lector lo enriquece con sus interpretaciones, que pueden coincidir o no con la mía, muchas veces otras lecturas enriquecen mi propia opinión.

¿Hay que  aprender a leer poesía?

No, hay que aprender a sentirla y para sentir la poesía hay que tener una cierta reconcentración espiritual, hay que estar alerta de alguna manera, cosa que no exige la prosa; una novela o un ensayo lo podes leer en cualquier actitud, la poesía exige una especie de atención, porque ella es la cumbre del lenguaje, es una concentración directa de la palabra, entonces la poesía reclama eso, razón por lo cual se la lee mucho menos, demanda un trabajo extra, leer, intuir, sentir, aspectos que no exige la prosa.

En algunas notas y entrevistas comentaste sobre el inicio de tu escritura, la adolescencia, las letras de rock, las primeras publicaciones y ese camino que hasta aquí te trae. Dejando imaginariamente ese pasado, ¿cómo te gustaría que tu vida, en relación a la creación poética, siguiera?

Yo quisiera seguir así, como lo fue siempre, he sido muy feliz escribiendo, desearía, si tengo más tiempo de vida, continuar con ese vínculo, con ese maridaje impío con la palabra.

¿La expresión poética alcanza para justificar una vida, la vida como existencia del ser humano?

Para mí sí, para mí la poesía ha sido equivalente a vivir, la poesía y la lectura…

…y en ese vínculo llegó primero la lectura, ¿ya fuiste sujeto sensible que se conmovió con la poesía antes de escribir?

No, desde que empecé a leer, a los cuatro años, hasta los trece que comencé a escribir pequeñas canciones influenciadas por el nacimiento del rock nacional en el ´67, leí cosas típicas de la infancia, novelas de aventuras… Salgari, Verne. No, no leía poesía, escribía algo parecido a la poesía, obviamente en la escritura de un niño, de esa manera me fui acercando a la poesía…He leído de todo, quizá lo que menos leo a esta altura de mi vida es poesía, leo historia, filosofía, teología, narrativa, ahora leo más por trabajo, por una obligatoriedad de leer para editoriales, por los talleres, clínicas, para hacer devoluciones, porque uno debe su experiencia a los demás o sea que leo siempre, aunque ahora no es tan frecuente que busque un autor y diga tengo ganas de leer, no es tan frecuente como antes…

Al final del poema El predestinado (La vida milagrosa) decís: la poesía“…me alzó sobre el pozo del mundo/esa señora/y me soltó”.

Es una visión paródica, risueña, de lo que llamo el don, yo no creo en el autor, uno es habitado en el arte, en ciencia, en todo…por una fuerza, uno es instrumento de esa fuerza, nada más, no creo que la poesía nazca de mi inconsciente ni de mi persona, es un don y para mí es un don de Dios porque soy creyente, para otros será un don de otra especie o no. Foucault tiene un trabajo muy lindo en donde complejiza la cuestión del autor y dice que no hay autor, que en realidad uno es parte de una tradición y nada más. Yo, no en el sentido tan pagano como el de Foucault, sino en un sentido más cristiano lo creo así, en el poema  El predestinado digo que la poesía es una fuerza y hace con uno lo que quiere.

En ese sentido, ¿al predestinado no le quedan opciones, estás conforme con ese designio?

Sí claro, para muchos es un peso y renuncian y no les interesa cumplir ese destino, he conocido gente con gran talento para escribir, para algunos ha sido motivo de angustia, preocupaciones y dolores, para mí ha sido una gran felicidad ese destino, me ha hecho feliz siempre, de una forma constante, escriba bien o mal, porque uno muchas veces escribe cosas que no tienen demasiado valor, pero va más allá del valor, es el gesto, va mucho más allá de la calidad que tenga.

En el poema “Para quien”, transcribes la expresión de una camarera y, luego de celebrar las imágenes que ella genera decís: Una de las chicas que atiende el bar / le dijo a su compañera / se extraña el agua caliente / es como la luz / cuando no está / y todavía hay gente / estudiando / preocupada / qué escribir / y cómo / y para quién.

Tu torre de marfil, ¿la encontrás entre la gente? Me imagino que también hay trabajo en la soledad de la escritura.

Para hacer una torre de marfil hay que matar muchos elefantes y eso yo lo cito en un poema… He llevado una vida de trabajo, una vida modesta, no tengo ninguna formación académica, no he frecuentado la academia, he leído muy pocos ensayos porque no me interesa la teoría literaria ni poética así que sí, he escrito entre la gente, como uno más, no tengo ninguna reacción contra la academia, simplemente no tengo relación con el mundo del estudio, para mí la poesía nunca ha sido un tema de estudio, ha sido un saber y un saber dado por la frecuentación, a la larga sé de la poesía porque me pasé la vida leyéndola, nada más, nunca he tenido un sistema, ni una teoría literaria, he sido como un yuyito silvestre en el camino real del lenguaje, he crecido así, a los bordes, y me ha parecido bien porque ha aparecido algo de acuerdo a mi temperamento, a mi forma de ser…claro… y cuando en ese poema aludo irónicamente digo, sí, para qué tanta vuelta si la poesía en definitiva está muchas veces en muchas vidas de muchas maneras… solo que hay que saber escucharla.

Aparte de ser un predestinado, de tener un don, la herramienta biológica que nos acerca a esa transcripción es la escucha y es la mirada…

Si, totalmente. Escribo mucho de cosas que escucho en la calle, en la gente, en canciones, desde el cine, la tele, mucho de los lenguajes populares, desde ahí tomo, después uno elabora un poco o mezcla esa escucha de la calle con la escucha de los libros… ése es el otro proceso. Los últimos diez libros míos se encofraron dentro de la poesía del pensamiento, estoy en la Antología de la poesía del pensamiento, será por esos cambios de temas que decimos, quizá en estos últimos años por una cuestión de edad, de lectura, he leído mucha filosofía…me he volcado más a eso pero el proceso siempre es el mismo…

Sin embargo, por más que hables de poesía del pensamiento tus textos no son herméticos, se tendería a pensar que nos vamos a encontrar con un Schmidt difícil de entender y tus poemas se entienden de primera lectura…

Ojalá, gracias, a mí me importa mucho la claridad en la comunicación porque para mí el arte tiene que ser comunicación, eso ideológicamente te lo digo, hay que sacrificar a veces lo que es hermético, las expresiones más cerradas, el arte debe ser para todos, cuando corrijo trato de pulir expresiones oscuras y dejarlas más en claro, si bien me gusta leer poesía hermética no me gusta hacerla.

En el poema “El hijo del predicador” (Casa en la Arena) hablás del vínculo Padre luterano y el niño que aquello vivió. Al final del texto decís: “…y Dios / sacia / los rígidos sermones / que aún hoy / atesora en su pagano corazón”.

Claro, porque he creído siempre en un dios sin iglesia, no acudo a las iglesias, a mi no me gustan las instituciones eclesiales, a mi me gusta la creencia y la dignidad, creo en un dios personal, no me parece que haga falta ir a una iglesia ni estar con un cura ni hablar con nadie, creo que cada uno, si la tiene, es una relación personal con dios, por eso pongo “en su pagano corazón”.

En alguna entrevista o charla escuché decirte: yo no escribo libros…

Así es, no escribo libros, escribo poemas que a larga confluyen en un libro, sin propósito, escribo lo que me va viniendo, por ejemplo, me viene una idea de escribir de árboles y construyo dos o tres poemas en dos semanas, después se me va, después me interesa escribir de mosaicos, de la luna…

¿Descartas textos, hay cosas que hayas tirado?

He publicado el veinte por ciento de lo escrito, yo no tiro porque me parece que son todas como fotos del alma, son recuerdos, tengo guardado todo lo que escribí desde los trece años, todo escrito en cuadernos, manuscrito, no uso la computadora, escribo todo a mano y paso en compu cuando tengo que publicar, obviamente. Me parece que todas esas búsquedas fallidas, esos poemas mal hechos, o donde uno no alcanzó a decir, siempre reflejan algo de uno y que se guardan tantas cosas que no cuesta nada guardar unas pobres palabras, no tiro, guardo. Habré publicado mil quinientos poemas en total en revistas libros, cuadernillos, de todas las formas que te imagines, indudablemente, cantidad no es calidad, escribo todos los días pero hay muchas cosas que no van a ver la luz, es para tener calentita la mano nomás…

Me interesa alguna referencia a un libro que es muy fuerte y a la expresión contundente: “Videla, es la patria…”

En el poema “Videla”, que titula el libro, lo elijo porque es un nombre paradigmático de toda la dictadura, que asoló el país, yo digo “Videla es la patria” porque nosotros no podemos negar que tuvo consenso y que tuvo el apoyo de un amplio sector de la población al golpe de estado, de los sectores medios, de los sectores altos, entonces, de eso hay que hacerse cargo, pero hacerse cargo de que una buena parte de la población aprobó el golpe de estado, que fue de una crueldad insólita en nuestra historia y, en ese libro, lo que hago es una mirada de costado, no solo la mirada de reclamo típica de los derechos humanos, sino intentar ver los matices, un poquito del disenso, de ver lo que fue el espíritu de la resistencia, de lo que fue el espíritu de la memoria, de preguntarme, como lo hago en un poema, si los desaparecidos querrían aparecer en este mundo, si ellos estarían de acuerdo con esa especie de utilización de su memoria que se hizo por la mejor de las razones, quién lo puede negar… ha sido ejemplar el trabajo de argentina en la recuperación de todos esos espacios… pero quedan matices y para mí, que lo escribí, Videla es también un poema de amor a la patria, de amor a esa herida de la patria, no? Cuando se presentó se armó un gran escándalo y, por suerte, porque se vendieron muchos libros, porque la gente esperaba declaraciones más del tipo planfletarias, declaraciones típicas contra la dictadura y yo no lo trabajé así porque me parece que ya se ha hecho bastante buena poesía, negando, criticando y advirtiendo todo lo que la dictadura fue… una de las heridas más grande del país, es más en un costado lírico. Como argentino fue un canto de amor a lo mejor de la argentina, la argentinidad, pasa, que bueno, hay que leerlo…y está hecho con muy pocas correcciones, los poemas están escritos de un tirón, porque son cosas sobre las que he pensado mucho, que me afectó personalmente, a nuestra generación la afectó, la muerte y exilio de amigos, el país se apagó culturalmente, bajó una sombra sobre la argentina que duró siete años, en fin, una gran pérdida para Argentina.

Pensemos un momento el libro “Serie Americana”, encontrás a Schmidt en un tono distinto, con  poemas largos que te envuelven en un frenesí, con una estética no muy típica de la poesía argentina, un libro interesante en tu historia poética…

Lo escribí en la Plaza Colón en un mes y medio, salvo un poema que lo había escrito un año antes, es una mezcla de influencias, de retazos de la cultura popular argentina y norteamericana, es un libro de ritmos, dicen los críticos que fue un libro influyente, lo escribí con mucha libertad e inocencia, tiene más de 30 años, fue un libro incomprendido, no tuvo crítica, hubo mucho rechazo porque como es un libro tan roto, muchos poetas me decían “eso no es poesía, es cualquier cosa”. Veinte años después se reeditó, un libro que hizo su camino, en él traté de hacer poesía con algo que no era poesía, con datos vulgares y comunes de la realidad, es americana porque utiliza muchos mitos populares norteamericanos hasta de una forma perversa, paródica o patética. Para muchos es uno de los libros importantes que escribí, para mí, sobre todo, más que un libro, fue un momento de mi vida, porque cuando uno va publicando tanto todo se transforma como en un río, más a esta altura de la vida, ya no te detenés en tal libro, va todo junto, es todo un desborde. Recuerdo mucho los libros por los momentos vitales, no por los momentos estéticos sino por la respuesta que tuvieron, porque para mí escribir es algo del orden de lo vital y emocional, no de lo intelectual.

Hablemos ahora Alejandro de tu trabajo de dramaturgia que pronto se va a cristalizar en un estreno…

Escribí tres monólogos, que unificado se llama “Tres mujeres”, la vidente, santona de barrio, la justa, una psicótica, y la portera de un cementerio. Me pareció que daba para una representación y, por esos azares de la vida, se lo mostré a una amiga, que es Directora de Teatro, Mercedes Chiodi; a ella le encantó para representarlo. Se va a estrenar en agosto en María Castaña (Córdoba). La presentaron al concurso de subsidios para obras de teatro de la Provincia de Córdoba y salió seleccionada. Tengo escrita dos obras más para teatro, una de ellas se llama “El sueño del mal”, de cuatro actos con cinco actores…todo esto como una actividad muy lateral, hice también periodismo, tres o cuatro ensayos, dos o tres cuentos, pero en realidad, el grueso de mi obra está centrado en la poesía y ya no va a cambiar, estoy hipotecado con lo poético, la poesía me lleva…

Alejandro Schmidt tiene para este año varios proyectos editoriales en poesía: “La espina del faraón” y “El ángel dijo sí” (Ediciones Buena Vista, Córdoba), “Lejos de todo” (Editorial Aguacero, Tucumán-Buenos Aires) y “Cerca de nadie” (Editorial Cartografía, Río Cuarto, Córdoba). La conversación aquí transcripta la comenzamos diagramando en un bar de la ciudad para grabarla finalmente en uno de los espacios del Museo Municipal de Bellas Artes. Al terminarla, salimos a la calle y nos separamos en una esquina de la Plaza Central. Alejandro se mezcló entre la gente de esta ciudad que habitó de niño, entre los 2 a 4 años, época en que su padre fundó la Iglesia Luterana de Río Cuarto. Alejandro se mezcló entre la gente, construyendo desde su pulsión vital, esa creación incesante desde la sensibilidad y la emoción

Editada por Antonio Tello

4 comentarios en “Alejandro Schmidt: “Hay en mi poética un tono despojado, rotundo”

  1. Muy buena entrevista. Enriquecedora mirada sobre el poeta

    1. Qué placer leerte esta entrevista, casi como estar con Alejandro Schmidt al lado. Pintó su vida, su recorrido, su innato talento natural para escribir, cuánto nos ha dado y dejado. Gracia ECM!!

      1. Sii, información de Cartografías Editorial bienvenida!!

      2. Muchas gracias, Silvia. Sí, un placer recordarlo a través de sus palabras. un abrazo

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