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¿Lo leíste? “Para investigar”, de Julia Cisneros (por José Di Marco)

Julia Cisneros

La pura potencia del infinitivo. Una lectura distante de Para investigar, de Julia Cisneros (Colectivo Glauce Baldovin, Río Cuarto, 2024, 65 páginas). 

Bellamente editado por el Colectivo Cultural Glauce Baldovin (el Colectivo azul aporta el arte de tapa), Para investigar, de Julia Cisneros, es el quinto título de la colección Guadal. Mientras los cuatro anteriores son poemarios, este libro agrupa textos heterogéneos: enumeraciones, listas, apuntes, ayuda memorias, crónicas, micro-relatos autobiográficos, citas, collages.  

Así, Para investigar establece una inflexión y marca una diferencia con respecto a la serie en la que se inscribe: no se trata de un conjunto de poemas, y en su articulación discursiva se anudan la escritura con la tipografía y la imagen. Por ese entrelazamiento, Para investigar se torna un objeto investido de una apariencia estética insoslayablemente visual. Está hecho para que los ojos recorran su superficie ensayando una contemplación activa. Está hecho para ser mirado (mientras se lo lee). 

 

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Su título, una preposición seguida de un infinitivo, enuncia un proyecto, un campo de posibilidades, una experiencia de corte virtual. Julia Cisneros toma nota y deja un registro de lo que hará (haría) en un futuro. De esas tareas por venir da cuenta, especialmente, la sección organizada alfabéticamente de la A a la F (págs. 27-37): profundizar en el conocimiento de la biografía de Salvadora Median Onrubia; buscar en las bibliotecas del mundo libros para ejercitar oraciones; pedir o comprar miles de láminas didácticas para hacer collages; encontrar casitas de horneros y sacarles fotos; investigar árboles genealógicos; averiguar sobre San Martín (los espías que envío a Chile, el destino de sus bibliotecas).  

Para investigar, de Julia Cisneros

Esos trabajos de investigación, anunciados con la pura potencia del infinitivo, se alejan de los protocolos y las normativas que rigen el trabajo científico: importan menos los objetos que las actividades; su duración es imprevista, ya que el tiempo dedicado a efectuarlas es “estimado”, o sea: impreciso, conjetural y, sobre todo, deseado: “a largo plazo”, “diariamente”, “eneros”. 

Se invoca, entonces, una práctica discursiva sumamente institucionalizada (la de la investigación académica) y se la inhibe y desactiva a un tiempo. Como lo que prima es el capricho y la curiosidad, nombres ocasionales de lo subjetivo, lo imaginario acaba imponiéndose. Lo que se investiga, lo que hay (lo que habría) que pesquisar, discurre por la estela indómita, contingente, del deseo. Lo que prepondera no es la consumación concreta, no son los resultados mensurables, sino el campo de posibilidades imaginarias que se abre y expande. 

 

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Si el principio de contaminación constituye la ley (secreta) del género literario, el mismo parece otorgarle a la diversidad de textos que integran Para investigar un horizonte de (im)pertinencia. Esa suerte de impropiedad lo constituye en un síntoma de la literatura contemporánea, de lo inespecífico y la hibridación que la caracterizan.  

En la medida en que el entrecruzamiento, lo indeterminado, lo fronterizo predominan, desplazando la condición autónoma de la literatura, se impone, frente al close reading, a la lectura concentrada en los detalles, en la particularidad de los procedimientos, una perspectiva distante. Esa óptica alejada permite leer la mixtura de tipografía, imagen y escritura que descuella en Para investigar -un libro que se lee mientras se mira (que se mira leyéndolo)- como un archivo y una práctica etnográfica. 

 

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Por ejemplo, en “#) Otras cosas que pasaron en 1968:” (pág.47) se suceden tres fotografías en blanco y negro con sus respectivos pies o leyendas, a saber, “Lea Lublin expone a su bebé”, “Oscar Bony expone a una familia obrera”, “Mirtha Dermisache publica su libro n° 2”. Las fotos captan tres hechos artísticos.  

Lea Lublin fue invitada participar en el Salón de Mayo de París. La artista, que había nacido en 1929 en Polonia y que vivía en Buenos Aires, viajó a la capital de Francia en compañía de Nicolás, su hijo, un bebé de siete meses. Instaló la cuna, la bañera y los juguetes del niño en una sala del Museo de Arte Moderno parisino y, durante los días que duró la muestra, se dedicó a las tareas de cuidado: lo bañó y le cambió los pañales, lo alimentó y jugó con él, mientras iba conversando con el público acerca de los vínculos entre el arte y la vida. 

Por otra parte, Oscar Bony (Buenos Aires, 1941-2002) participó de Experiencias 68, la muestra organizada por el Instituto Di Tella, con la performance titulada La familia obrera. En vivo y en directo, los Rodríguez Quiroga (el papá Luis Ricardo, la mamá Elena y el hijo Máximo) se exhibían sentados en una tarima de madera: el hijo leía un libro apoyado en sus rodillas y los progenitores lo miraban atentamente; una escena doméstica, hogareña e íntima se exponía a la observación de los concurrentes quienes, a su vez, eran observados por la familia. 

Finalmente, Mirtha Dermisache (Buenos Aires, 1940-2012) investigó las posibilidades visuales y gráficas de la escritura trazando garabatos sobre hojas de papel que encuadernaba y exponía en forma de libros. El Libro N°2 corresponde al período de su producción que la artista denominó Episodio 2 (1967-1974). 

Las obras mencionadas adscriben a las formas señeras del arte contemporáneo (la instalación, la performance y el libro objeto). Alejadas de los lenguajes y formatos tradicionales, emergen para cuestionar la autonomía del arte, subvierten el orden de las instituciones que lo circunscriben (especialmente, el museo), resignifican la noción de obra en tanto que un objeto orgánico, mezclan géneros diversos, redefinen el estatuto del/la artista y modifican los comportamientos espectatoriales. Su gramática de producción se asienta en el ready made, el apropiacionismo, y el conceptualismo (índices de la desmaterialización del arte). En las postrimerías de los 60, el arte estaba en un estado de expansión, ruptura y experimentación inacabable. Devenía mundo. Se fusionaba con la vida. 

En 1968, en sincronía con el Gran Acontecimiento, el Mayo Francés, en el mundo del arte ocurrían también eventos disruptivos, menos publicitados, más minúsculos, pero igualmente determinantes en términos políticos y culturales. Preservar del olvido el entusiasmo y la energía de esos sucesos es el trabajo de memoria que emprende Julia Cisneros inscribiendo esas escenas en el presente, 56 años después, y estableciendo una genealogía para la poética que comanda Para investigar. 

 

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En “5) Entrevista a alumnxs de 6 años” (pág. 23), se transcriben una serie de respuestas a la pregunta “¿Qué es la poesía?”. La espontaneidad y la ocurrencia presentes en las respuestas de la/os niña/os le devuelven a la poesía su condición de experiencia pre-verbal, anterior a las articulaciones discursivas, un reino en el que prevalecen las asociaciones imaginarias y las analogías lúdicas, no reglamentadas ni ceñidas, aún, por régimen conceptual. 

Esa cadena de contestaciones, introducidas cada una por una línea de diálogo, da cuenta del registro de un trabajo de campo; es la evidencia empírica, una compilación de datos con que un/a antropólogo/a podría construir una construcción densa. Conforme esa sucesión de respuestas, la poesía encuentra su condición vital, constitutivamente humana: es la infancia del lenguaje. 

 

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En “󠄀󠄀) Dice Lygia Clark: Me siento sin categorías ¿cuál es mi lugar en el mundo?” (p. 43), se manifiestan una afirmación y un interrogante. Proferidos por la artista brasileña neo-concretista, ambos hablan de Para investigar: de su carácter mixturado y deliberadamente ambiguo, de su impropiedad.  

Se trata de un objeto inclasificable, escurridizo, mutante; de un libro que agrupa fragmentos textuales que adscriben a dispares condiciones discursivas y en el que la letra, el dibujo y la imagen dialogan y se complementan. Está concebido, diseñado y escrito para la mirada y la lectura, para el deleite visual y la reflexión política.  

En Para investigar, la escritura no es una práctica intransitiva sino un registro, un testimonio y una invitación a abandonar los límites (físicos y conceptuales) del libro para unirse a las contingencias de la historia, de la memoria, del mundo y de la vida. 

 

 

José Di Marco

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“Los superhéroes no cortan yuyos”, de Gustavo Borga, y “Diario de una androide”, de Marcelo Fagiano, dos libros en coedición con Ediciones La Yunta

Dos libros en coedición con Ediciones La Yunta.

Los superhéroes no cortan yuyos, de Gustavo Borga, y Diario de una androide, de Marcelo Fagiano, son dos libros en coedición con Ediciones La Yunta. Para las editoriales independientes autogestivas, unirse en el proceso de edición es el modo de publicar en este tiempo de crisis económica y de valores.

TEATRO. –

Los superhéroes no cortan yuyos, de Gustavo Borga,  es una pieza teatral. Corren los años 90 del siglo pasado. Juan y Pedro, sus protagonistas, trabajan desmalezando terrenos por una paga miserable. Alguna vez tuvieron empleos más dignos y mejor remunerados, pero la política económica implementada por el gobierno de Carlos Menem los obligó al retiro voluntario y, de ahí en más, a una vida reducida a la mera subsistencia cotidiana.

En sus derroteros personales (trayectorias marcadas por la penuria y el desaliento), se trama la debacle de un país condenado a la pobreza masiva y se anticipa la hecatombe que estallará en el 2001. No obstante, y a pesar de lo aciago de las circunstancias, Juan y Pedro se permiten la ensoñación y el desvarío. Sus diálogos disparatados no sólo constituyen evasiones de ocasión; son asimismo punzantes vectores lanzados hacia el rostro oscuro de una época despiadada.

Al igual que en la poesía del autor, aquí descuellan el humor negro y la ironía corrosiva. Esos tonos dan sostén a un cúmulo de situaciones teatralmente absurdas en las que cristaliza una perspectiva social tan acre como demoledoramente lúcida.  

Sobre el autor: Gustavo Borga nació el 7 de diciembre de 1960 en Villa Nueva, provincia de Córdoba. Publicó los siguientes libros: Patitos degollados (Edición de autor, 2002), Hermoso niño rubio (Xión Ediciones, 2006), Poesía reunida (Editorial llanto- demudo, 2008), Para vos NO (Editorial Ilantodemudo, 2010), Un puntito negro (Editorial Cartografías, 2013), Como un corazón (Borde Perdido Editora, 2016), Pozo de luz (Eduvim, 2018), La pastilla que brillaba como una luciérnaga (Borde Perdido Editora, 2021) y Alitas de pollo congeladas (Mascarón de proa, 2022). Es ferroviario.

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POESÍA. –

La raza humana se ha extinguido gracias a su portentosa capacidad de autodestrucción. Desde un espacio-tiempo post-apocalíptico, una criatura  munida de una sensibilidad femenina se comporta como una máquina parlante; hace suya la memoria de las mujeres que la precedieron (de aquellas que fueron poetas y de aquellas otras, anónimas pero igualmente inolvidables) y con una voz casi coral profiere la insistencia diaria de una escritura que discurre en el éter mientras se va borrando. Como no puede reproducirse, escribe. Y lo que escribe es un adiós deletéreo, explosivo, final.

Así, en Diario de una androide, su quinto libro de poesía, Marcelo Fagiano apuesta por la construcción de universo distópico donde restalla, renovada, la dimensión altamente metafórica de su producción poética. 

Sobre el autor:  Marcelo Fagiano es poeta, narrador y drama- turgo. Integrante y fundador del grupo de poesía callejera “Poetas del Aire” (1991-2002). Doctor en Ciencias Geológicas y profesor uni- versitario. Publicó:  Las manzanas de la libertad. 1″ Premio Publicación (Teatro, Córdoba, 1993); Jeroglificos en la arena (Poesía, Ed. Sociedad de los Poetas Vivos, Buenos Aires, 1997); Las florecillas del diablo (Poesía, Ed. Cartografias, Río Cuar- to, 2009); La sed de Heráclito (Poesía, Ed. del Dock, Buenos Aires, 2017); Guardianes de ceni- zas (Poesía, Ed. La yunta, Buenos Aires, 2021); Muñeca de patas largas (Narrativa, Ed. La yunta, Buenos Aires, 2022). Participó en más de una decena de antologias de poesía, narrativa y dramaturgia. Ha obteni do premios y menciones en concursos nacio- nales y provinciales en poesía, dramaturgia y narrativa. En este último género ha obtenido un 1º Premio Internacional (México, 2001).

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Diego Formía publicó su obra poética reunida: Te deseo un río (1999- 2022)

Diego Formía

El poeta y gestor cultural Diego Formía acaba de publicar su obra poética reunida: Te deseo un río (1999- 2022), en nuestra editorial Cartografías. La tapa es una obra original del artista plástico riocuartense Paco Rodríguez Ortega. 

En este diálogo con Cartografias habla de la intención de reunir la poesía que fue escribiendo y publicando durante  23 años, hace un breve recorrido por cada obra, marcada por momentos diferentes de su ser escritor, y reflexiona sobre la importancia de publicar poesía en un contexto de ajuste y crueldad como el actual. “En este tiempo de ultraderecha destructiva, tanto en lo discursivo como en los hechos, publicar un libro de poesía es un acto político”, dice.

Te deseo un río, poesía reunida de Diego Formía.
Te deseo un río, poesía reunida de Diego Formía.

-¿Cómo surge la idea de publicar la obra poética?

-Hace tiempo pensaba publicar la reedición de tres libros integrados: Crol en el invierno líquido (2005), el pez del ojo (2010) y Hueco de Mundo (2013). Básicamente, porque estaban agotados y necesitaba ejemplares para participar en ferias y mesas de lectura. El año pasado José Di Marco, a quien agradezco profundamente, me propone publicar la poesía reunida y desde ese momento comencé un proceso intenso en torno a la selección y corrección de libros y poemas para reeditar. Finalmente, bajo el nombre Te deseo un río, se publican poemas de los siete libros que he publicado, es decir, a los ya nombrados se sumaron Un velero en el Vacío (1999), Sonajeros (2003), Poemitas (2015) -los tres con correcciones y supresión de poemas- y Poemas para mirar / 9 universos visuales (2022).

-¿Qué etapas de tu obra comprende este libro?

-En el caso del primero y los dos últimos libros (Un velero en el vacío, Poemitas y Poemas para mirar) se construyeron con poemas sueltos, escritos en diferentes épocas. Los de Un velero en el Vacío son los primeros poemas que escribí. Creo que, si bien en estos se percibe una fibra poética, no deja de ser un libro inmaduro.

Poemitas es una apuesta a la capacidad de síntesis de la poesía y, al mismo tiempo, lo puedo percibir como un libro de disparadores, es decir, como un proyecto que se puede abrir si decido desarrollarlo como textos. Esto último es una idea que por el momento no me entusiasma, pero nunca se sabe si aparece la obsesión.

Poemas para mirar… son poemas que escribí para series y muestras (textos que eran parte de exposiciones) de 9 artistas visuales. A estos los escribí entre 2007 y 2020, pero se hizo visible como proyecto de libro en 2021. Este libro se convirtió también en una muestra con “9 estaciones” en el que los textos se exponen junto a las obras en las que se inspiraron. No descarto hacer un Poemas para mirar 2 vinculado al trabajo de otros artistas. Los demás libros nacieron como proyectos de libro o escritura.

Sonajeros es una apuesta al juego, a las infancias, las familias. La inocencia como contraste a una época signada por la estrategia compulsiva, al desencanto y la muerte. Este libro se complementó con un disco con todos sus poemas musicalizados por músicos de distintas generaciones de Río Cuarto.

Crol en el invierno líquido es un libro escrito desde una cama líquida, un yo poético que no se puede levantar y en el pez del ojo hay una decisión de “salir / salir de la cama /levantarse el viento de la tormenta afuera”.

 

Hueco de mundo mantiene el eje temático de el pez del ojo (la física teórica) pero con una escritura totalmente distinta.

-¿Por qué decidiste publicar en Cartografías?

-Publicar en Cartografías es sentirse en casa. Publicar, tomarse un vino, comerse un asado con los amigos. Un espacio de trabajo permanente que nos da identidad como comunidad lectora y literaria. Un mapa que se expande desde el lugar en el que escribimos. Cartografías es parte de nuestro paisaje humano y literario.

-¿Qué significa para vos que esta obra poética reunida salga en un año como este, de tanta avanzada contra la cultura?

En este tiempo de ultraderecha destructiva, tanto en lo discursivo como en los hechos, publicar un libro de poesía es un acto político. En este contexto facho en el que artistas y trabajadores de la cultura son tratados como si fueran maleantes, publicar libros es decirles acá estamos con nuestras voces ante sus discursos monstruosos alimentados por el odio. Decirles que no pasarán. No pasarán de esta época corta, cada vez más corta.

Diego Formía es un militante de la cultura y un trabajador de la comunicación. Cuenta que, en su espacio de trabajo, también difunde poesía. “Me estoy memorizando los poemas. Me gusta poder acercarlos oralmente a quienes quieran recibir poesía”, dice. Hay algo de su compañera, la narradora oral y artista Pequitas.

Por Verónica Dema

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Celebramos 20 años de Cartografías en la Feria Federal de Editoriales Independientes (FFEI)

La FFEI (Feria Federal de Editoriales Independientes tuvo su décimo año consecutivo en la ciudad de Río Cuarto. Se trata de una convocatoria federal de editoriales que apunta a generar un intercambio de editores de distintos puntos del país y, también, de lectores que tienen la oportunidad de conocer libros que de otra manera no llegarían a sus manos.  

Este espacio colectivo se sostiene como una política de Estado del gobierno de la ciudad junto a gestores culturales que trabajan cada año ad honorem para proponer una feria de calidad y diversidad reconocida en el país. Además de los stands de editoriales independientes de diferentes puntos del país, que llegan con editores con quienes interactuar, está la propuesta de talleres de escritura, mesas de lectura, conferencias, presentaciones de libros, etc. con opciones para público de todas las edades. 

El poeta y gestor cultural Diego Formía fue uno de los impulsores de la FFEI desde sus iniciios. “La feria de editoriales independientes nace del crecimiento de las editoriales independientes o autogestivas“, señala. Y agrega que, al ya existir la Feria del Libro Juan Filloy -que este año cumple 20 años- más vinculada al mercado editorial de librerías, se pensó en dar lugar al espacio editorial independiente. “Empezamos a pensar que sería interesante, como parte de la promoción del libro, la lectura, la escritura, darle lugar a este nuevo movimiento, el de las editoriales independientes, que tienen una mirada distinta, una concepción distinta de la literatura, de los objetivos que tiene una editorial comercial”.  

Aquella iniciativa empezó a tomar forma, se concretó y sigue creciendo hasta lo que conocemos hoy. “Siempre estuvo apoyado por la Municipalidad, algo que, combinado con la gestión y el trabajo de lo independiente, le dio sostén y continuidad”, apunta Formía. Destaca que Editorial Cartografías, que este año cumple 20 años con esta propuesta autogestiva, también participa desde sus inicios.  

20 años de Cartografías: conversatorio intergeneracional con autores y editores

Los 20 años de vida de Cartografías se conmemoraron en la FFEI de distintas maneras. Lo central fue el conversatorio en el cierre de la feria. Participaron los editores y fundadores de Cartografías Pablo Dema y José Di Marco y l@s autor@s Elena Berruti, Marcelo Fagiano y Diego Formía (tres de los primeros editados), y Melisa Gnesutta y Virginia Abello (de la última camada de autoras). La puesta audiovisual estuvo a cargo de Claudio Asaad, también poeta editado en Cartografías hace casi 20 años. En la oportunidad se conversó sobre los inicios de la editorial, las intenciones, la elección de los primeros autores, los mojones en estos años, los aprendizajes como editores, entre tanto más.

Propuestas editoriales fuera de la lógica comercial

Camila Vazquez, una de las coordinadoras del espacio municipal Casa de Poesía, junto a Rocío Sánchez, celebra esta sinergia del Estado y los gestores independientes de la cultura de la ciudad de Río Cuarto.  

Vazquez, escritora y docente, destaca que la concreción de esta feria permite a sellos editoriales independientes de todo el país poder llegar con sus libros a este destino que, de otra manera, no podría llegar. La lógicautogestiva impide la distribución a gran escala con la que sí cuentan las grandes editoriales.  

Se presentan, así, opciones interesantes para los lectores de nuestra ciudad que reciben propuestas por fuera de las lógicas comerciales, suma Vaquez, también integrante del Colectivo Glauce Baldovín, con activa participación en la propuesta literaria de la ciudad.  

Este año, el décimo continuado para la FFEI, la impronta fue “dar lugar a lo híbrido, la mezcla de géneros literarios, los bordes difusos entre narrativa y poesíaentre narrativa y ensayo”. La curaduría de las editoriales de este año en el Viejo Mercado está definida por ese criterio. “Los sellos que participan tienen en su mayoría catálogos diversos y apuestan a géneros que son más híbridos”, precisa. 

Detalla que, en esta edición, participaron editoriales de distintas partes del país: sobre todo del centro, pero con amplia participación del norte, también. Vinieron, por ejemplo, editoriales como Funga, Piedra madre editora (de Santiago del estero)Bosque energético. Y en cuanto a la visita de escritoras y escritores reconocidos estuvieron Sonia Scarabelli, de Rosario, Mercedes Halfon, de Buenos AiresSantiago Loza, de Córdoba, entre otros.  

También hubo autores y autoras de la ciudad como Marcelo Fagiano, Claudio AsaadElena BerrutiMiguel Angel Toledo, José Di Marco, Pablo Dema, Melisa Gnesutta, Virginia Abello, Sebastián Sosa Ojeda, Federico Alonso, entre muchos otros, también parte de la organización de la feria. Entre las editoriales locales, además de Cartografías, estuvieron Guadal, del Colectivo Glauce Baldvín, Ediciones del Puente, entre otras. 

Para José Di Marco, poeta, editor, uno de los directores de Cartografías junto al escritor y docente Pablo Dema, comenta: “Esta feria es un foco de resistencia cultural en un momento en que tenemos un gobierno nacional que no tiene política de estado cultural o, en todo caso, su política es aniquilar a la cultura, al menos en sus expresiones críticas disidentes, emancipadoras”. 

Y señala que, más específicamente, “por tratarse de una feria de la edición independiente es clave para la bibliodiversidaden un mercado altamente concentrado, gerenciado por corporaciones de capitales trasnacionales, la posibilidad de que haya circulación de otras ideas, de otras voces, proyección de miradas alternativas, múltiples, abiertas es clave precisamente para el desarrollo de una cultura igualitaria y emancipadora”. 

Tal como expresó en una nota reciente en PUNTAL, Pablo Dema, Editorial Cartografías suma en ese aporte a la diversidad cultural. Con una mirada puesta en autores y autoras locales y regionales, la editorial lleva publicados 105 títulos en 6 colecciones: Archipiélago (poesía)Tusitala (narrativa)Radiografías (ensayo)Preguntas de mi tamaño (infantil)traducción (El límite es adentro) y obras reunidas. 

La sinergia con la universidad pública 

La poeta y docente Elena Berruti, organizadora desde los inicios de esta feria, suma un aspecto enriquecedor de esta feria: la sinergia con estudiantes de la universidad pública. Como docente de la carrera de Letras de la Universidad Nacional de Río Cuarto intenta trazar con la FFEI un puente para que quienes serán futuros docentes releven de primera mano la gestión independiente, sus procesos, conversen con sus editores, etc. 

“Convocamos a los estudiantes, futuros profes, para que puedan vivir la experiencia de la FFEI y, a la vez, sepan leerla, en el sentido pleno del término, como mirada, para establecer qué se pone en juego, quiénes son los actores que participan, qué es ser independiente, cómo se conforman los catálogos, entre tantas otras preguntas que se abren”, señala Berruti. De esta manera, hay una puesta en valor de las actividades de la feria, ya que son objeto de estudio en materias teóricas de la carrera de Letras. 

La clase está en la FFEI, que se convierte en aulaAhí aprendemos, se construye conocimiento para futuras profes”, concluye Berruti. 

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¿Lo leíste? nina nombre de guerra / la herida móvil, de Maite Esquerré (por Pablo Dema)

nina nombre de guerra / la herida móvil
¿Lo leíste? nina nombre de guerra / la herida móvil
de Maite Esquerré (elandamio ediciones, San Juan: 2022, 77 págs).
Maite Esquerré nació en la ciudad de Buenos Aires en 1984. Estudió Teatro en la UNCUYO y vive en Villa Mercedes. Da talleres de poesía en su casa, que es también una boutique de libros de literatura elegidos de los mejores sellos independientes. Además es docente de teatro en el IFDC y poeta.
Recuerdo que cuando leí por primera vez su primer libro nina nombre de guerra, publicado por la editorial mercedina Deacá en 2016, pensé con asombro que pocas veces había leído un primer libro tan bueno y que sería difícil para Maite escribir algo así de bueno con posterioridad.
El libro fue reeditado por elandamio ediciones junto a otro breve poemario, la herida móvil, en este bello tomito del que reproducimos la tapa diseñada por Damián C. López, su editor. Al leerlo pensé que me había equivocado y al mismo tiempo que no me había equivocado la primera vez. La herida móvil era tan bueno como nina nombra de guerra, ¿pero es otro libro? Cuando leí su tercer poemario, Los gestos inéditos (Mendoza: Grito manso, 2022) asumí que acá así había otro libro, que nina nombre de guerra / la herida móvil funciona como un solo libro y que difícilmente Maite pueda escribir un poemario tan bueno como este.
De muestra, este tríptico:
Vals
ausencia de sueños
como una segunda casa
los gestos que amamos
se aproximan
mandarse a mudar
cuando llueve
sólo la lluvia canta
suena jacques brel
para mamá que escucha
en una nube
o en el hueco de un árbol
novela negra
paloma
dónde andarás
era liviano tu corazón
un capullito de espuma
y la vida un viento
hastío
escribiste estoy repodrida
tres veces más o menos
estabas corrida en el espejo
preguntaste quién era
la que a tus pies te veía irte
siempre vienen visitas
dudaste de vos y te viste pasar
ángel de fuego entre mortajas
plegaria
de cada pecho
que se parte caen
huevos de palomas
o chocolate
vine a ver los juguetes
y las ramas
en casa sobraban
los rincones
las penumbras
dejame tocar esos ojos
sellarlos besar tu anillo
cerrar mi vida
en la tuya
Completamente integrados, los poemas surgen de la voz de una hija que le habla a una madre ausente. Cada breve poema es la pincelada de un retrato y el rastro de una biografía fulgurante iniciada en Villa Mercedes en 1944 y finalizada en la misma ciudad en 1989 tras un lapso de tiempo de residencia en Buenos Aires. Adriana, la mamá que cuidaba a sus dos pequeños hijos, la lectora y amante de la música (Piazzolla, Jacques Brel, Nina Simone, Sinatra), la militante de las FAP que estuvo detenida cuando usaba el nombre de guerra Nina, la trabajadora fabril, la enferma de cáncer, la joven muerta pálida, el fantasma con el que se inició en la infancia un diálogo que perdura.
Los poemas trabajan con rastros físicos, con destellos de recuerdos y con testimonios. Lo que la madre leía, una frase marcada en un libro, una anécdota contada por alguien que la conoció disparan cada inscripción poética, casi siempre con un vocativo: “mamá cuando eras nina/ cuando eras niña jugabas/ cuando eras nina con un arma”. Al cabo de la lectura y las relecturas los poemas operan en la memoria como haces de luz sobre una vida intensa y fulgurante que lejos de desvanecerse crece en la memoria alimentada por la imaginación poética. De hecho, en uno de los poemas de la herida móvil la enunciadora alude tanto al acto de iluminación como al imaginativo: “viste hermano/ que las palabras funcionan/ a la manera de los relámpagos/ sí la tormenta pero/ después/ lluvia y el cielo limpio y fresco”. Y más adelante, en el mismo poema: “¿te acordás? estoy mintiendo/ pero la veo a mamá…” Memoria, memorias, versiones familiares, imaginación pero sobre todo los recursos poéticos amalgamados con la emoción le dan cuerpo y vida en el mundo del arte a Adriana/Nina. De este modo, la poesía está al servicio de un amor filial que salva del olvido, porque como enseñó Deleuze “el arte es lo único en el mundo que se conserva”.
Así, Maite le da un cuerpo poético a esos materiales que motivan su palabra y lo hace, al principio de cada poema, tirando como al descuido algunas frases frágiles que traen una frase coloquial de la madre, una imagen cualquiera, un detalle de un recuerdo y después, sobre el final, con una pericia casi mágica, integra esos materiales embebidos en un afecto que siempre es también el nuestro, el de toda criatura que vive a partir del amor-alimento primordial. Releamos el final de Plegaria: “dejame tocar esos ojos/ sellarlos besar tu anillo/ cerrar mi vida/ en la tuya”. O miremos el final de otro poema (pido gancho): “si encuentro las palabras/ voy a escribir/ una ternura que te descubra”. Siempre el último verso recoge, mediante la música de la aliteración, lo disperso. Releamos, tengamos el oído sutil como dice Juan L.: “ternura que te descubra”, “y la vida un viento”, “paso la mano por tu pelo/ hasta hacerte dormir”.
Lectores jubilosos y agradecidos, te recomendamos en este Newsletter que leas a Maite, que busques este libro que es lo más lindo que vas a leer en mucho tiempo. Como si hiciera falta algo más para convencerte, un poema más de la herida móvil:
la primera imagen /la fibra
para mi último cumpleaños
me regaló 6 fibras de colores
dibujé un río con peces
y un dinosaurio
una casa quieta un camino
van gogh inventó
un sombrero con bujías
y salía de noche a pintar
el alma de las cosas
quiero un sombrero así
para dibujar
el movimiento de una madre
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¿Lo leíste? Me crezco hacia el verano, de Keyla Jewsbury (por José Di Marco)

Reseña: Keyla Jewsbury

Divino tesoro. Acerca de Me crezco hacia el verano, de Keyla Jewsbury (Guadal/ Colectivo Glauce Baldovin); Arte de tapa: Ileana Gonella.

 

1

Los poemas de Me crezco hacia el verano no llevan título. En casi todos ellos, las palabras del primer verso, el que los encabeza, están en mayúsculas y en negrita. El índice transcribe, de manera encadenada y contigua, esos versos iniciales, lo que permite la identificación de cada uno de los poemas. Es un recurso de edición y, como tal, concierne al libro, al objeto impreso, aunque, en términos tipográficos, también indica un aspecto central de la escritura de Keyla Jewsbury.

Los poemas empiezan in medias res, y este procedimiento afín a la narrativa, coloca a la/os lectora/es en medio de un proceso que continuará después del verso último, el que, antes que un cierre, un desenlace, un corolario concluyente, opera, más bien, como la invitación a una lectura prolongada e indefinida. El texto se interrumpe; lo que sigue le resulta exterior y, por lo tanto, ya no le incumbe sino a quien lee, a lo que podría (¿debería?) hacer con las palabras, las frases, los versos, las imágenes que componen el poema una vez que han excedido su perímetro, cuando ya no le pertenecen, porque se han lanzado o han vuelto al mundo y devienen propiedad lábil y contingente de quien los goza, repite, memoriza, ausculta y/o interpreta.

 

2

El poema que inaugura el libro (y le da título) condensa una serie de procedimientos y traza una escena de enunciación recurrentes, que se distribuyen y articulan el poemario en su conjunto:

ME CREZCO HACIA EL VERANO

y viviendo la mañana

desde el pecho he visto el primer rayo

y la sombra refulgente

no sé qué voz fui

centro origen y no conozco la fatiga

algo queda desnudo

 

avanza el pubis al sol

Los versos libres y blancos, con sus cortes abruptos, sumados a la prescindencia por completo de los signos de puntuación y de los conectores, ocasiona una sintaxis que se despliega en encabalgamientos y acumulaciones a la vez que comprime el discurso y lo acelera, dotándolo de una velocidad fragmentada. En ese discurrir sintético y fulminante, se expresa una primera persona que pone a circular un lirismo reticente a la redundancia y la efusión.

Esa disposición sintáctica altera los significados literales. En el primer verso, la anteposición del pronombre de primera persona le otorga al verbo un carácter reflexivo y, así, la acción de crecer adquiere una dirección y una meta, una finalidad voluntaria; se crece hacia el verano y, en el contexto discursivo del poema, “verano” deja de ser únicamente el nombre de una estación del año, se asimila a “mañana”, a “rayo”, a “sol”. Orientarse por decisión propia rumbo el verano se asemeja a lanzarse hacia el futuro, lo abierto y la luz. Equivale también a desnudarse.

Además, junto a las combinaciones inéditas provocadas por la sintaxis dislocada (por ejemplo: “avanza el pubis al sol”, el hipérbaton con que termina el poema), hay una antítesis llamativa: “la sombra refulgente”. Esta antinomia anticipa la “lógica de las contradicciones”, la ambivalencia semántica que modula al poemario entero.

Nueve versos, siete oraciones, treinta y nueve palabras (sólo dos adjetivos) le bastan a Keyla Jewsbury para construir un microuniverso verbal elíptico, compacto y radiante. En el plexo del poema, la autora, el yo poético, el sujeto de la enunciación, dice que se desnuda, se lanza y se entrega a lo que vendrá, que es comienzo y luminosidad. El poema es la afirmación de un deseo tanto como la elucidación de un proyecto de escritura, de un recorrido vivencial que apunta a la conquista de una voz propia.

 

Keyla Jewsbury

3

En su biografía (pág. 34), la autora señala: “Hija de pa y ma músiques, me desempeñé en torno a la cultura de las letras y la música desde que tengo memoria”. La influencia musical (de las letras de ciertas canciones que integran el corpus amplio, polifacético y versátil de lo que se denomina “rock nacional”) se hace notar en algunos poemas del libro.

Podría conjeturarse que “Me crezco hacia el verano” es una rescritura, en clave femenina y autobiográfica, de “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, el tema de Fito Páez; se puede aseverar, por otra parte, que, en YO TE DIJE QUE DEJAR PASAR EL TIEMPO MIRANDO LOS BALCONES, se glosan dos versos de “Polaroid de locura ordinaria”, otra canción de Fito, y que, asimismo, se alude, en ese mismo poema, a la de Charly García “Cerca de la revolución”, a la vez que se menciona un libro de Vicente Luy, tal como en el sexto verso de poema que da nombre al libro se reproduce el título del poemario de Susana Michelotti: No sé qué voz.

El acoplamiento de letras de canciones, que provienen de esos vinilos que vibran en el interior de la poeta, y de versos ajenos, una combinación de la industria cultural y de la cultura letrada, un ejercicio relativamente alusivo de la intertextualidad, diseña un enclave de enunciación que es, asimismo, el espacio imaginario donde arraiga la sensibilidad que se expresa en y estructura Me crezco hacia el verano. ¿Qué se dice desde ese espacio subjetivo, íntimo y sensible?

 

4.

Acaso, se trata de dotar de sentido a una experiencia de desasimiento: el amor que desfallece, el sexo que arroja al mundo la perseverancia de soledad, la casa como un refugio donde se alternan los rituales de la desidia y la redención. Sin embargo, junto a esa experiencia de abandono y rechazo, la memoria familiar aparece como una zona de resistencia y anclaje. Si el presente es dispersión y pesadumbre, el pasado se constituye en arraigo y consuelo.

La evocación de cierto entorno, de ciertas figuras y de ciertas costumbres entrañables (las sierras, el abuelo y la abuela, la radio, el desayuno con sus aromas y sabores) y la reminiscencia de algunas escenas puntuales (las primas en el dormitorio de la abuela, la acogida del año nuevo con la hermana en el río y junto a dos hombres) son resultantes de una rememoración deliberada por medio de la cual se impone un tono más reposado y menos urgido, más orgánico y menos diviso.

No obstante, esas remembranzas, esas vistas hacia el pasado, ese acopio de recuerdos precisos, hablan de una herencia, de una transmisión que no carece de tensiones ni fracturas: la ilusión legada por la madre no evita que se cometa una transgresión que culmina en un desengaño: “al final este paragua no pega” (A PESAR DE LA ESPERANZA HEREDADA DE MI MADRE), las primas que se aúnan en la habitación de la abuela son “herederas de algo roto” (LAS CUATRO PRIMAS ESTAMOS).

En Me crezco hacia el verano, la poesía, en tanto que rememoración apacible, procede como una tentativa consumada de reparar los quiebres, de restablecer una continuidad, de reconstituir un legado, sin ignorar las fisuras y las divergencias.

 

5.

ENTRE MIS COSAS Y POR AHÍ LO ENCONTRABA, el poema que cierra el libro, menciona “un divino tesoro”; acaso se trate de ese mismo que Luca Prodan nombraba, desaforadamente, en una canción que contrasta la jovialidad con el asedio de “los viejos vinagres” y que, a la vez, remeda un verso de Rubén Darío (“¡Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver!”). Ese caudal, infinito y abandonado, efímero e imborrable, se oculta en libros que no se terminan de leer, irrumpe en algún solo de guitarra, asoma en el estampado de una remera. Se vuelve “rendición y enredo”.

Posiblemente, la juventud constituya el motivo que prevalece en Me crezco hacia el verano en tanto que una experiencia desconcertante (e incluso dolorosa) que se deja capturar, apenas en partes, por el discurso poético, una vez que se ha consumado y se ha extraviado. Lo que la escritura atrapa son fracciones de lo vivido que reverberan en imágenes astilladas, en sensaciones breves, en recuerdos pasajeros.

En el decurso tumultuoso de las sumisiones y marañas de una temporalidad fugaz y borrascosa, la poeta consigue escuchar su propia voz. Después de la palabra que profetiza y que desemboca en el cuestionamiento de si se debe escribir (ANTES DE TENERTE TE NOMBRÉ), escribe para iniciar un camino que la lleve de la letra (del signo, del significante, de la escritura) al encuentro con lo más inalienable de sí misma: el sonido irreductible de la voz íntima. Esa conquista trabajosa de la identidad define, tal vez, la unidad semántica y expresiva de Me crezco hacia el verano. El derrotero de una trayectoria existencial que es un recorrido artístico y poético.

 

6.

“volvés del mundo al mundo”, dice el segundo verso de TIPA. La segunda persona (el desdoblamiento de la primera), resultante la función conativa del lenguaje por la cual la poeta se interpela a sí misma, abre un horizonte de interrogación. La “tipa fragmentaria” se interroga, y el poema culmina así: “¿qué harás?”.

Todo Me crezco hacia el verano ofrece y ensaya una respuesta: ni más ni menos que escribir para conjurar los embrujos de la letra muda, para huir de los simulacros de la juventud, para redimirse de las decepciones del amor, para recordar con nostalgia y alegría, para encontrarse con los latidos de la música que suena, secreta y poderosa, dentro de una misma.

Para volver, transfigurada, al mundo y escucharse cantar

Por José Di Marco

 

Me crezco hacia el verano, de Keyla Jewsbury

Guadal/ Colectivo Glauce Baldovin)

Arte de tapa: Ileana Gonella @ilegonella

Río Cuarto, 2023

 

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Editorial Cartografías, presente en la 48ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires

Sabemos que la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires es la más concurrida en el mundo de habla hispana. Durante sus casi tres semanas de duración la visitan más de un millón de lectores y más de doce mil profesionales del libro.

Por estos días se realiza la 48.° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, entre el 25 de abril al 13 de mayo de 2024 en La Rural, en el barrio de Palermo. Esta vez, la ciudad inspiración fue Lisboa, capital de Portugal.

Este año, Cartografías fue invitada para participar en dos stands: el de Cultura de la provincia de Córdoba y el de la Fundación El Libro, que cobija a un gran número de editoriales independientes de todo el país.

Les dejamos algunas fotos de nuestros libros en el predio.

Cartografías, en la Feria del Libro de Buenos Aires.

 

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25 años de edición independiente: la “nueva edición argentina” en una muestra en el Centro Cultural Recoleta

Muestra de editoriales independientes

El Centro Cultural Recoleta (CCR), ubicado en la ciudad de Buenos Aires, propone una muestra que recorrimos y recomendamos:  “Nueva edición argentina: 25 años de edición independiente 1999-2024”.

Su curador, Damián Tabarovsky, explica, en un escrito que es introductorio al recorrido: “Así como en su momento se habló de ‘nuevo cine argentino’, deberíamos tal vez Ilamar ‘nueva edición argentina’ al movimiento espontáneo surgido en las últimas décadas en torno a la producción editorial local”. Recuerda que “en los años 90 la edición argentina entró en crisis: muchas editoriales tuvieron que cerrar, llegaron al país grupos multinacionales que compraron los sellos tradicionales y se desarrolló un fuerte proceso de concentración empresarial. En medio de ese panorama por momentos desolador surgieron proyectos muy valiosos vigentes todavía hoy -como Beatriz Viterbo Editora y Paradiso, entre otros- y en 1999 se fundó Adriana Hidalgo”. Esa es la fecha en que, simbólicamente, se decide datar “el comienzo de la tradición que presenta esta muestra”.

En la muestra se cuenta que, con la crisis de 2001, hubo una explosión de editoriales independientes. “Esos movimientos modificaron el panorama de la edición argentina como nunca antes”, se lee en una de las paredes, entre tapas de lo más emblemáticas.

Muestra editoriales independientes
Editorial Nudista, de Córdoba, presente en la muestra.

En el recorrido se pueden observar tapas de distintas editoriales que fueron surgiendo en esos años. Es una fiesta para la memoria y la vista.

Cartografías, surgida hace 20 años, junto a tantas otras, no está entre las emblemáticas que seleccionó Tabarovsky. Se aclara que, por cuestiones de espacio, se trata de una muestra, con un despliegue parcial. Si queremos dimensionar el crecimiento de las editoriales independientes, podemos tener como dato la FED, Feria de Editores, que crece año a año y que en su última edición convocó a más de 320 editoriales independientes (incluidas algunas de América latina).

“Una amplia mayoría de los mejores libros aparecidos a partir de entonces fue publicada en pequeñas y medianas editoriales independientes”, también puede leerse. Y es el escritor Hernán Ronsino quien apunta: “Siento que hay un fenómeno: comienzan a circular muchos escritores interesantes para que los conozcamos pero no por las editoriales grandes, fomentados desde la edición independiente”.

En la muestra del CCR se consigna que “la edición independiente es sinónimo de creatividad y riesgo intelectual; de libros bien hechos, bien presentados, con alto reconocimiento: un lugar de pertenencia para nuevos autores y también para autores consagrados que vieron en ellas catálogos prestigiosos en los que querían estar”.

Muestra editoriales independientes

Una aventura intelectual y estética, un escrito de la muestra del CCR

De las dos palabras claves de esta exposición -edición independiente- una, edición, es muy fácil de entender. Pero la otra, “independiente”, es más problemática. En primer lugar, implica que ninguna de estas editoriales pertenece a algún conglomerado editorial, a los grandes grupos de la edición nacionales o transnacionales. Son, para decirlo en términos económicos, pequeñas o medianas empresas locales (aunque casi todas exportan a América Latina y tienen fuerte presencia en España).

Pero hay una segunda lectura de la palabra “independiente” que es tan o más importante que la primera: la independencia de criterio. Estos últimos 25 años las pequeñas editoriales no se han guiado por otro criterio que el de independencia para pensar catálogos renovadores, para crear tendencias, para encontrar un lectorado ávido de nuevas lecturas, para actuar con otros modos comerciales y personales que el de los grandes grupos, para correr riesgos allí donde el sentido común muchas veces no lo recomendaba y sin embargo salir airosas.

Por supuesto que todas estas editoriales intentan también ser sustentables, pero lo hacen, ante todo, entendiendo a la edición como una aventura intelectual y estética. Atravesando los géneros -de la novela a la poesía, del ensayo al cuento, de la crónica al testimonio- para guiarse no por modas o novedades de corto plazo, sino para inventar caminos que no estaban previamente trazados.

Si tienen la posibilidad de visitar el Recoleta es un recorrido que se disfruta… sobre todo como lectores.

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¿Lo leíste? Dos cachorros de sicario, de Nicolás Ghigonetto (por José Di Marco)

Dos cachorros de sicario, de Nicolás Ghigonetto; Kintsugi Editora.

Dos cachorros de sicario es el primer libro de cuentos de Nicolás Ghigonetto (Isla verde, 1989). Nos detenemos en uno de sus cuentos, “Par de balas y una coda”, un texto decididamente antológico, una muestra imprescindible de cierta mancha temática y de cierto tratamiento formal que marcan una tendencia en la narrativa argentina contemporánea. El tema se vincula con el desmantelamiento corrosivo del concepto de nación, como soporte político y cultural de una identidad comunitaria. La forma, con un tipo de narración rizomática, fragmentaria y acelerada.

Mariana Komiseroff se refiere al mismo, en el “Prólogo” al libro mencionado, como: “una especie de relato histórico futurista donde se plantea un espejo entre los juegos de los niños con sus soldaditos, o bien los juegos de video y así se reproduce de manera original y desopilante la que fue la conquista más cruenta en nuestro territorio, La Conquista del Desierto y sobre la cual se basa el racismo que se vuelve juego hasta volverse característica de la personalidad en un western irónica. La historia al igual que el juego moldea la personalidad de los niños. La flor del ceibo, gran hallazgo del autor, es la droga que adormece de patriotismo”.

Se trata de una descripción más que acertada de un texto de 38 páginas cuya complejidad radica en el desplazamiento vertiginoso de una narración que atraviesa y la vez reúne, según la modalidad del montaje cinematográfico, registros múltiples, géneros dispares y temporalidades heterogéneas.

Ese uso del montaje se aproxima a la noción con que G. Deleuze se refiere al cine moderno en tanto que imagen-tiempo. Importa menos el encadenamiento lógico de las acciones (y la sucesión cronológica y progresiva de las mismas) que la contigüidad de microacontecimientos singulares, inconexos, deshilvanados, desprendidos de una trama orgánica e integradora.

En “Par de balas y una coda”, la continuación de sucesos causalmente conectados es reemplazada por una miríada de estallidos puntuales, astillas de un presente perpetuo. Así, el devenir precipitado de los sucesos, la profusión de personajes estrafalarios y la genialidad de los diálogos componen escenas de un guion que llevara la firma de Quentin Tarantino (ese “toque tarantinesco” está presente también en el relato que da nombre al volumen, sobre todo en la descripción de los recorridos de Tío Juan, el personaje central, a bordo de su coupé Fuego por las calles y rutas de la Triple Frontera).

Para registrar las huellas de lo real, Ghigonetto elude las convenciones del realismo literario y opta por la matriz iconográfica del cine de aventuras, de las películas de cowboys, lo que produce un efecto de exotismo: la llanura pampeana y el desierto (esa topografía imaginaria, instaurada en el siglo XIX, como si de un espacio vacío se tratase, por los relatos fundadores de la nación) se extrañan y alucinan.

Así, el exotismo se apodera y transfigura las referencias historiográficas, y la narración de la avanzada del ejército regular sobre el territorio habitado por las poblaciones originarias adquiere el aspecto visual y el decurso de un western spaghetti.

La representación de lo bélico (la máquina de guerra que el estado puso en marcha para delimitar el territorio nacional cometiendo un genocidio) deviene lúdica, y lo lúdico es esa otra máquina de guerra con la que Ghigonetto desacopla los símbolos de la identidad nacional y desgasta los discursos que los articulan y legitiman. Lo lúdico constituye un factor cáustico, irónico y paródico; un procedimiento, una mirada y un tono que trazan un territorio delirante y fantasmagórico.

El juego hace de la literatura un dispositivo que deslíe las fronteras entre realidad y ficción, desdibuja los límites entre vigilia y sueño, licua los lindes entre memoria e invención; más aún: los solapa, entremezcla y confunde sin solución de continuidad.

En “Par de balas y una coda”, la Patria se vuelve la visión trastornada un emblema que se deslíe en medio de un bricolaje lisérgico de ruinas y de espectros: las reliquias de un relato épico que se aminora y desperdiga como los restos diurnos de una pesadilla de la que ha sido imposible despertar.

Podés leer poesía de Nicolás Ghigonetto en Los días del desastre (Editorial Cartografías)

Por José Di Marco

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¿Lo leíste? Moscas brillantes del aire, de María Paula Vettorazzi (por Pablo Dema)

Moscas brillantes del aire, novela, de María Paula Vettorazzi, Río Cuarto: UniRío Editora, 2023, 163 págs.
Si leíste los cuentos del primer libro de María Paula Vettorazzi, Algo que vuele (Cartografías, Colección Tusitala, 2019) ya conocés algunos de los elementos que configuran su universo narrativo: su buen oído para la presentación de distintas voces sociales y etarias, la astucia para tratar la complejidad de los vínculos a partir de escenas y situaciones vívidas (nunca explicativas) y un desacartonamiento que no busca el efecto cómico pero que produce incontables momentos de humor, los cuales distienden el ánimo del lector, a quien luego las situaciones trágicas, apenas aludidas, le llegan insensiblemente hasta lo más profundo.
Para hablar de Moscas brillantes del aire podemos empezar por ponernos en sintonía con Ricardo Piglia, quien en El último lector les rinde homenaje a los formalistas rusos al titular su ensayo sobre Joyce “Cómo está hecho el «Ulysses»”. Piglia reproduce la fórmula que tanto Víctor Sklovski como Boris Eikhembaum utilizaron para sus respectivos trabajos: “Cómo está hecho Don Quijote” y “Cómo está hecho El Capote de Gogol”. Estos viejos trabajos de crítica literaria inauguraron una era que está muy lejos de concluir. De hecho, el profesor David Miall, de la universidad de Alberta, está produciendo hoy los primeros estudios empíricos que ratifican parcialmente algunas de las intuiciones más poderosas de Sklovski sobre el “extrañamiento” del lenguaje literario, la ralentización de la lectura en los pasajes de “foregrounding” (es decir, aquellos en los que el significante es llevado a primer plano), donde la forma del mensaje es el objeto de atención y no el significado captado automáticamente a partir de fórmulas trilladas por el hábito. Así, pues, podemos preguntarnos: ¿Cómo está hecha Moscas brillantes del aire? ¿Cuál es su principio constructivo, su procedimiento dominante, la decisión formal que la singulariza y produce una serie de efectos específicos? Escuchemos el inicio de esta novela:
“La noche antes que explotó la bomba tuve un sueño de esos que tengo yo, pero la mami no me dejó que se lo cuente y yo igual se lo conté a la Cochi y por el sueño me dolió la cabeza un montón, también porque la almohada de la casa de la tía Pati es más dura que no sé qué y les cuento que la Corina esa me robó las colchas toda la noche”.
Si usé el verbo “escuchemos” es porque justamente ese es el efecto que produce la forma compositiva de la novela, la cual se mantiene hasta el final. Vettorazzi construye una prosa que se compone como la reproducción directa del registro oral, en tono coloquial, de una niña de unos ocho años. El léxico, la sintaxis, los giros idiomáticos de los adultos aprendidos y reproducidos y el encadenamiento de los pensamientos infantiles traman un discurso que el lector “oye” y en el que se monta para acompañar la aventura de la narradora. Ya que estamos con los formalistas, demos a este procedimiento su nombre preciso citando al profesor David Loge en su libro El arte de la ficción:
“Skaz es una palabra rusa bastante atractiva que se usa para designar un tipo de narración en primera persona más próxima a la palabra hablada que a la escrita. En este tipo de novela o cuento, el narrador es un personaje que se refiere a sí mismo diciendo yo, y al lector hablándole de tú. Usa el vocabulario y la sintaxis característicos del lenguaje coloquial y da la impresión, no de un relato cuidadosamente construido y pulido, sino de una charla espontánea. Más que leer, escuchamos, como quien escucha a un desconocido que nos hemos encontrado en un bar o en el compartimento de un tren y que habla hasta por los codos”.
Es exactamente lo que pasa en esta novela. A continuación del pasaje ya citado, la narradora nos dice:  “No sé si sabían pero…”, introduciendo, como dice Lodge, la segunda persona, el interlocutor al cual la voz se refiere, un “ustedes” que involucra al lector. Este procedimiento fue inventado por Mark Twain y llevado a la perfección por Salinger en El guardián entre el centeno.
Es una prosa directa, fresca, vital que deja al lector adherido al narrador protagonista para que vea el mundo exterior y sienta su mundo interior junto a él. La narradora de Vettorazzi nos cuenta su viaje junto a su familia a la casa de una tía que vive en Buenos Aires, ya que su madre tiene un problema de salud y necesita ver a un médico. El día de la consulta, en la ciudad se habla de la explosión de una bomba en un edificio y de personas atrapadas bajo los escombros; la narradora describe la dinámica de la gran urbe, el tránsito, las dimensiones inconmensurables de los espacios y los conflictos indeterminados (¿la explosión fue un ataque terrorista, como el que sufrió la AMIA en 1994?) desde la perspectiva modelada por las dimensiones acotadas de su pueblo. Así, más que la ciudad, apreciamos el asombro y el desborde de esa mirada. De vuelta en el pueblo, la enfermedad de la madre se agrava y entonces el matrimonio tiene que volver a la capital mientras que las dos hijas quedan al cuidado de sus abuelas. Es un cambio de vida drástico para la protagonista y su hermana preadolescente, quienes se separan porque cada una vive con una abuela distinta, se mudan de barrio y se alejan de sus amigas. Si los hechos que causan los cambios son profundos y densos, lo que percibe y cuenta la niña (y vemos y escuchamos nosotros) es una ajetreada vida cotidiana plagada de aventuras, juegos, tareas escolares y planes que traducen la ansiedad por el alejamiento de los padres y, en el fondo, el miedo a la pérdida. No se mencionan estas emociones profundas, pero se las ve operando sobre el cuerpo ya sea como dolor de cabeza, nudo en la panza e incluso como alucinaciones pasajeras que se proyectan en los cuerpos o un fantaseo plagado de imágenes visuales de alto vuelo. Este último es el punto más audaz de la apuesta narrativa de Vettorazzi. Se trata de los momentos en los que se produce la transición entre situaciones cotidianas “comunes y corrientes” (como dice ella en algún momento) conectadas con otras en las que las emociones imposibles de ser asimiladas se simbolizan a través de imágenes (hormigas, moscas, bichos con “picos puntudos”, barcos y camiones que surcan los mares). Situaciones en las que una persona guía una visualización, estados de transición entre el sueño y la vigilia o simples desbordes imaginativos e intuitivos operan como enlace entre lo ordinario y las visiones surrealistas que conducen a los temores y anhelos más profundos de la protagonista. Jugando con un epígrafe de la novela que cita a Armonía Somers, podemos llamarlas somatizaciones somernianas:
“Mientras voy patinando por el tobogán pienso que voy a terminar en un lugar muy lejano, pero no porque cuando siento que ya llegué porque ya no me muevo más abro los ojos y me doy cuenta que el tobogán era un pasadizo secreto al camión del inocente, que al final no es un camión es un barco y en esa parte me pongo contenta porque pienso que si estoy en el barco del inocente que ya falta poco para ver de nuevo a mis papás”.
Como dicen los formalistas rusos, hablar sobre los procedimientos compositivos opera como un freno necesario a la tentación interpretativa directa, insensible a la forma, que dictamina sobre el sentido global de un texto sin pasar por un momento descriptivo. Aquí comenzamos por la descripción de una estrategia compositiva y terminamos, inevitablemente, hablando de sus efectos de sentido e interpretando. Pero es apenas un comienzo y una provocación, porque la novela es un festín de juegos de lenguaje y está inteligentemente abierta para los lectores que quieran jugar.
Pablo Dema