Últimos movimientos de Diego Vigna.
A propósito de Escribir cartas como quien canta. Sobre el epistolario exhumado de Daniel Moyano (Lote 11 Ediciones, Córdoba) y otras andanzas, de Diego Vigna.
Se viene otra edición de la Feria del Libro Juan Filloy y, entre los visitantes, llega Diego Vigna a Río Cuarto. No es la primera vez que viene, ni a la ciudad ni a la feria.
Recuerdo una lluvia torrencial (no sé si tergiverso involuntariamente los hechos), creo que era 2010 y nos impidió llegar a tiempo a la presentación de su segundo libro de cuentos en esta feria. El libro en cuestión se titula Hadrones y fue publicado por editorial Recovecos. En 2004, Diego había debutado con otro breve libro de relatos, Grises verdes, en el momento fundacional de la editorial La creciente, que pasó a la historia por dar cuenta de la nueva movida literaria cordobesa pos 2001.
Según otra imagen que mi memoria trae, Diego está junto a Carlos Gazzera en esta feria acompañando la publicación de 10 bajistas. Antología de la nueva narrativa cordobesa, publicada por Eduvin y compilada por Alejo Carbonell.
Otra instantánea mental me muestra a Diego al volante de un Susuki fun trayendo a Martín Cristal desde Córdoba para presentar en la Tintorería japonesa una novela de su amigo. Ese acompañamiento y esa presencia eran indicios, además de la generosidad amistosa, de un interés profesional por el trabajo de colegas contemporáneos y del pasado, por ese movimiento vivo de una actualidad que recrea una tradición y que llamamos cultura.
Efectivamente, Diego estaba por esos años haciendo su tesis doctoral sobre la incidencia de un gadget novedoso por entonces como eran los blogs. La tesis revisada vio la luz como libro con el título La década posteada, blogs de escritores (2002-2012), publicada por Alción. Ese trabajo sobre el cruce de un objeto tecnológico y la práctica narrativa pronto, o simultáneamente, encontró un nuevo objeto de interés, esta vez del pasado y ligado a otra pasión sostenida de Diego, la fotografía. La figura de Daniel Moyano y la importancia de la fotografía para este gran escritor, quien también trabajó como periodista, dieron lugar al libro Los desvalidos. Fotografías, textos periodísticos y ficciones de Daniel Moyano, publicado en 2018.
Interesado desde años anteriores junto a su maestro, colega y amigo Marcelo Casarín en el legado de Daniel Moyano, Diego trabajó en la edición crítico-genética de la novela Tres golpes de timbal y se transformó en un especialista en cuestiones de manejo de archivos, tanto de documentos físicos (cuadernos, manuscritos, recuperación de películas fotográficas) como de archivos digitales en repositorios de internet o conservados en computadoras y soportes. Escribió artículos científicos sobre este tema y compiló, junto a Pampa Arán y a Lucía Céspedes, dos libros: Archivos, artes y medios digitales. Teoría y práctica (2018) y Archivería contemporánea. Revisiones, conjeturas, resistencias.
Su libro Dos maneras de dudar. Ensayos sobre escrituras, máquinas y miradas (Los Ríos, 2021) da cuenta de estos intereses, que se remontan a la infancia, ese momento en el que nace la conciencia extrañada del paso del tiempo y del desplazamiento como pérdida de lo familiar y se ensayan los primeros cruces entre imaginación y memoria. En este libro, Diego narra la génesis de sus proyectos de investigación, dependientes del CONICET, los avatares de cada pesquisa que lo llevaron por Francia y España en pos de los archivos de Moyano, y reflexiona sobre la fragilidad de la memoria, la importancia cultural de los archivos, el rol de la tecnología y el acto narrativo como estrategia imprescindible para unir y crear el sentido añorado frente a lo que se desdibuja y amenaza con desintegrarse.
En particular, en Escribir cartas como quien canta. Sobre el epistolario exhumado de Daniel Moyano (Lote 11 Ediciones) Diego nos cuenta la increíble historia de los archivos recuperados de unos disquetes en los que Moyano había guardado una importante cantidad de documentos escritos en un ordenador que hoy, poco más de treinta años después, parece tan viejo como un códice medieval.
Esta distancia sideral entre la tecnología actual y la de los ‘80 genera una serie de inquietantes preguntas sobre la conservación de la cultura en la era de la aceleración tecnológica y nos habla de la importancia de administrar de modo razonable los bienes culturales con la tecnología de la que disponemos.
Los documentos exhumados por Diego gracias a la ayuda de un perito inglés nos permiten leer un conjunto singular de textos, una suerte de memoria o diario de Moyano escrito a la manera de cartas para sí mismo, para nadie o para ser enviadas al limbo donde finalmente quedaron, porque así se llamaba el depósito de archivos desechados que tenían los disquetes que utilizaban esas máquinas. Tal vez porque hoy vivimos en la época de lo digital y lo virtual es que terminamos siendo los corresponsales de esos mensajes lanzados al futuro a través de un espacio inmaterial, límbico, es decir, limítrofe o colindante con otros espacios imaginarios e inmateriales.
Este libro de Diego Vigna es una entrada más a un universo que es el suyo y el nuestro, el cual a menudo pasa, se nos pasa, nos deja reducidos a perceptores obnubilados, tal vez insensatos e insensibles a lo bello y a lo mejor de nosotros. Diego nos invita a abrir, junto a él, maravillados, un antiguo cofre, nos acompaña a redescubrir lo que parecía perdido, nos incita a pensar sobre aquello que queremos conservar, nos dice también que después de todo y más allá de la tecnología con la que contamos necesitamos, básicamente, seguir contando, contándonos el cuento de la vida en común, de lo recibido y de lo que legamos.
Por Pablo Dema