Aunque nada nunca suture, de Diego Filloy (coeditado por ediciones la yunta y Editorial Cartografías)

“Y allí recién comprendes, lineal y abrupto,
que la crueldad y delicadeza de la inmensidad
te pertenecen”.

Confieso que me compré el poemario de Diego Filloy Aunque nada nunca suture atraída por el apellido. En esta ciudad de Córdoba, Río Cuarto, en los ámbitos de la cultura y la literatura, el apellido Filloy está más presente que nunca. Pero fue el propio título de este que es su segundo libro de poemas el que despertó otro tipo de interés en mi. Luego de varias lecturas del libro, tomé coraje para escribir una breve reseña o parecer de un autor con su propio estilo y voz.

La poesía, como lenguaje que expresa un modo de vivir y ver la vida, atrae por estar situada en los márgenes de los conceptos nítidos y de las imágenes pulidas. Lo poético es una voz que tiembla en los bordes de las heridas que quizá no podamos, o no sea necesario, curar. En la vida y en el arte, más que cerrar procesos, el desafío es transitar las experiencias, hacer memoria de lo que nos dolió sin dejar que nuestro corazón se marchite.

Creo encontrar esta tensión en los poemas de Diego Filloy. El poemario está dividido en cuatro partes: Parámetros, 1° Parte, 2° Parte: El frío intermezzo de los paisajes y 3° Parte: Vislumbres.

Presentación del poemario Aunque nada nunca suture, de Diego Filloy, en la Biblioteca Personal Juan Filloy, en Río Cuarto.

Presentación del poemario Aunque nada nunca suture, de Diego Filloy, en la Biblioteca Personal Juan Filloy, en Río Cuarto.

Quiero detenerme en los poemas de la 1° Parte. Allí, la voz del poeta se escucha sobre un fondo de crisis, de una sociedad cansada, que deja ver la ciudad como un fastidio, un óxido que en apariencia es solo dolor o monotonía. Por ejemplo, en “Laboral” o en “Alcools”. Las huelgas, los despidos, las madrugadas de insomnio, un ojo que se abre al vacío.

En el espejo la huella degradada / del sopor perforando su cinismo, ya de sí pareciera quedar nada / salvo un tic en el ojo del abismo (Alcools).

Sin embargo, en este paisaje agobiante encontramos pequeños signos de plenitud. La 3° Parte del poemario lleva el título de “Vislumbres”. Voy al diccionario y, en su primera acepción, habla de un reflejo de luz o un tenue resplandor. En varios de sus poemas me he encontrado con esa sutil belleza. Es el jacarandá con sus flores violetas, una muchacha sentada en el subte o leyendo bajo la sombra de un árbol lo que nos salva de la falta de sentido que parece ganarnos.

Los poemas de Diego Filloy no están desenraizados de su contexto, de su sociedad, hasta diríamos de la tierra que pisamos. Son una invitación a aceptar las tensiones de vivir entre la crueldad y la delicadeza.

Por Gabriela Solsona (IG: @solsonagabriela)