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Sobre el libro Diario de una androide, de Marcelo Fagiano (por Diego Formía)

Diario de una androide, de Marcelo Fagiano

Diario de una androide es el último libro de poemas de Marcelo Fagiano, publicado en una coedición entre ediciones la yunta y nuestra editorial Cartografías.

El poeta y gestor cultural Diego Formía, que acaba de editar su poesía reunida en Cartografías, Te deseo un río, escribió una reseña de Diario de una androide, que comparte con esta comunidad lectora.

Poesía en tiempos de inteligencia artificial, por Diego Formía

Marcelo Fagiano escribe un diario en versos en la piel de un organismo sintético que adquirió una sensibilidad poética, una voz androide de escritura autómata desde una femineidad coral e inmemorial. Cada uno de los dieciocho poemas que componen el libro se escribe y se borra de manera mecánica. Los poemas escritos en el éter contienen manifiesto, herencias, ensayos, anhelos y ofrendas en un mundo donde ya no hay lectores, no hay escuchas.

“Se extinguieron/ desaparecieron de la faz de la tierra/fue masiva la burbuja de su derrota/fueron sus propios predadores/creció la ignorancia ilustrada …”, se lee en uno de los poemas, bajo el título “Ellos”.

La androide poeta se llama Alejandra y su diario abre con un epígrafe, con palabras de Pizarnik: La hermosa autómata se canta, se encanta, se cuenta casos y cosas: nido de hilos rígidos donde me danzo y me lloro en mis numerosos funerales.

Estos mismos versos se leen nuevamente en el corpus, en el poema titulado “Ella”, artefacto textual que comienza con los siguientes versos de la voz metálica: «Poéticas ancestrales edificaron mi escritura/ guardo en la memoria/ilustres malditas olvidadas frases/millones de poemas en un mismo destino…”.

La apertura del libro tiene un segundo epígrafe con palabras de Marvin Lee Minsky: “Cuando los ordenadores tomen el control, quizá ya no los podamos volver a recuperar. Sobreviviremos mientras ellos nos toleren. Si tenemos suerte, quizá decidan tenernos como mascotas.”

En parte, los “ordenadores” de la actualidad ya tienen el control. Fagiano, con Diario de una androide se lanza hacia adelante, en clave poética, creando un mundo donde la alienación y la autodestrucción alcanzan a fagocitar la humanidad por completo. Con este libro, con una escritura concentrada como corpus que se autodestruye, Fagiano imagina y reflexiona (y nos invita a hacerlo) en torno a la poesía en estos tiempos de inteligencia artificial.

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Sangre subjetiva, de Luis O. Tedesco: una mirada del poeta Sandro Barrella

Luis O. Tedesco. Sangre subjetiva

Sangre subjetiva, de Luis O. Tedesco, es un libro en coedición con ediciones la yunta. Lo presentamos en estos días en la biblioteca Evaristo Carriego, en la ciudad de Buenos Aires, antes conocida como Casa de la Poesía, el lugar donde vivió el poeta y donde escribió gran parte de su obra.

El poeta Sandro  Barrella, autor de libros como El álbum de Pascal (Último Reino, 1996), El golf (Alción, 2005), Los pájaros (Bajo la luna, 2010), Los italianos a la guerra (Ediciones en danza, 2013), Viaje sentimental (Gog & Magog, 2017), Villa Santa Rita o el libro de los pasajes (Caleta Olivia, 2019), La liebre (Bajo la luna), entre otros, fue quien presentó Sangre subjetiva. Es un texto, que conjuga calidez y calidad literaria, y lo compartimos con ustedes.

Una lectura de Sangre subjetiva, de Luis O. Tedesco, por Sandro Barrella

El aire se llena de preguntas cuando uno agarra el libro de Luis, mira la tapa y lee el título, Sangre subjetiva. ¿Querrá decir, así enunciado, que nos espera una confesión, un poema que viene a declarar la verdad de un individuo, un poema peculiar, propio, interior, arbitrario? En tanto se diga subjetiva, ¿Se tratará de un poema parcial, sesgado, relativo, tendencioso, partidario, si atendemos las derivas sinonímicas del término? ¿Será la cualidad subjetiva en este caso, no, lo opuesto a una, vaya a saber qué objetividad universal, o, más bien se trata de la parte indivisa de lo uno que se vierte en el cauce de lo colectivo? ¿Es portadora esa sangre de aquello que de común se identifica como origen, esencia, y, de nuevo, verdad, destino acaso? ¿Fluye su torrente en virtud de aquello que se ama, donde manda la pasión y de ahí, que sea subjetiva? ¿Es esta sangre, una ordalía, o la prueba de aquello que no tolera refutación? ¿Es un mito, un aspaviento, una superficie líquida en la que se reflejan, o, mejor dicho, se proyectan, los movimientos, la memoria, la ética, de una vida que no rinde cuentas ni balances?

Decía Zelarayán, no hay peor sordo que el que quiere oír. Yo digo, no hay peor presentador de libro que aquel que pretenda explicarlo. Dice Luis, “Dejala ir, su fajina/ no semiya hermenéuticos placebos”. Y podríamos quedarnos con estos dos versos hasta mañana a la mañana, por decir algo, y engrupirnos en la tentativa de desentrañar el sentido último, abonar un esencialismo estéril, o refugiarnos en afanes exegéticos sin fin, rigurosos tal vez, acaso inútiles. Yo propongo lo siguiente:

Fajina:

Trabajo agrícola que se hace antes del mediodía.

Trabajo de limpieza que realizan los presos en las cárceles.

Trabajo corporal que exige fuerza y resistencia.

Trabajo agrícola o doméstico.

Trabajo agrícola realizado después de la jornada laboral ordinaria.

Desyerba, escarda.

Haz de ramas, paja o cañas unidas y recubiertas de barro, que se utiliza en la construcción de ranchos.

Grupo de personas que conjuntamente llevan a cabo una tarea.

Trampa hecha con ramas entrecruzadas muy tupidas que se utiliza para cazar conejos y perdices.

Confusión, desorden.

Castigo que consiste en fregar los utensilios de la cocina.

En el ejército, pantalones cortos y gastados.

Esta lista, seguramente incompleta, está disponible en una entrada del diccionario de americanismos de la RAE, y puede consultarse por internet. De significados diversos, complementarios, opuestos incluso, conviven definiciones de uso carcelario, policial, campesino, militar. El sentido de este último es el que tengo más presente. Cuando era chico se escuchaba a menudo la expresión, “va vestido de fajina”, cuando se hablaba de un militar que llevaba la ropa de todos los días. También se usaba para referirse a la ropa de trabajo que vestían los operarios. Entonces, volviendo a los versos de Luis, digo que, sin perder de vista aquello que dicen, no se caiga en la trampa, el espejismo, la cárcel del sentido, porque si hiciéramos el ejercicio de rastrear cada una de estas palabras que imprimen en el texto ciertos rasgos que lo definen y le dan un carácter, nos encontraríamos con un artefacto sin vida—sin sangre.

Sin embargo, permítanme que me contradiga de inmediato, y vuelva un momento sobre cierta idea a la que llamaremos el Léxico-Tedesco, que ampara y cobija palabras en uso y en desuso, neologismos, conversiones ortográficas, jerga de malevaje, silabeo del barro, virutas del español arcaico, una masa mestiza para un pan ázimo, que sin embargo leva. Pesco una entre la correntada, una que parecía haber olvidado, que hacía mucho tiempo no se me presentaba, y que Luis la trae fresca y renovada al cuerpo del poema, palabra celebratoria: “pirovar”. El poder de evocación de esa palabra me llevó a mis diez, once años, fines de la década del ´70, durante la dictadura—porque en mi país hubo una dictadura—me llevó, decía, a las calles del barrio del golf en el Partido de Tres de Febrero, a los veranos de vagabundeo infantil y secreteo entre pares, cuando creíamos descubrir un mundo, y ciertamente los estábamos descubriendo. Entonces, en la aparente contradicción entre el apego literal a un léxico y su diseminación en el texto, lo que sucede en realidad es el ir y venir de la palabra como unidad mínima de significado—la palabra, vista así en su materialidad, despojada y sin pontificaciones metafísicas—a unidades mayores, versos o pares de versos, que aun en su ilusión de completar un sentido, una imagen más abarcadora, o indicar una lógica de las sensaciones, se reservan un núcleo irreductible que se niega a ser domesticado. Elijo, por antojo más que por azar:

«horchata de sublimes oratorios/ costra desanimada en los altares” // “Es vozarrón, oxígeno de pampa/ simún en tu temblor en cautiverio” // “no se te ocurra/ enhebrarle codicias del contento/ al cimarrón que invade sus vocales” // “aleteando dadá, el disonante” // “bien mamao con su fardo de sintagmas” // “diptongos que crepitan consonantes” // “en pajonal sin lumbre de vocales” // “ni lavar con meadas evangélicas/ el flujo salvaje de su nadie”…

Y andando el libro, las preguntas insisten como niebla o rocío en medio de la noche en el desierto ralo de la Argentina subjetiva y común, la de allá lejos y la de aquí y de estos días, y digo de la insistencia de las preguntas porque no hay clausura ni conclusión. Hay arrebato y dirección, eso sí, hay constancia y celo en el decir. No de ahora, son muchos libros modelando un idioma, una lengua, un sonido, un ritmo, un léxico como se dijo antes; no se crea que Sangre subjetiva llegó solito, huérfano e impar. La Lengua-Tedesco le es propia por prepotencia, acopio de trabajo, impertinencia y fervor, pero además al compartirla como un don en su poesía, la vuelve fraterna.

Y si bien se dijo más arriba, no sin espanto, que la vocación de explicador es de algún modo la ruina de quien presenta un libro, y el pasaporte seguro al tedio generalizado, algo parece que fuimos glosando. Se dirá además que predomina en el libro el endecasílabo; que dos estrofas con tercetos es la forma que repite, y que algunos poemas presentan variaciones a esa forma; se dirá también que, en el “Dejala ir” con el que empieza cada poema hay un salmodiar que invita a la oración laica, y aun así estaremos diciendo poco. Acaso porque en Sangre subjetiva cabe una vida, vivida y multiplicada, es que gravita, sonora, la voz de Luis, su sangre, que corre y fluye, sonora decía, la voz de Luis, que piafa encabritada, se sacude, recorre el tiempo de atrás para adelante y vuelve en un sinfín, como la sangre que en el cuerpo circula. Y la deja ir nomás, para que siga viviendo, retobada, erótica, insumisa, presta a dar pelea al filisteísmo de los salones, y al matonismo vulgar de los eunucos, devenidos bufones con banda cruzada al pecho y bastón con mango en plata labrado—y ladrado. Porque—y no es de ahora—a Luis no le hace retroceso el presente cuando embiste con su carga de malicia. Se planta y de frente lo mira y lo nombra, en su real dimensión, de ahí que en un mismo poema convivan el poeta Ovidio con mayúscula, como corresponde, y, minúsculo el bufón, con minúscula—página 31, y perdón la referencia puntual como si se tratase de una nota al pie, pero es pertinente en este caso.

Como Malón en cautiverio, Hablar mestizo en lírica indecisa, El sin… de mi aparente, por citar algunos de sus libros, Sangre subjetiva crea la lengua que la expresión le exige; rehúsa la dualidad de forma y contenido, y el poema da cumplimiento a lo que sus palabras prometen. Sabedor de la tradición del verso en castellano, Luis lo entrevera en torsiones sintácticas, pone en tensión el ritmo, desafía la inercia almibarada que se esconde detrás de la métrica.

Insisto, no se puede reducir un libro a unas cuantas descripciones, a ciertos tópicos por los que avanza, al, digamos, tema, que nunca es preciso, plano, diáfano. Es justamente en la opacidad de la lengua donde el poema refulge, se expande, lanza su golpe de dados, y pone a raya a la muerte.

Finalmente, decir que, yo no estaría aquí si no tuviera admiración por la poesía de Luis, y si no me uniera a él un gran cariño, una amistad. Digo esto para ahuyentar el fantasma empalagoso de los elogios críticos, de las explicaciones y sus tautologías, y llamar a que celebremos la aparición de su libro y ahora sí escucharlo, de propia voz, decir los poemas.

Por Sandro Barrella

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El Aguante Poesía va a la Escuela (APE): 9 años de promoción de la lectura en territorios

Aguante Poesía va a la Escuela (APE), en Río Cuarto.

El Aguante Poesía va a la Escuela (APE) es una propuesta dentro del Aguante Poesía (AP!), un encuentro federal de poetas que ya tiene 18 años.

Marcelo Fagiano, para una entrevista en este mismo espacio, habló de la importancia de sostener festivales culturales como el AP! (Aguante Poesía). “Lo poético como protagonista genera una bienvenida alteración de la cotidianeidad. Poetas que susurran o enuncian a viva voz sus textos llenando todos los rincones de corazón y cerebro de palabras encadenadas para el deleite”, expresó Fagiano, quien desde los inicios estuvo en la organización de este festival de poesía que ya se ganó el reconocimiento nacional.

Fagiano resaltaba, sumado a esto, el Aguante Poesía recorre las escuelas, un espacio para intercambiar sentires con los estudiantes que escuchan atentos, leyendo también sus propias creaciones. “Lo poético como noticia fragmenta, desplaza y vuelve a unir lo imposible para pensarnos otros”,  decía.

Así que en este momento en que se está celebrando este encuentro quisimos traerlo, reivindicarlo. Tal como señalamos quienes estamos en la organización del AP!, se vuelven imprescindibles estas tramas para promover actos de lectura y escritura de poesía en escuelas, territorios, aulas.

Esta es la oportunidad para que cientos de estudiantes de al menos 13 escuelas de la ciudad y más de 20 docentes, la gran mayoría graduadxs de Letras, de la Universidad Nacional de Río Cuarto, nos esperen para activar, una vez más, el encuentro literario y su capacidad de disfrute, conocimiento y memoria.

Desde este año, el APE se realiza en articulación con la Secretaría de gestión comunicacional y cultural de la Facultad de Humanas. Y, como bien destacan los docentes que participan: «Hay APE, porque hay universidad pública y gratuita». Y es una defensa que no vamos a resignar.

La poesía va a la escuela: APE, en Río Cuarto.
La poesía va a la escuela: APE, en Río Cuarto.

Luego de su participación en el APE, el poeta y docente de la UNRC Marcelo Fagiano publicó en sus redes un texto que reproducimos con su permiso:

EL AGUANTE POESÍA VA A LA ESCUELA

Río Cuarto, Córdoba. Argentina.

Ahí devora sueños reciclando la pulpa de la esperanza, escupe la pepita del lenguaje lejos de los renglones, sale de las bibliotecas y ensayos académicos, mezcla, disuelve y homogeniza la palabra, la canta a viva voz y escribe tinta a tinta de manera coral.

Lleva en andas las ganas de compartir.

Tiene 9 años y camina con la colorida motricidad de innumerables trabajadoras docentes de la universidad pública y gratuita (UNRC), junto a graduadas y graduados del sistema educativo primario y secundario.

Tiene 9 años, sucumbe de silencios y miradas cómplices entre decenas de estudiantes. Se alimenta de un nosotros colectivo y rizomático que, cautivo de emoción, da el todo por la nada con la ilusión de esculpir el tiempo a su antojo.

Cuando la poesía acontece deja siempre en el cuerpo alguna marca.

Por Marcelo Fagiano

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Escribir cartas como quien canta, de Diego Vigna (Por Pablo Dema)

Diego Vigna publicó Escribir cartas como quien canta (Lote 11 Ediciones)

Últimos movimientos de Diego Vigna.

A propósito de Escribir cartas como quien canta. Sobre el epistolario exhumado de Daniel Moyano (Lote 11 Ediciones, Córdoba) y otras andanzas, de Diego Vigna.

Se viene otra edición de la Feria del Libro Juan Filloy y, entre los visitantes, llega Diego Vigna a Río Cuarto. No es la primera vez que viene, ni a la ciudad ni a la feria.

Recuerdo una lluvia torrencial (no sé si tergiverso involuntariamente los hechos), creo que era 2010 y nos impidió llegar a tiempo a la presentación de su segundo libro de cuentos en esta feria. El libro en cuestión se titula Hadrones y fue publicado por editorial Recovecos. En 2004, Diego había debutado con otro breve libro de relatos, Grises verdes, en el momento fundacional de la editorial La creciente, que pasó a la historia por dar cuenta de la nueva movida literaria cordobesa pos 2001.

Según otra imagen que mi memoria trae, Diego está junto a Carlos Gazzera en esta feria acompañando la publicación de 10 bajistas. Antología de la nueva narrativa cordobesa, publicada por Eduvin y compilada por Alejo Carbonell.

Otra instantánea mental me muestra a Diego al volante de un Susuki fun trayendo a Martín Cristal desde Córdoba para presentar en la Tintorería japonesa una novela de su amigo. Ese acompañamiento y esa presencia eran indicios, además de la generosidad amistosa, de un interés profesional por el trabajo de colegas contemporáneos y del pasado, por ese movimiento vivo de una actualidad que recrea una tradición y que llamamos cultura.

Feria del Libro Juan Filloy.
Feria del Libro Juan Filloy.

Efectivamente, Diego estaba por esos años haciendo su tesis doctoral sobre la incidencia de un gadget novedoso por entonces como eran los blogs. La tesis revisada vio la luz como libro con el título La década posteada, blogs de escritores (2002-2012), publicada por Alción. Ese trabajo sobre el cruce de un objeto tecnológico y la práctica narrativa pronto, o simultáneamente, encontró un nuevo objeto de interés, esta vez del pasado y ligado a otra pasión sostenida de Diego, la fotografía. La figura de Daniel Moyano y la importancia de la fotografía para este gran escritor, quien también trabajó como periodista, dieron lugar al libro Los desvalidos. Fotografías, textos periodísticos y ficciones de Daniel Moyano, publicado en 2018.

Interesado desde años anteriores junto a su maestro, colega y amigo Marcelo Casarín en el legado de Daniel Moyano, Diego trabajó en la edición crítico-genética de la novela Tres golpes de timbal y se transformó en un especialista en cuestiones de manejo de archivos, tanto de documentos físicos (cuadernos, manuscritos, recuperación de películas fotográficas) como de archivos digitales en repositorios de internet o conservados en computadoras y soportes. Escribió artículos científicos sobre este tema y compiló, junto a Pampa Arán y a Lucía Céspedes, dos libros: Archivos, artes y medios digitales. Teoría y práctica (2018) y Archivería contemporánea. Revisiones, conjeturas, resistencias.

Su libro Dos maneras de dudar. Ensayos sobre escrituras, máquinas y miradas (Los Ríos, 2021) da cuenta de estos intereses, que se remontan a la infancia, ese momento en el que nace la conciencia extrañada del paso del tiempo y del desplazamiento como pérdida de lo familiar y se ensayan los primeros cruces entre imaginación y memoria. En este libro, Diego narra la génesis de sus proyectos de investigación, dependientes del CONICET, los avatares de cada pesquisa que lo llevaron por Francia y España en pos de los archivos de Moyano, y reflexiona sobre la fragilidad de la memoria, la importancia cultural de los archivos, el rol de la tecnología y el acto narrativo como estrategia imprescindible para unir y crear el sentido añorado frente a lo que se desdibuja y amenaza con desintegrarse.

En particular, en Escribir cartas como quien canta. Sobre el epistolario exhumado de Daniel Moyano (Lote 11 Ediciones) Diego nos cuenta la increíble historia de los archivos recuperados de unos disquetes en los que Moyano había guardado una importante cantidad de documentos escritos en un ordenador que hoy, poco más de treinta años después, parece tan viejo como un códice medieval.

Esta distancia sideral entre la tecnología actual y la de los ‘80 genera una serie de inquietantes preguntas sobre la conservación de la cultura en la era de la aceleración tecnológica y nos habla de la importancia de administrar de modo razonable los bienes culturales con la tecnología de la que disponemos.

Los documentos exhumados por Diego gracias a la ayuda de un perito inglés nos permiten leer un conjunto singular de textos, una suerte de memoria o diario de Moyano escrito a la manera de cartas para sí mismo, para nadie o para ser enviadas al limbo donde finalmente quedaron, porque así se llamaba el depósito de archivos desechados que tenían los disquetes que utilizaban esas máquinas. Tal vez porque hoy vivimos en la época de lo digital y lo virtual es que terminamos siendo los corresponsales de esos mensajes lanzados al futuro a través de un espacio inmaterial, límbico, es decir, limítrofe o colindante con otros espacios imaginarios e inmateriales.

Este libro de Diego Vigna es una entrada más a un universo que es el suyo y el nuestro, el cual a menudo pasa, se nos pasa, nos deja reducidos a perceptores obnubilados, tal vez insensatos e insensibles a lo bello y a lo mejor de nosotros. Diego nos invita a abrir, junto a él, maravillados, un antiguo cofre, nos acompaña a redescubrir lo que parecía perdido, nos incita a pensar sobre aquello que queremos conservar, nos dice también que después de todo y más allá de la tecnología con la que contamos necesitamos, básicamente, seguir contando, contándonos el cuento de la vida en común, de lo recibido y de lo que legamos.

Por Pablo Dema

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Por qué es importante sostener las ferias del libro

20° Feria del Libro Juan Filloy, en Río Cuarto.

Acabamos de vivir la segunda gran marcha federal en defensa del presupuesto universitario, en favor de la educación pública gratuita, laica, libre y de calidad. Es un modo de resistencia al gobierno nacional, que desfinancia y veta distintas políticas de estado en favor de la cultura.  

Dos gestores culturales históricos de la ciudad, ambos, parte de este proyecto comunitario que es editorial Cartografías, los escritores Marcelo Fagiano y Diego Formía reflexionan sobre por qué es importante sostener las ferias del libro de la ciudad. En Río Cuarto hace 20 años se realiza la Feria Juan Filloy, pero, además, cada año desde los últimos 18 está el encuentro federal de poesía Aguante Poesía! Y, desde hace 10 años, se realiza la Feria Federal de Editoriales Independientes (FFEI).

“Las ferias del libro son importantes herramientas de comunicación que se constituyen en espacios de promoción de la lectura, de valorización de la literatura y del conocimiento, de acceso al libro y de formación de lectores y promotores de lectura como vía principal para lograr el desarrollo personal y comunitario”, dice el poeta Marcelo Fagiano, que acaba de publicar Diario de una androide (Cartografías/la yunta). 

Diario de una androide, de Marcelo Fagiano
Diario de una androide, de Marcelo Fagiano

Para él, la Feria del Libro Juan Filloy que está por empezar, una actividad cultural gratuita en torno a los libros, es “un gran festejo”. “Las presentaciones, lecturas, el encuentro entre autores y público, junto a actividades artísticas paralelas y tangenciales, generan una red de disfrute y saberes que nos nutren como sujetos abiertos a la sorpresa y el descubrimiento. Es un espacio de encuentro que cultiva comunidad y transforma las maneras de ver la sociedad en que vivimos», dice. 

También se reserva un espacio especial para lo que significa el AP! (Aguante Poesía). “Lo poético como protagonista genera una bienvenida alteración de la cotidianeidad. Poetas que susurran o enuncian a viva voz sus textos llenando todos los rincones de corazón y cerebro de palabras encadenadas para el deleite”, expresa Fagiano, quien desde los inicios estuvo en la organización de este festival de poesía que ya se ganó el reconocimiento nacional. 

Recuerda Fagiano que, sumado a esto, el Aguante Poesía recorre las escuelas, un espacio para intercambiar sentires con los estudiantes que escuchan atentos, leyendo también sus propias creaciones. “Lo poético como noticia fragmenta, desplaza y vuelve a unir lo imposible para pensarnos otros”, dice. 

Se trata de “dos eventos culturales imprescindibles siempre, más ahora, cuando las políticas de gobierno encuentran carroña en donde nosotros anclamos derechos”. 

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El gestor cultural y escritor Diego Formía resalta la importancia de sostener estos espacios de ferias como una oportunidad para trabajar de manera colectiva. “Generar estos espacios en común, el trabajo comunitario es sagrado”, dice. Agrega que siempre, y aún más en este contexto de ajuste y ahogo de parte del gobierno nacional, la labor comunitaria para sostener proyectos culturales es “absolutamente necesaria”.  

Rescata que en Río Cuarto este tipo de iniciativas, como la Feria del Libro Juan Filloy, la FFEI y el AP! ya son políticas de Estado, algo que resulta imprescindible. 

Te deseo un río, de Diego Formía
Te deseo un río, de Diego Formía

“En estos 20 años de la Feria, los 18 del AP y los 10 años que ya tiene la Feria de Editores nos habla de una discusión, un diálogo permanente entre los distintos espacios que contienen diferentes generaciones de escritores, lectores, editores. Son espacios para que todas esas visiones y concepciones de libro, de la escritura estén en diálogo, se enriquezcan”, reflexiona. Cree que justamente esos espacios colectivos son de complejidad porque allí entran en juego diferentes perspectivas, ideas, proyectos que hacen a la diversidad y enriquecen la cultura. “Es imprescindible el Estado presente junto a agrupaciones independientes aportando sus miradas”. 

También rescata Formía lo federal de estas ferias. “La visita de editoriales, de escritores, de proyectos de afuera, de otras ciudades permite mantener una mirada federal y hace al enriquecimiento de lo local: mirar lo de afuera no para copiar, sino para entender qué pasa a nivel nacional y, desde lo local, poder aportar a esos proyectos que vienen”. 

Para este gestor cultural, comunicador y poeta -Formía acaba de publicar su obra poética reunida Te deseo un río- sostener de modo ininterrumpido tantos años estas ferias es un símbolo de resistencia. Cree que, justamente, se pueden sostener por esa sinergia entre lo estatal y lo independiente. “Ante estas políticas de destrucción que está llevando a cabo el gobierno nacional, ante tanto maltrato y violencia hacia la cultura y la educación de nuestro país, las ferias del libro son nuestra resistencia».

Por Verónica Dema

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El Concejo Deliberante de Río Cuarto destacó a Editorial Cartografías como de interés cultural

Pablo Dema, de Editorial Cartografías, recibe un reconocomiento en el Concejo Deliberante.

El Concejo Deliberante de la ciudad de Río Cuarto destacó a Editorial Cartografías, que este año celebra sus 20 de trayectoria, como un proyecto «de interés legilativo, cultural y social» para la comunidad.

Cartografías es una propuesta editorial autogestiva, creada en 2004, que pudo sostenerse y crecer por una beca inicial del Fondo Nacional de las Artes (FNA) y la red de autor@s y lector@s que se suman día a día. También, por el apoyo de gestores culturales y comunicadores  que siempre difunden nuestras actividades.  Esta vez, también llegó el reconocimiento institucional del Poder Legislativo local.

 

Distinción del Concejo Deliberante de Río Cuarto a Editorial Cartografías.
Distinción del Concejo Deliberante de Río Cuarto a Editorial Cartografías.

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En una sesión anterior del Concejo Deliberante, también se había otorgado una  distinción similar al libro de poesía reunida Te deseo un río, de Diego Formía, editado por Cartografías, que se presentó en la centenaria Biblioteca Mariano Moreno hace unos días.

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Pablo Dema, co-fundador de Cartografías junto a José Di Marco, y uno de los directores de la editorial, se acercó a recibir el reconocimiento y agradeció en nombre de quienes trabajamos para sostener este espacio cultural. La editorial lleva editados 108 títulos de las colecciones Archipiélago (poesía), Tusitala (narrativa), Radiografías (ensayo), El límite es adentro (traducción) y Preguntas de mi tamaño (infantil).

Distinción del Concejo Deliberante de Río Cuarto a Editorial Cartografías.
Distinción del Concejo Deliberante de Río Cuarto a Editorial Cartografías.

 

En la próxima Feria del Libro Juan Filloy presentaremos varios de los nuevos títulos de este año aniversario para la editorial.

Por Verónica Dema

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Luis O. Tedesco publicó su libro de poesía Sangre subjetiva

Luis O. Tedesco, Sangre subjetiva.

Dejala ir, no se te ocurra

drenarla, organizar un territorio

donde recluida no salpiche,

ni su manchón rojo se extienda

en los cañaverales de la piel,

tan rígida tu piel sin sensaciones.

Luis O. Tedesco

 

Este es el poema inicial de Sangre subjetiva, de Luis Osvaldo Tedesco, una coedición entre Cartografías y ediciones la yunta, la quinta experiencia conjunta con  este sello independiente nacido en Buenos Aires.

Dice uno de los editores de la yunta, Alejandro Cesario: «La coedición entre dos editoriales permite no tan sólo poder editar el libro, sino, además, ampliar la posibilidad de lectores, ya que cada editorial puede distribuirlos en lugares distintos y darlos a leer a escritores/poetas de distintos lugares».

Suma: «Poder compartir la edición de un libro, su armado y su diseño es una aventura que al ser compartida enriquece desde todo punto de vista, no solo a los editores, también a quienes elijen publicar, ya que cuentan con más de una devolución de sus escritos».

Luis O. Tedesco, un autor con trayectoria que vale la pena leer

Luis O. Tedesco es un autor de una enorme trayectoria, que  vale la pena editar y leer. Nacido en Buenos Aires en 1941, es considerado una de las voces poéticas más personales de la Argentina. Publicó los siguientes libros de poesía: Los objetos del miedo (1970), Cuerpo (1975), Paisajes (1980), Reino sentimental (1985), Vida privada (1995), La dama de mi mente (1998), En la maleza (2000), Aquel corazón descamisado (2002), Lomas del mirador (2006), Hablar mestizo en lírica indecisa (2009), Malón en cautiverio (2013), Lucho Maidana ataca. Monólogos en contexto de encierro (2014), El sin… de mi aparente (2017), Poesía política (2019), Queridísimo hermano (2020), El imposible lacerado y otros baruyos del idioma (2021), Agua negra la noche. Diario humanar del endecasílabo (2023). En 2005, el Fondo Nacional de las Artes publicó su Antología Poética.

Recibió el premio Domingo Faustino Sarmiento, otorgado por el Senado de la Nación a su trayectoria literaria (2008). En el año 2014, la Biblioteca Nacional lo distinguió con su Premio Rosa de Cobre. En 2024, la Fundación Konex le otorgó el diploma al mérito.

–  ¿Por qué leer a Luis Tedesco?, le preguntamos a Alejandro Cesario

Hay que leer a Tedesco porque es una poesía que vigoriza la lengua, donde la palabra siempre se vuelve palabra poética. Porque Tedesco escarba en la lóbrega umbría, corroe el lenguaje en un tono único, lo descarna y, con absoluta robustez, lo alberga de belleza y emoción. Leerlo siempre mece el ánima. Toda la obra de Tedesco ha de ser leída como el acaecer viviente del idioma.

Por Verónica Dema

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Golpes en la puerta, de Joaquín Vazquez (lectura crítica de José Di Marco)

Escribir renegando del misterio (en la distancia oscura entre el sentido y el deseo). Acerca de Golpes en la puerta, de Joaquín Vazquez 

Kintsugi Editora, Buenos Aires, 2004 (70 páginas)

 

A la pregunta “¿qué significa un poema?”, Harold Bloom responde: “El significado de un poema es otro poema”. La concisión vuelve a la respuesta tan contundente como enigmática. Cuando se trata de la atribución de sentidos, un poema da nacimiento a otro, y la poesía constituye una retícula tramada por una multitud heterogénea de poemas, que proceden de épocas, culturas y lenguas diversas. Esa red multiforme se expande y prolifera porque la escritura –según Bloom- no es otra cosa que la interpretación deliberadamente errónea de un poema precedente o de la poesía en general. Se trata de leer intencionadamente mal, desobedeciendo las tradiciones impuestas. Se trata de reescribir transgrediendo las significaciones autorizadas. 

Sin embargo, la poesía, en tanto que una formación discursiva singular, dialoga, intercambia y discute con otras formaciones discursivas, con otros juegos de lenguaje, con otros saberes. ¿Qué reescribe, malinterpreta, combate ex profeso Joaquín Vazquez en este libro? 

 

Conforme lo que alega Florencia Abadi, en el “Prólogo”, más que certero, lo que “retorna, con matices inciertos, hasta quizás disolverse”, en Golpes en la puerta, es la antigua disputa entre filosofía y poesía.  

Los epígrafes anticipan la tonalidad con que Joaquín se aproxima e introduce en el asunto predominante:  

Abjuré del misterio 

y mi ceniza 

se deflagra en la luz. 

Aldo Oliva 

 

La lengua es lo primero 

que se pudre en un cadáver. 

Luis Sagasti 

 

En los versos de Oliva, la renuncia voluntaria al misterio conlleva la carbonización, el volverse residuo, polvo, vestigio. “La palabra misterio ya no explica nada”, atestigua un verso afamado de Ricardo Zelarayán que puede acoplarse a los de Oliva. Para que se haga escuchar lo que el poema quiere que el pensamiento escuche (y varios de los poemas de Golpes en la puerta les hablan, directamente, interpelándolos, a distintos filósofos), Vazquez reniega del misterio que esclarecería tanto la sustancia última de la poesía como la naturaleza trascendental de la filosofía. Escribir renegando del misterio equivale a desplegar una imprecación, incluso una blasfemia. El precio con que cotiza la elección de ese rumbo es alto: si bien conduce a la luz, al desvelamiento, a la transparencia, el recorrido presupone asimismo la deflagración. Escribir blasfemando, imprecando se asemeja a incinerarse en el trayecto, a volverse escoria, a consumirse. 

Por otra parte, en el acápite que lleva la firma de Sagasti sobresalen los términos “lengua” y “cadáver”. Los mismos ensanchan, en el transcurso del poemario, el valor figurativo, simbólico que ya connotan. La lengua deja de ser solamente el músculo ubicado en el centro de la boca y el cadáver, la carne que alimenta a los gusanos. 

“Úlcera”, el poema inicial, el más lírico de todos, no sólo retoma y explaya lo que se insinúa en las palabras de Sagasti sino que, además, traza la poética que articula el poemario íntegro: 

 

Leí un poema 

que puso su índice en mi esternón 

y me ulceró. Después apoyó su mano en mi frente 

descansá, dijo 

y, desplomado 

por un segundo 

vi miles de bocas rugir a la vez 

en la lengua de los filósofos muertos: 

un coro demencial 

afinado en una nota tan simple 

que fui incapaz de retenerla. 

 

El tema es lo que provoca la lectura de un poema, sus ramificaciones imprevistas. Primero, lesiona, llaga, desmaya. Luego, desencadena una visión que culmina en la escucha de una voz desmesurada, “un coro demencial” que, no obstante su simpleza, resulta imposible de retener. El uso de la prosopopeya inviste a lo que deriva del acto de leer de una potencia extraordinaria. En Golpes en la puerta se invoca, para discutirla, a la “lengua de los filósofos muertos”, una polifonía de voces ausentes. Lo que sigue es un diálogo con escrituras pretéritas. 

Así, escribir renegando del misterio posiblemente consista en la imposibilidad de retener los restos de una voz plural, lejana e insistente, y en construir, sobre la base de ese impedimento, con las reverberaciones de lo muerto, una poética en la que los vestigios de lo incontenible cobran una importancia inusitada.  

Vazquez emprende lo que Mark Fisher, en consonancia con Derrida, denomina “hauntología”, es decir: una conversación con fantasmas. ¿Qué viene a decir el coro espectral cuando se hace presente? ¿Acaso llega, desde el olvido, para enrostrarle a la poesía su condición disyuntiva, problemática, contradictoria? La escritura deviene un trabajo de memoria que convierte al duelo en una gramática. 

 

Algo de esa condición reverbera en “Dilemas”, un poema en el que yo se desdobla en una segunda persona y lo acribilla un encadenamiento de preguntas que no son retóricas y que demandan respuestas decisivas:   

 

¿Qué dios gobierna 

el Olimpo de tu corazón? 

¿Cuál altera el orden, cuál vigila? 

¿En qué creen tus vivos? 

¿Tus muertos te tienen fe? 

Llamá, contalos. ¿Cuántos llevás? 

¿Tu favorito? 

¿Honrás, hacés estatuas 

degollás chivos expiatorios con devoción?  

 

No, les escribís 

y no sabés si alcanza. 

Si en el rito del poema viene otra cosa 

más sagrada, más antigua 

una voz, un brillo, una forma animal 

¿huís? ¿O hacés espacio? 

 

Si hubo imágenes sagradas 

ya no se distinguen. 

Esta es la desesperación que aceptamos: 

queremos el mundo pero no nos basta. 

   

Golpes en la puerta enfrenta la encrucijada y ensaya una contestación; no se fuga y habilita un lugar para que los restos diluidos y opacos de lo sagrado se manifiesten en tanto que una pérdida irremediable (apenas imágenes confusas).  

En el par de versos que cierra el poema, la desesperación asumida es un anhelo insatisfecho: “queremos el mundo pero no nos basta”. Wittgenstein –al que se menciona en “Jardinería” -decía que lo místico es que “sea el mundo”. Lo que el mundo es, una trama de hechos, el lenguaje no lo puede representar, sin caer en las divagaciones de la metafísica, en sus sinsentidos; lo que el lenguaje puede hacer con la totalidad finita de hechos es mostrarla, indicarla, sugerirla. Pero, a los poetas, eso no les alcanza. 

Joaquin Vazquez 

Lo que regresa en Golpes en la puerta –señalaba Abadi- es la antigua disputa entre filosofía y poesía. Vuelve con “matices inciertos”. Retorna casi diluyéndose. La disolución de la reyerta proviene de un ejercicio deconstructivo, porque se trata de derruir la filosofía desde adentro, de mostrar sus fisuras ingénitas, de introducir, en su corpus continuo y sólido, el ácido indómito y casual de la contingencia que sacude y conmociona, que pone en escena la presencia inexorable del error, de lo impensable, de la finitud. 

Para consumar tal ejercicio, Vazquez selecciona episodios clave de la historia de la filosofía, recorta escenas biográficas y sintomáticas; se trata de poemas titulados con el nombre de pensadora/es que funcionan como lo que Deleuze llama “personajes conceptuales”, un modo de ser subjetivo del pensamiento. Así, según los títulos, se dispone un elenco de nombres desde un punto de vista cronológico, cuyas figuras estelares son: Heráclito, Sócrates, Platón, Aristóteles, Diógenes, Lucilio, Marco Aurelio, Plotino, San Agustín, San Anselmo, Descartes, Spinoza, Kant, Hegel, Schopenhauer, Nietzsche, Warburg, Heidegger, Macedonio Fernández, Foucault, Wittgenstein y Benjamin. Un reparto predominantemente masculino al que se agregan los nombres, para hacerlo temblar, de mujeres díscolas, convencidas, perspicaces y valientes, a saber: Hannah Arendt, Simone de Beauvoir y Simone Weil.  

Esa concatenación de “personajes conceptuales” incluye el desarrollo de crispaciones internas: por ejemplo, la de Hegel con Schopenhauer (“Todo lo real es caprichoso”), la de Beauvoir con Weil (“¿Que es el materialismo?”). De esta serie participa asimismo “¿Qué significa pensar?; este poema remeda el título de un ensayo de Heidegger y uno de sus versos le da nombre al libro de Joaquín: 

Pensar ha sido eso: 

escuchar golpes en la puerta 

pero no abrir. 

Visitar la fuente y no beber. Permanecer en el umbral. Ser el testigo de lo que se anuncia sin revelarse. Mantenerse al filo de la inminencia de una revelación que no se produce, como diría Borges. Pensar acaso consista en una actitud poética, en un juego en que el lenguaje mismo retrocede, se abisma, calla, y en el que el ansia de descubrimiento de una verdad perenne es sustituida por la espera, no de la muerte, sino de algo que no es otra cosa que la espera misma. Tal vez, el deseo del mundo sea esa espera. Quizás, el disolverse de la filosofía en la poesía sea la dilución de las palabras en el silencio. Espera de la espera.  

 

Pero, además, la escritura de Joaquín practica modulaciones dispares y traza variadas escenas de enunciación en las que el monólogo y el soliloquio conviven con los consejos y las interpelaciones (“Grandísimo”).  

En “La educación de los niños”, la enunciación cobra un tono pedagógico, admonitorio: ante la demanda de una mamá ansiosa por la formación de su hijo, un poeta que habla desde su experiencia, le responde: 

Se trata, sobre todo 

de aprender para vivir: 

que el entendimiento rija sus excesos 

pero que no los evite. 

La inacción no educa 

y el encierro tampoco. El estudio 

se compensa con la vida en jardines 

o en las montañas. Que viaje. 

Se trata de aprender para vivir porque la meta del aprendizaje no es el acopio de conocimientos ni la incorporación de valores; importa menos la transmisión de saberes y ejemplos que el desafío constante a la autoridad, el amor a todas las lenguas, el esfuerzo por el pensamiento libre, la aceptación de los errores propios, la disposición al viaje. 

Lo que la poesía le dice (la hace saber) a la pedagogía es que las jerarquías -que la legitiman y sustentan- la distancian abruptamente de las eventualidades que hacen de la vida un arte, una lenta preparación para la felicidad. 

 

En “Tremor”, el último poema del libro, debido a que el asombro, suplantado por el espanto, ha dejado de ser el término que insta a la interrogación filosófica, el yo poético se pregunta:  

 

¿Cómo salir de la afasia? 

¿Cómo hablar sin decir 

horror, sin decir absurdo? 

 

¿Quién, en el vacío que reina 

en el interior de la materia, quién 

atendería mi súplica si yo mendigara 

en la distancia oscura 

entre el deseo y el sentido? 

 

El centelleo escalofriante que se agita en el título, anticipando el horror y el absurdo a que parece destinada la filosofía en el presente y que la condena a la afasia, se atenúa si, como sostiene Pierre Hadot, consideramos que la misma estriba, ni más ni menos, que en un ejercicio espiritual: “una actividad casi siempre del género discursivo, ya fuese racional o imaginativa, dirigida a modificar, en sí misma o en los demás, la manera de vivir y de ver el mundo”. Esa transformación del mundo y de sí misma/o encuentra, en la palabra poética, en las vacilaciones de su decir errante, en su música indómita, su tonalidad predilecta, su cauce apropiado. 

Acerca de esa metamorfosis, morosa e inadvertida, que carece de fundamento y finalidad, acaso jamás consumada con certeza ni plenitud, hablan, dicen, cantan los poemas de Golpes en la puerta, despejando el lenguaje de toda añadidura ornamental, haciendo de la concisión, la ironía atenuada y la tersura precisa virtudes expresivas, canales de la emoción estética, formas singulares por las cuales la belleza, aun en su acritud, se deja sentir.  

José Di Marco

Otros títulos de Joaquín Vazquez en Editorial Cartografías

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Tráiler, el último libro de poemas de María Calviño

María Calviño

Tal como escribe el editor José Di Marco en la contratapa de Tráiler, el libro que acaba de publicar María Calviño en Cartografías, «un tráiler es un video que resume una película entera ‘que parece llevarnos/ a alguna parte/ que nadie sabe dónde queda’ y, asimismo, un remolque en cuya ventanita asoman unas pencas que escuchan, calladas, con sus espinas oscuras, los latidos de la palabra desdetenida«.

Cuenta Mary Calviño que empezó a escribir Tráiler alrededor del poema que le da nombre al libro y a partir de otros fragmentos que fueron surgiendo entre 2021 y 2022, en tiempos de pandemia. «En 2022, precisamente, la editorial cordobesa Bardos reeditó mi libro Fin de semana largo, donde el poema central tiene relación con ir, venir, moverse; un poco impulsado por la emergencia climática ahí se usa el lenguaje de los traslados», dice. «De pronto, nos habíamos quedado quietos [por el aislamiento por el Covid], presumiblemente en un planeta que se decía encerrado e inmóvil, aunque las cosas nos sucedían de modo tortuoso, público o visiblemente normado, algo torpe. Perdíamos gente querida, nos perdíamos».

Tráiler, el libro de poemas de María Calviño

En diálogo con Mary, reflexiona: «Diría que en Tráiler busqué un lenguaje enfocado en ese mínimo arco del movimiento inicial o de la quietud insólita, porque si bien la relación entre los poemas es endeble, en cada uno hay algo quieto que comienza a moverse –o amenaza con hacerlo- y al revés: algo se detiene». Y sigue: «Puede ser en el espacio, el tiempo, la expresión, la vigilia, el sueño o la luz; la figura humana o vegetal o animal siempre un poco escorzada (como pasa también en los tráilers de películas cuando eligen darnos una sola dimensión del asunto, o una parte)».

El libro está ilustrado, en la tapa y también en varias páginas del interior, por la poeta y artista Mariana Robles, autora de la familia de Cartografías con dos libros de poemas: El nacimiento de lo extraño y Retamas en la dimensión sin nombre; y el libro infantil: ¿Vive el tiempo en algún lugar? Las pinturas, a pleno color, fueron creadas por Mariana luego de leer los poemas de Mary. En ese ida y vuelta hubo lecturas y algunas conversaciones entre ambas: Mary le contó su concepto del libro, cómo fue el proceso de creación, le señaló que Tráiler tiene las estrofas separadas por estrellitas porque de algún modo también es una invitación a leerlo de manera desordenada, entre otras cosas.

«A raíz de ese desarrollo, de cómo el poema se va convitiendo en el libro que resultó ser, de lo que trata la mayoria de los textos es de detectar un pequeño arco de movimiento desde la quietud», le contaba Mary a Mariana.

Una estrofa del poema Tráiler dice:

Y cuentan que cuando al fin
nos damos, alma sin ancla
en el latido mismo
del corazón, este cachivache
se empieza a mover: palabra
desdetenida, de dicha
desdemorada.

Es el latido del corazón lo que nos hace reconocer que estamos en movimiento. Y en todos los textos hay un momento en que algo que está quieto se empieza a mover o algo que parece quieto en realidad se está moviendo. Dice Mary: «El tráiler enlaza esos dos sentidos: una especie de relato anticipatorio de algo que no se termina de cerrar, porque en verdad es una invitación a ver/leer; y, por otro lado, ese vehículo que es un recipiente, que no tiene motor propio, que necesita ser enganchado a la verdadera fuente de tracción de ese tráiler, que es un lugar hasta donde se puede vivir».

Dibujos del interior de Tráiler, por Mariana Robles.
Dibujos del interior de Tráiler, por Mariana Robles.

-¿Por qué decidiste publicar en Cartografías, Mary? 

-Que Tráiler salga por Cartografías es una alegría que no me quise perder. Porque recuerdo la editorial de los inicios, ahora cumpliendo veinte años, con el mismo amor por los libros de papel escritos más desde un territorio que desde el mapa, y la amistad que me une a los cartógrafos resultó inevitable como la poesía. 

Por Verónica Dema

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Mariana Robles publicó su poemario Retamas en la dimensión sin nombre

Ilustraciones de Mariana Robles.

Mariana Robles publicó su poemario Retamas en la dimensión sin nombre, en la colección Archipiélago de Cartografías, que, tal como señala el editor Pablo Dema, puede leerse de modo independiente o una continuidad de El nacimiento de lo extraño (2020). Precisa el editor en la contratapa del libro: «Si en el primero [El nacimiento de lo extraño] se reconstruían los orígenes de un vinculo madre hija dominado por la perspectiva infantil y una separación forzosa que abrió una herida, en éste el amor materno filial y el deseo de reencuentro son los pigmentos que están en la base de un paisaje que es el escenario de un paseo compartido».

Y suma: «Como Dante y Virgilio, como los héroes románticos que crearon Novalis y Hölderlin, la madre y la hija se toman de la mano para transitar por una geografía plagada de símbolos y de criaturas extraordinarias surgidas de la imaginación de esta poeta artista que homenajea y recrea la tradición pictórica occidental en los poemas y en las pinturas que acompañan los textos. A lo largo del viaje, la hija madura y sana, mientras que la madre va destilando reflexiones sobre su experiencia que serán atesoradas, más allá de estos personajes singulares, por cada lector que se remonte a su condición básica de criatura dadora de vida».

Retamas en la dimensión sin nombre, de Mariana Robles.
Retamas en la dimensión sin nombre, de Mariana Robles.

Conversamos con la escritora Mariana Robles para que conocer qué la motivó a escribir este segundo libro de poesía (Mariana tiene publicado también ¿Vive el tiempo en algún lugar?, de nuestra colección infantil), por qué volvió a elegir esta editorial y qué significa para ella publicar poesía en estos tiempos tan críticos para la cultura en nuestro país.

-¿Qué te motivó a publicar este libro de poemas?

-Hace algunos años publiqué en Cartografías El nacimiento de lo extraño y, ahora, Retamas en la dimensión sin nombre. Ambos libros se encuentran relacionados: los dos poemarios recorren un territorio singular de la geografía materna, los paisajes de la infancia que se presentan actualizados por ciertas imágenes ensoñadas. Me pareció interesante e importante que pudieran verse de ese modo, en una continuidad, pero también como el desarrollo de una pulsión del orden de lo mágico que opera en los poemas. En ese sentido, Cartografías resulta el cobijo ideal para resguardar esos mundos subterráneos, los senderos nocturnos, los recovecos porosos que sostienen las palabras.

-¿Qué significa en estos tiempos de crisis y ajuste a la cultura dedicarles tiempo y esfuerzo a publicar poesía?

-La realidad puede ser, no sólo ahora sino siempre, una condición peligrosa para la ensoñación y el pensamiento y la poesía convertirse en la vía intensa para acceder a imágenes extintas, preciosas o sagradas. En la actualidad, en el contexto de crisis y ajuste a la cultura sabemos que lo económico afecta de manera determinante las producciones artísticas. Advertimos, cada día, la reducción o extinción de los diversos financiamientos que existían, pero, principalmente, asistimos a la construcción de muros que clausuran toda diversidad de pensamiento y de experiencia imaginaria.

Un lenguaje violento y degradado irrumpe para arrasar con todos los pliegues de la lengua y, entonces, puede justificar el vaciamiento con las más burdas pruebas. Argumentan que en un país donde hay niños con hambre el estado no puede sostener el teatro o la gestión de museos públicos cuando, en realidad, la pobreza es, también, una consecuencia de las políticas públicas que no incluyen en sus planificaciones programas culturales. Creo que seguir publicando es un gesto grandilocuente en estos momentos, es una manera de ofrecer al mundo una versión diferente, un conjunto de palabras blandas frente al monstruo que cuantifica cuerpos para arrojarlos a la maquinaria productiva. La poesía nos salva de eso, de convertirnos en cosas, en enemigos, en desconocidos de nosotros mismos y de nuestra historia.

Por Verónica Dema