Tráiler, de María Calviño

Cuando la palabra abandona su inercia y se lanza hacia su propia continuidad, la poesía nace otra vez y, con ella, la dicha se pone de nuevo en movimiento. En ese fluir bienaventurado, los objetos se reaniman y recobran, a la vez, su condición abismal; las noticias, en apariencia triviales, se vuelven fragmentos de historias de vida en las que relampaguea lo inesperado; un tráiler es un video que resume una película entera “que parece llevarnos/ a alguna parte/ que nadie sabe dónde queda” y, asimismo, un remolque en cuya ventanita asoman unas pencas que escuchan, calladas, con sus espinas oscuras, los latidos de la palabra desdetenida.

Según Henri Meschonnic, el ritmo hace al poema porque rompe la discontinuidad del signo y permite que el lenguaje y la vida, fundiéndose, se transformen recíprocamente. Con delicada cadencia, María Calviño ha hilvanado los poemas de Tráiler: un continuo escandido por metamorfosis tan sigilosas como decisivas.

 

Cómo no va a ser del mismo color

el cielo si tenemos que estar cerca,

o todas las autopistas ahora

serían como esa del sur; no vamos

a ser las primeras personas

que esas pencas grises

se ponen a escuchar; oyen palabra

desdetenida.

 

Por José Di Marco