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Leandro Surce ganó el primer premio de poesía otorgado por el Fondo Nacional de las Artes (FNA)

El Fondo Nacional de las Artes (FNA), como venimos reivindicando en este espacio, es fundamental para promover el desarrollo de artistas, gestores y organizaciones culturales de nuestro país. Desde hace años se mantiene fiel a su compromiso con la literatura y la promoción de nuevas voces en el ámbito literario a través de sus reconocidos premios. Te contamos en un posteo anterior que Cartografías nació como editorial gracias al apoyo de este fondo.

Como cada año, a fin de 2023, se dieron a conocer los ganadores del Concurso de Letras 2023, del FNA compuesto por categorías como Poesía, Novela, Cuentos, Novela Gráfica y Ensayo/No Ficción. En la categoría de Poesía, el Primer Premio fue otorgado a Leandro Surce por su obra La isla blanca, reconocida por el jurado integrado por Mercedes Roffé, Carlos Battilana y Elena Annibali (esta última autora, publicada por Cartografías hace ya casi 20 años en nuestra colección De bolsillo: Madres remotas).

Leandro Surce, primer premio de Poesía, también nos honra con su presencia en nuestro catálogo de poesía con su libro: In medias res (colección Archipiélago). Esta vez, conversamos con él para que nos cuente acerca de su nuevo libro, el premiado La isla blanca, así como de la realidad actual que vive como editor independiente -está al frente de Kintsugi Editora.

 

– ¿Lean, nos contás en qué consiste La isla blanca? Cómo surgió, tus motivaciones, inspiraciones…

– Empecé a escribir La isla blanca en una época en la que estaba fascinado con la figura del náufrago. Recuerdo que leer Foe, de Coetzee, fue la gota que rebalsó el vaso. Entendí que ponerme en la piel de un náufrago me permitiría trabajar sobre una subjetividad reducida a su mínima expresión; algo así como un Yo puro maldito, es decir un Yo que a la vez que se erige como condición de posibilidad de la experiencia, tiene que manejarse dentro de un campo experiencial sumamente empobrecido: la isla desierta. Temáticamente, los problemas existenciales cayeron como cocos: la soledad, la locura, la angustia, la sociabilidad frustrada, etc. En última instancia, el gran desafío del náufrago es cómo lidiar con su propia interioridad (aunque ésta no sea más que un cronómetro disparado).

En términos formales el poemario tiene una estructura narrativa. Del poema 1 al 50 de despliega así una cronología. También aparecen distintos personajes; personajes que, paradójicamente, no rescatan de su soledad al náufrago: su propia sombra, un mono, una sirena y el fantasma de Robinson Crusoe. Introducir personajes fue muy divertido porque me permitió dotar al libro de cierta polifonía y enmascarar un pequeño homenaje a un gran poeta argentino: Luis Alberto Spinetta. Por suerte La isla blanca se va a publicar este año en la preciosa editorial Salta el Pez.

– Estamos viviendo un momento político, con el gobierno de Javier Milei, que pone en riesgo el Fondo Nacional de las Artes: ¿por qué te parece importante que exista este organismo autárquico?

– Estimular las ciencias y las artes es una tarea que todo Estado saludable debe llevar adelante. La cultura es un derecho de los pueblos. En ese sentido, considero que el fortalecimiento del CONICET, el Instituto Nacional del teatro o el Fondo Nacional de las Artes, por ejemplo, es un proceso vital y virtuoso; es decir, con consecuencias positivas tanto para la sociedad como para la economía. Desfinanciar y ningunear a estas instituciones es un ataque directo a la identidad del pueblo argentino y a sus perspectivas de desarrollo inmediato y futuro. Al fomentar las artes, el FNA apuntala, con becas de creación, premios o subsidios, nuestra imaginación colectiva. ¿Qué perspectivas de desarrollo puede tener un país sin imaginación?

– Sos editor independiente en Kintsugi Editora: ¿cómo ves la situación de la edición hoy en argentina? ¿Cómo impactan los costos en la edición de libros y en la venta?

La situación es desoladora. Se corresponde con el modelo económico que intenta imponer a la fuerza el gobierno nacional actual. Los bienes culturales (una película, un libro, una artesanía, etc.) son los primeros en verse afectados cuando la economía entra en recesión. Como el consumo cae, la inversión cae. Todo tiende a paralizarse. La falta de regulación del precio del papel encarece por demás (especulativamente) el costo de producción del libro en un contexto de alta inflación en el que la gente tiene que recortar gastos para sobrevivir. Ante tal escenario, el margen de resistencia de las editoriales independientes es cada vez más acotado.

En Kintsugi Editora, por ejemplo, tenemos varios proyectos listos pero la situación económica nos obliga a pensar dos o tres veces antes de dar cada paso. En un contexto recesivo las editoriales publican menos títulos o reducen las tiradas o ambas cosas.  Antes de que, a 40 años del retorno a la democracia, el anarco-libertario Milei se transformara en la cabeza del Estado (espero que se aprecie la ironía), el mundo del libro se pronunció en redes sociales (bajo el lema “Milei No”) alertando sobre las nefastas consecuencias de la reimplantación de un modelo neoliberal en la Argentina. Yo hice lo mismo. Recuerdo que una usuaria de Instagram que sigue a la editorial comentó: “No mezclen la política con el arte, no me parece”. Me preocupa que personas adultas sigan pensando que la política es un fenómeno aislado. Va en la misma línea de quienes repiten que son “apolíticos”.

– ¿Cuál dirías que es la relevancia de potenciar la literatura en una comunidad?

– Leer es una forma de escuchar, de entablar un diálogo (con vivos y muertos). Potenciar la literatura es una forma de llenar de contenido real a una comunidad; a una comunidad no necesariamente delimitada por fronteras nacionales. Los libros ponen en común experiencias, valores e ideas, fomentan la imaginación, refinan nuestra sensibilidad, nos brindan herramientas para construir o reconstruir nuestra identidad. Sospecho que debe haber alguna correlación entre la creciente falta de lectura y el aumento de la insensibilidad social.

Verónica Dema