En mi aurícula izquierda
Podríamos decir muchas cosas acerca de Pedro Centeno. Decir por ejemplo que nació un 13 de mayo en Orán, Salta, o que su obra poética amaneció de una bella manera en Río Cuarto, Córdoba, a mediado de los años `80, y que aún está muy lejos de su hora crepuscular. Sin embargo, esta simple nomenclatura no aporta mucho a la hora de explicar la sensible genialidad de su obra.
Si bien es cierto que Pedro Centeno reconoce que su filiación poética debería buscarse en la obra de los grandes poetas de la argentina contemporánea; hay algo en su lirismo, que a mi modo de ver, lo emparenta de una manera más o menos directa con los poetas tardíos de la Generación Romántica del 27, muy particularmente con Miguel Hernández, el poeta pastor, ya que en su constante apuesta estética Pedro Centeno nos sumerge en una poesía pura, despojada de cualquier tipo de retórica o jactancia, para dar testimonio de una realidad cotidiana y muchas veces dura sin apelar a la descripción directa, esto es, desdeñando todo aquello que sea ajeno al mundo poético como bien podrían serlo el discurso crítico o el análisis propio del ensayo social.
En este libro en particular Pedro Centeno aborda casi sin proponérselo los grandes problemas del hombre, aunque el eje central que da estructura a esta obra parecería ser la ausencia del amor o el anhelo del mismo que, de materializarse en la forma de una persona concreta, mitigaría buena parte de nuestro dolor humano.
Jorge Esteban Mussolini, 12 de diciembre de 2012