Mareabaja

He sido convocado a sensaciones. Al poder humano de orillar en el tiempo la ternura. Sigo las huellas de los vértigos elementales del poeta Claudio, entre un no estar para que nos olviden y un permanecer residuo de su marea baja. Siento que escribe un poeta de un pueblo joven en un mundo viejo. Despunta formas poéticas rigurosamente unificadas para conjurar los peligros en los que caminamos los creadores. Los suyos son dioses invictos en esos territorios de los no silencios cuando las luces se apagan, el secreto de los sueños, los fríos de las ausencias, lo incomprensible de siempre caer. Este hombre es hijo de la palabra. Sus necesidades de belleza son raíces aciagas que buscan resplandores antes del nacimiento. Ahora, memorioso de la existencia, quiere tocar verdades. Leyéndolo, recuerdo que somos bibliotecas nómadas a cielo abierto. Me dejo encantar por sus balbuceos sobre esas verdades que busca. Las lógicas tradicionales quedan afuera de su poesía. Sus estructuras reales tienen finales abiertos. Y cantan. Son otras músicas sobre lo cotidiano. Sucede que él sabe de las leyes endórficas, de los sucesos del rezo y de las tierras espirituales. Entiende, pero para qué?, siguen sus preguntas en un marco de modernidad tardía y renacimientos cristianos.
Buenos presagios recibirán aquellos que se dejen sonorizar por el esqueleto de la luz que encierran estos jardines de la poesía.

Luis Esteban Amaya Rocha