El pez del ojo
¿Qué pasa cuando un escritor escribe contra su propia literatura? ¿Qué pasa cuando cada libro traiciona al anterior, cuando el poeta comienza a sentir que el sofá está demasiado tibio y rompe el matrimonio con su último libro para ir a buscar algo que lo sacuda, que lo inquiete? Pues en esas grietas trabaja incesante el pulso vital de la poesía, género literario conspirativo, subvertor.
Ahí está Diego Formía, trabajando contra su aburguesamiento: no es el poeta de Un velero en el vacío, ni el de Crol en el invierno líquido, es otro, que probablemente mañana ya se encuentre en un nuevo sitio, buscando palabras con extrañamiento animal.
Los materiales de Formía son sencillos, nada que no se pueda encontrar en el galpón del fondo, sin embargo es complejo su artefacto cuando comienza a andar, porque tiene enojo, urgencia, insatisfacción.
La lengua lame el ojo / para limpiar de imágenes basura. Se necesita más de uno para esa operación. Formía los llama, adelante.
Alejo Carbonell