Tenía 11 años la primera vez que supe de Marie Curie. Iba a quinto grado y la maestra nos había propuesto presentar biografías sobre personajes importantes de la historia de la humanidad. La primera actividad consistía en intentar reconocer -a partir de una foto y con la ayuda de nuestras familias-, el nombre de cada una de las figuras seleccionadas por ella y distribuida a cada estudiante en el aula. No sé si fue azar o casualidad lo que nos llevó al encuentro.
Recuerdo que miré esa foto en blanco y negro casi sin esperanzas. Esa mujer que apoyaba la cara en una de sus manos y miraba fijo a la cámara sonriendo apenas, se parecía demasiado a todas las fotos que veíamos en los nichos del cementerio de Alejandro, cuando íbamos de visita y ese era el recorrido familiar obligatorio. ¿Cómo podía llegar a resultarme fascinante esa mujer tan parecida a tantas otras muertas? ¿Qué podía tener de especial?
Sin embargo, el encantamiento no tardó en llegar cuando descubrí que ese rostro, como miles de rostros en blanco y negro, era una vida; una vida, como miles de vidas, pero llena de color, única y magnífica.
Llámese azar o casualidad, hemos vuelto a encontraros ahora a través de las manos y las palabras de Livia Hidalgo en esta especie de biografía “poemada” sobre la vida de Marya Skłodowska, más conocida como Marie Curie.
Conocí a Livia hace algunos años. En un proyecto bastante parecido al de la publicación de este libro, había decidido escribir un poemario sobre Glauce Baldovin y Cartografías había decidido hacerlo realidad. Ese gesto tuvo -y tiene ahora también- un valor especial: más que el renombre de la poeta -o en este caso, de la científica- lo cabal es, en definitiva, cierta memoria que se instala con la escritura de esos textos. Escribir un poemario sobre una figura pública -más o menos conocida- es un movimiento arriesgado en muchos sentidos: implica un recorte, un modo particular de leer una vida, una forma singular de sensibilizarnos sobre la existencia de otro.
Esa manera de escribir de Livia, animándose a asumir el riesgo, es un rasgo particular de su poética: ¿una herencia, acaso? ¿un rescate, un influjo, un deseo de dar continuidad a esas vidas? La poeta cordobesa escribe para encontrarse con estos personajes, para decirles lo que hubiera querido, para crear un espacio/tiempo donde reunirse con la admiración que provocaron esas vidas en la suya. En ese sentido, la segunda persona que aparece en el poemario, hablándole directamente a otra, implica una intensidad emocional que, como lectores, no pasamos inadvertida a la hora de vincularnos con el texto.
En Marya – Marie se presenta una estructura particular en relación a la que estamos acostumbramos a leer en los poemarios. Se trata de un texto con continuidad que puede o bien leerse como un gran poema extensísimo -que abarca la totalidad del libro-, o bien como bloques estructurados a partir de los hitos más importantes de la historia de esa vida, ordenados como en una especie de línea del tiempo poética. Como si fueran micro-escenas de una película, Hidalgo nos lleva por esos sucesos que van componiendo la obras, destacando diversos aspectos de la existencia de la científica: sus relaciones familiares, su amor por la ciencia, ciertos rasgos de su personalidad, el modo maduro y precursor de abrirse paso en un mundo obstinadamente patriarcal, sus miedos y sus temores más profundos, su modo de quedar en la historia.
En este libro hay una búsqueda intensa por retornar al sujeto y una escritura que podríamos definir como híbrida en tanto el registro biográfico descansa en una combinación entre la dimensión histórica -anclada en los hechos verídicos- y la dimensión ficticia -teñida por la manera subjetiva de contar esos hechos-. Partiendo de este supuesto, escribir una vida (y escribirla poéticamente) implica, indefectiblemente, recurrir a la imaginación en tanto herramienta fundamental para transitar el género biográfico. Y eso es precisamente lo que hace Hidalgo: se vale del material histórico y, haciendo uso de los recursos de la literatura, construye en este poemario su propia visión sobre la extraordinaria existencia de Curie.
Como un eco se repiten incesantemente unos versos al final de cada poema. La insistencia en esa idea es lo que da unidad y circularidad al poemario: son los hechos que se cuentan allí los que han marcado, como pequeños rasguños, el nombre, la sombra y la sangre de Curie y son, al mismo tiempo, fuente de los legados -pequeños y cotidianos o grandilocuentes y extraordinarios- que esta mujer ha sabido, también, dejar como herencia a la humanidad. Este libro es, entonces, la constatación de lo que no puede -ni debe- ser borrado con el paso del tiempo.
Por Rocío Sánchez
Nota del editor: Marya – Marie forma parte de la colección Obras Reunidas, donde Livia Hidalgo publicó Emily, una biografía poética de Emily Dickinson.