Hándicap (Variedades portátiles), de Santiago Espel, Ediciones La carta de Oliver, 2025, 92 págs. 

Es cierto que llevé a mis hijos de la mano a la orilla del mar. En ese corto ida y vuelta quedó la enseñanza del horizonte. 

Y en el respetuoso silencio del paso, la libertad de la mirada. Si hago un esfuerzo, todavía vamos; y de la mano, volvemos. 

Recibimos la última publicación de Santiago Espel quien, ajeno a la lógica de difusión que impera en la actualidad, se mantiene fiel a la forma de trabajar que inició en 1990: recibe correspondencia vía correo electrónico (yagoespel@hotmail.com) y envía por correo postal los libros que escribe, traduce (de Philip Larkin, Paul Blackburn, Mario Quintana y Wilson Bueno, entre muchos otros) y edita bajo el sello La carta de Oliver. 

Algunos de los últimos libros escritos por Espel son Mesa de entradas (2015), Breviario exótico de accidente poéticos (2016), Photo Carné (2018), El Pan de la rabia & El Vals (2019), Su señoría (2020), Nuevas notas sobre poesía (2021) y Esto que a secas llamamos Patria (2021). Estos libros, al igual que Hándicap, bella y cuidadosamente editados en un formato pequeño (12×16 cm), se ubican en una zona que podríamos nombrar como de experimentación poética.  

Ese terreno tendría en un límite libros como sus Notas y Nuevas notas sobre poesía en los que el pensamiento, las ideas y la afirmación sobre las razones del poeta ubican estas breves prosas ya en los lindes del ensayo; el otro límite serían los libros como El pan de la rabia, donde los versos entintados en la emoción son más nítidamente líricos. Pero ninguna de estas distinciones es clara porque la voz y los materiales se repiten. En principio, cualquier cosa que escriba Espel está motivada por una aversión a los lugares comunes, el miedo a repetirse y por lo tanto la obligación autoimpuesta de explorar, experimentar y encontrar siempre nuevas formas.  

Por eso Hándicap se coloca bajo el auspicio de Ezra Pound, quien, lanzado a explorar la antigua forma del haiku, se impuso: “Make it new”. También, como si se hablara a sí mismo, Espel se dice en su libro: “Esto ya lo dije, basta de liturgia, de dictum; y basta de clásicos”. Y también: “Pero ya basta de palabras gastadas; basta ya de ornamentos”. Por otra parte, en la escritura de Espel hay un trabajo que tensiona visión y pensamiento, observación y reflexión, como si el verso (aunque escribe en prosa la música sutil es la de verso) fuera el material en el que un tiempo anterior y demorado, previo ajuste, diera lugar al resultado de un mirar-pensar. A veces es la imagen la que tiene preponderancia, pero a la cola de la imagen está la idea: “Ese membrillo en la mesa que, por repentino, resulta irreal”. “La asepsia de la carnicería; y la mala conciencia del carnicero./ Los ganchos cuelgan de los rieles como signos de pregunta”. En otras es la idea lo que domina, a modo de una conclusión que decanta después de rumiar un pensamiento, observar un objeto o sopesar una situación.  

Por ejemplo: “Ahora bien: las células organizan en silencio su boicot: una obra paciente, que se replica en el óxido del jazmín”. Otro ejemplo: “Ahora bien: la última vez no estabas, no eras; a pesar de las piernas abiertas, el mordisco, y el beso. No estabas. Ni eras”.  

Dijimos, entonces, exploración de formas nuevas y el ver-pensar que dan lugar al verso-prosa en el momento en que el poeta se sienta y calibra su instrumento para ver y verse sin concesiones. Aquello de lo que da cuenta este instrumento de visión poética es variado: sueños (“Un sueño: duelo de esgrimistas; me despierta el ciático”); achaques del cuerpo (“Llevo mi corazón al médico; y me muestra el suyo, roto”); el teatro de la memoria (“Piazolla y Mulligan: cumbre que trae a mi padre muerto”); y el espacio social como un teatro generalmente burdo, cruel y macabro:  

“Tengo primera fila. Papel picado y un revólver de plástico. 

Me siento en la penumbra de un teatro. Se levanta el telón. Hay unos cachivaches que cantan y se ríen; pero es cierto. 

Subo al escenario de un salto. Me detienen, y me esposan”.  

** 

En la calle un despojo que alguna vez fue un hombre. La ciudad lo abriga en su desamparo; luego desinfecta. 

Prohibir los circos para montar este burdo espectáculo. Un gesto obsceno y meditado por los mismos actores”. 

** 

Estos textos que presentamos son muestras de un trabajo poético que vive de la atención del lector y resplandece en la relectura. Desde Cartografías invitamos a jugar ese antiguo juego que con Espel es tan arduo como gratificante. 

Por Pablo Dema