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Sobre el libro Diario de una androide, de Marcelo Fagiano (por Diego Formía)

Diario de una androide, de Marcelo Fagiano

Diario de una androide es el último libro de poemas de Marcelo Fagiano, publicado en una coedición entre ediciones la yunta y nuestra editorial Cartografías.

El poeta y gestor cultural Diego Formía, que acaba de editar su poesía reunida en Cartografías, Te deseo un río, escribió una reseña de Diario de una androide, que comparte con esta comunidad lectora.

Poesía en tiempos de inteligencia artificial, por Diego Formía

Marcelo Fagiano escribe un diario en versos en la piel de un organismo sintético que adquirió una sensibilidad poética, una voz androide de escritura autómata desde una femineidad coral e inmemorial. Cada uno de los dieciocho poemas que componen el libro se escribe y se borra de manera mecánica. Los poemas escritos en el éter contienen manifiesto, herencias, ensayos, anhelos y ofrendas en un mundo donde ya no hay lectores, no hay escuchas.

“Se extinguieron/ desaparecieron de la faz de la tierra/fue masiva la burbuja de su derrota/fueron sus propios predadores/creció la ignorancia ilustrada …”, se lee en uno de los poemas, bajo el título “Ellos”.

La androide poeta se llama Alejandra y su diario abre con un epígrafe, con palabras de Pizarnik: La hermosa autómata se canta, se encanta, se cuenta casos y cosas: nido de hilos rígidos donde me danzo y me lloro en mis numerosos funerales.

Estos mismos versos se leen nuevamente en el corpus, en el poema titulado “Ella”, artefacto textual que comienza con los siguientes versos de la voz metálica: «Poéticas ancestrales edificaron mi escritura/ guardo en la memoria/ilustres malditas olvidadas frases/millones de poemas en un mismo destino…”.

La apertura del libro tiene un segundo epígrafe con palabras de Marvin Lee Minsky: “Cuando los ordenadores tomen el control, quizá ya no los podamos volver a recuperar. Sobreviviremos mientras ellos nos toleren. Si tenemos suerte, quizá decidan tenernos como mascotas.”

En parte, los “ordenadores” de la actualidad ya tienen el control. Fagiano, con Diario de una androide se lanza hacia adelante, en clave poética, creando un mundo donde la alienación y la autodestrucción alcanzan a fagocitar la humanidad por completo. Con este libro, con una escritura concentrada como corpus que se autodestruye, Fagiano imagina y reflexiona (y nos invita a hacerlo) en torno a la poesía en estos tiempos de inteligencia artificial.

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Sangre subjetiva, de Luis O. Tedesco: una mirada del poeta Sandro Barrella

Luis O. Tedesco. Sangre subjetiva

Sangre subjetiva, de Luis O. Tedesco, es un libro en coedición con ediciones la yunta. Lo presentamos en estos días en la biblioteca Evaristo Carriego, en la ciudad de Buenos Aires, antes conocida como Casa de la Poesía, el lugar donde vivió el poeta y donde escribió gran parte de su obra.

El poeta Sandro  Barrella, autor de libros como El álbum de Pascal (Último Reino, 1996), El golf (Alción, 2005), Los pájaros (Bajo la luna, 2010), Los italianos a la guerra (Ediciones en danza, 2013), Viaje sentimental (Gog & Magog, 2017), Villa Santa Rita o el libro de los pasajes (Caleta Olivia, 2019), La liebre (Bajo la luna), entre otros, fue quien presentó Sangre subjetiva. Es un texto, que conjuga calidez y calidad literaria, y lo compartimos con ustedes.

Una lectura de Sangre subjetiva, de Luis O. Tedesco, por Sandro Barrella

El aire se llena de preguntas cuando uno agarra el libro de Luis, mira la tapa y lee el título, Sangre subjetiva. ¿Querrá decir, así enunciado, que nos espera una confesión, un poema que viene a declarar la verdad de un individuo, un poema peculiar, propio, interior, arbitrario? En tanto se diga subjetiva, ¿Se tratará de un poema parcial, sesgado, relativo, tendencioso, partidario, si atendemos las derivas sinonímicas del término? ¿Será la cualidad subjetiva en este caso, no, lo opuesto a una, vaya a saber qué objetividad universal, o, más bien se trata de la parte indivisa de lo uno que se vierte en el cauce de lo colectivo? ¿Es portadora esa sangre de aquello que de común se identifica como origen, esencia, y, de nuevo, verdad, destino acaso? ¿Fluye su torrente en virtud de aquello que se ama, donde manda la pasión y de ahí, que sea subjetiva? ¿Es esta sangre, una ordalía, o la prueba de aquello que no tolera refutación? ¿Es un mito, un aspaviento, una superficie líquida en la que se reflejan, o, mejor dicho, se proyectan, los movimientos, la memoria, la ética, de una vida que no rinde cuentas ni balances?

Decía Zelarayán, no hay peor sordo que el que quiere oír. Yo digo, no hay peor presentador de libro que aquel que pretenda explicarlo. Dice Luis, “Dejala ir, su fajina/ no semiya hermenéuticos placebos”. Y podríamos quedarnos con estos dos versos hasta mañana a la mañana, por decir algo, y engrupirnos en la tentativa de desentrañar el sentido último, abonar un esencialismo estéril, o refugiarnos en afanes exegéticos sin fin, rigurosos tal vez, acaso inútiles. Yo propongo lo siguiente:

Fajina:

Trabajo agrícola que se hace antes del mediodía.

Trabajo de limpieza que realizan los presos en las cárceles.

Trabajo corporal que exige fuerza y resistencia.

Trabajo agrícola o doméstico.

Trabajo agrícola realizado después de la jornada laboral ordinaria.

Desyerba, escarda.

Haz de ramas, paja o cañas unidas y recubiertas de barro, que se utiliza en la construcción de ranchos.

Grupo de personas que conjuntamente llevan a cabo una tarea.

Trampa hecha con ramas entrecruzadas muy tupidas que se utiliza para cazar conejos y perdices.

Confusión, desorden.

Castigo que consiste en fregar los utensilios de la cocina.

En el ejército, pantalones cortos y gastados.

Esta lista, seguramente incompleta, está disponible en una entrada del diccionario de americanismos de la RAE, y puede consultarse por internet. De significados diversos, complementarios, opuestos incluso, conviven definiciones de uso carcelario, policial, campesino, militar. El sentido de este último es el que tengo más presente. Cuando era chico se escuchaba a menudo la expresión, “va vestido de fajina”, cuando se hablaba de un militar que llevaba la ropa de todos los días. También se usaba para referirse a la ropa de trabajo que vestían los operarios. Entonces, volviendo a los versos de Luis, digo que, sin perder de vista aquello que dicen, no se caiga en la trampa, el espejismo, la cárcel del sentido, porque si hiciéramos el ejercicio de rastrear cada una de estas palabras que imprimen en el texto ciertos rasgos que lo definen y le dan un carácter, nos encontraríamos con un artefacto sin vida—sin sangre.

Sin embargo, permítanme que me contradiga de inmediato, y vuelva un momento sobre cierta idea a la que llamaremos el Léxico-Tedesco, que ampara y cobija palabras en uso y en desuso, neologismos, conversiones ortográficas, jerga de malevaje, silabeo del barro, virutas del español arcaico, una masa mestiza para un pan ázimo, que sin embargo leva. Pesco una entre la correntada, una que parecía haber olvidado, que hacía mucho tiempo no se me presentaba, y que Luis la trae fresca y renovada al cuerpo del poema, palabra celebratoria: “pirovar”. El poder de evocación de esa palabra me llevó a mis diez, once años, fines de la década del ´70, durante la dictadura—porque en mi país hubo una dictadura—me llevó, decía, a las calles del barrio del golf en el Partido de Tres de Febrero, a los veranos de vagabundeo infantil y secreteo entre pares, cuando creíamos descubrir un mundo, y ciertamente los estábamos descubriendo. Entonces, en la aparente contradicción entre el apego literal a un léxico y su diseminación en el texto, lo que sucede en realidad es el ir y venir de la palabra como unidad mínima de significado—la palabra, vista así en su materialidad, despojada y sin pontificaciones metafísicas—a unidades mayores, versos o pares de versos, que aun en su ilusión de completar un sentido, una imagen más abarcadora, o indicar una lógica de las sensaciones, se reservan un núcleo irreductible que se niega a ser domesticado. Elijo, por antojo más que por azar:

«horchata de sublimes oratorios/ costra desanimada en los altares” // “Es vozarrón, oxígeno de pampa/ simún en tu temblor en cautiverio” // “no se te ocurra/ enhebrarle codicias del contento/ al cimarrón que invade sus vocales” // “aleteando dadá, el disonante” // “bien mamao con su fardo de sintagmas” // “diptongos que crepitan consonantes” // “en pajonal sin lumbre de vocales” // “ni lavar con meadas evangélicas/ el flujo salvaje de su nadie”…

Y andando el libro, las preguntas insisten como niebla o rocío en medio de la noche en el desierto ralo de la Argentina subjetiva y común, la de allá lejos y la de aquí y de estos días, y digo de la insistencia de las preguntas porque no hay clausura ni conclusión. Hay arrebato y dirección, eso sí, hay constancia y celo en el decir. No de ahora, son muchos libros modelando un idioma, una lengua, un sonido, un ritmo, un léxico como se dijo antes; no se crea que Sangre subjetiva llegó solito, huérfano e impar. La Lengua-Tedesco le es propia por prepotencia, acopio de trabajo, impertinencia y fervor, pero además al compartirla como un don en su poesía, la vuelve fraterna.

Y si bien se dijo más arriba, no sin espanto, que la vocación de explicador es de algún modo la ruina de quien presenta un libro, y el pasaporte seguro al tedio generalizado, algo parece que fuimos glosando. Se dirá además que predomina en el libro el endecasílabo; que dos estrofas con tercetos es la forma que repite, y que algunos poemas presentan variaciones a esa forma; se dirá también que, en el “Dejala ir” con el que empieza cada poema hay un salmodiar que invita a la oración laica, y aun así estaremos diciendo poco. Acaso porque en Sangre subjetiva cabe una vida, vivida y multiplicada, es que gravita, sonora, la voz de Luis, su sangre, que corre y fluye, sonora decía, la voz de Luis, que piafa encabritada, se sacude, recorre el tiempo de atrás para adelante y vuelve en un sinfín, como la sangre que en el cuerpo circula. Y la deja ir nomás, para que siga viviendo, retobada, erótica, insumisa, presta a dar pelea al filisteísmo de los salones, y al matonismo vulgar de los eunucos, devenidos bufones con banda cruzada al pecho y bastón con mango en plata labrado—y ladrado. Porque—y no es de ahora—a Luis no le hace retroceso el presente cuando embiste con su carga de malicia. Se planta y de frente lo mira y lo nombra, en su real dimensión, de ahí que en un mismo poema convivan el poeta Ovidio con mayúscula, como corresponde, y, minúsculo el bufón, con minúscula—página 31, y perdón la referencia puntual como si se tratase de una nota al pie, pero es pertinente en este caso.

Como Malón en cautiverio, Hablar mestizo en lírica indecisa, El sin… de mi aparente, por citar algunos de sus libros, Sangre subjetiva crea la lengua que la expresión le exige; rehúsa la dualidad de forma y contenido, y el poema da cumplimiento a lo que sus palabras prometen. Sabedor de la tradición del verso en castellano, Luis lo entrevera en torsiones sintácticas, pone en tensión el ritmo, desafía la inercia almibarada que se esconde detrás de la métrica.

Insisto, no se puede reducir un libro a unas cuantas descripciones, a ciertos tópicos por los que avanza, al, digamos, tema, que nunca es preciso, plano, diáfano. Es justamente en la opacidad de la lengua donde el poema refulge, se expande, lanza su golpe de dados, y pone a raya a la muerte.

Finalmente, decir que, yo no estaría aquí si no tuviera admiración por la poesía de Luis, y si no me uniera a él un gran cariño, una amistad. Digo esto para ahuyentar el fantasma empalagoso de los elogios críticos, de las explicaciones y sus tautologías, y llamar a que celebremos la aparición de su libro y ahora sí escucharlo, de propia voz, decir los poemas.

Por Sandro Barrella

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El Aguante Poesía va a la Escuela (APE): 9 años de promoción de la lectura en territorios

Aguante Poesía va a la Escuela (APE), en Río Cuarto.

El Aguante Poesía va a la Escuela (APE) es una propuesta dentro del Aguante Poesía (AP!), un encuentro federal de poetas que ya tiene 18 años.

Marcelo Fagiano, para una entrevista en este mismo espacio, habló de la importancia de sostener festivales culturales como el AP! (Aguante Poesía). “Lo poético como protagonista genera una bienvenida alteración de la cotidianeidad. Poetas que susurran o enuncian a viva voz sus textos llenando todos los rincones de corazón y cerebro de palabras encadenadas para el deleite”, expresó Fagiano, quien desde los inicios estuvo en la organización de este festival de poesía que ya se ganó el reconocimiento nacional.

Fagiano resaltaba, sumado a esto, el Aguante Poesía recorre las escuelas, un espacio para intercambiar sentires con los estudiantes que escuchan atentos, leyendo también sus propias creaciones. “Lo poético como noticia fragmenta, desplaza y vuelve a unir lo imposible para pensarnos otros”,  decía.

Así que en este momento en que se está celebrando este encuentro quisimos traerlo, reivindicarlo. Tal como señalamos quienes estamos en la organización del AP!, se vuelven imprescindibles estas tramas para promover actos de lectura y escritura de poesía en escuelas, territorios, aulas.

Esta es la oportunidad para que cientos de estudiantes de al menos 13 escuelas de la ciudad y más de 20 docentes, la gran mayoría graduadxs de Letras, de la Universidad Nacional de Río Cuarto, nos esperen para activar, una vez más, el encuentro literario y su capacidad de disfrute, conocimiento y memoria.

Desde este año, el APE se realiza en articulación con la Secretaría de gestión comunicacional y cultural de la Facultad de Humanas. Y, como bien destacan los docentes que participan: «Hay APE, porque hay universidad pública y gratuita». Y es una defensa que no vamos a resignar.

La poesía va a la escuela: APE, en Río Cuarto.
La poesía va a la escuela: APE, en Río Cuarto.

Luego de su participación en el APE, el poeta y docente de la UNRC Marcelo Fagiano publicó en sus redes un texto que reproducimos con su permiso:

EL AGUANTE POESÍA VA A LA ESCUELA

Río Cuarto, Córdoba. Argentina.

Ahí devora sueños reciclando la pulpa de la esperanza, escupe la pepita del lenguaje lejos de los renglones, sale de las bibliotecas y ensayos académicos, mezcla, disuelve y homogeniza la palabra, la canta a viva voz y escribe tinta a tinta de manera coral.

Lleva en andas las ganas de compartir.

Tiene 9 años y camina con la colorida motricidad de innumerables trabajadoras docentes de la universidad pública y gratuita (UNRC), junto a graduadas y graduados del sistema educativo primario y secundario.

Tiene 9 años, sucumbe de silencios y miradas cómplices entre decenas de estudiantes. Se alimenta de un nosotros colectivo y rizomático que, cautivo de emoción, da el todo por la nada con la ilusión de esculpir el tiempo a su antojo.

Cuando la poesía acontece deja siempre en el cuerpo alguna marca.

Por Marcelo Fagiano

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Luis O. Tedesco publicó su libro de poesía Sangre subjetiva

Luis O. Tedesco, Sangre subjetiva.

Dejala ir, no se te ocurra

drenarla, organizar un territorio

donde recluida no salpiche,

ni su manchón rojo se extienda

en los cañaverales de la piel,

tan rígida tu piel sin sensaciones.

Luis O. Tedesco

 

Este es el poema inicial de Sangre subjetiva, de Luis Osvaldo Tedesco, una coedición entre Cartografías y ediciones la yunta, la quinta experiencia conjunta con  este sello independiente nacido en Buenos Aires.

Dice uno de los editores de la yunta, Alejandro Cesario: «La coedición entre dos editoriales permite no tan sólo poder editar el libro, sino, además, ampliar la posibilidad de lectores, ya que cada editorial puede distribuirlos en lugares distintos y darlos a leer a escritores/poetas de distintos lugares».

Suma: «Poder compartir la edición de un libro, su armado y su diseño es una aventura que al ser compartida enriquece desde todo punto de vista, no solo a los editores, también a quienes elijen publicar, ya que cuentan con más de una devolución de sus escritos».

Luis O. Tedesco, un autor con trayectoria que vale la pena leer

Luis O. Tedesco es un autor de una enorme trayectoria, que  vale la pena editar y leer. Nacido en Buenos Aires en 1941, es considerado una de las voces poéticas más personales de la Argentina. Publicó los siguientes libros de poesía: Los objetos del miedo (1970), Cuerpo (1975), Paisajes (1980), Reino sentimental (1985), Vida privada (1995), La dama de mi mente (1998), En la maleza (2000), Aquel corazón descamisado (2002), Lomas del mirador (2006), Hablar mestizo en lírica indecisa (2009), Malón en cautiverio (2013), Lucho Maidana ataca. Monólogos en contexto de encierro (2014), El sin… de mi aparente (2017), Poesía política (2019), Queridísimo hermano (2020), El imposible lacerado y otros baruyos del idioma (2021), Agua negra la noche. Diario humanar del endecasílabo (2023). En 2005, el Fondo Nacional de las Artes publicó su Antología Poética.

Recibió el premio Domingo Faustino Sarmiento, otorgado por el Senado de la Nación a su trayectoria literaria (2008). En el año 2014, la Biblioteca Nacional lo distinguió con su Premio Rosa de Cobre. En 2024, la Fundación Konex le otorgó el diploma al mérito.

–  ¿Por qué leer a Luis Tedesco?, le preguntamos a Alejandro Cesario

Hay que leer a Tedesco porque es una poesía que vigoriza la lengua, donde la palabra siempre se vuelve palabra poética. Porque Tedesco escarba en la lóbrega umbría, corroe el lenguaje en un tono único, lo descarna y, con absoluta robustez, lo alberga de belleza y emoción. Leerlo siempre mece el ánima. Toda la obra de Tedesco ha de ser leída como el acaecer viviente del idioma.

Por Verónica Dema

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Tráiler, el último libro de poemas de María Calviño

María Calviño

Tal como escribe el editor José Di Marco en la contratapa de Tráiler, el libro que acaba de publicar María Calviño en Cartografías, «un tráiler es un video que resume una película entera ‘que parece llevarnos/ a alguna parte/ que nadie sabe dónde queda’ y, asimismo, un remolque en cuya ventanita asoman unas pencas que escuchan, calladas, con sus espinas oscuras, los latidos de la palabra desdetenida«.

Cuenta Mary Calviño que empezó a escribir Tráiler alrededor del poema que le da nombre al libro y a partir de otros fragmentos que fueron surgiendo entre 2021 y 2022, en tiempos de pandemia. «En 2022, precisamente, la editorial cordobesa Bardos reeditó mi libro Fin de semana largo, donde el poema central tiene relación con ir, venir, moverse; un poco impulsado por la emergencia climática ahí se usa el lenguaje de los traslados», dice. «De pronto, nos habíamos quedado quietos [por el aislamiento por el Covid], presumiblemente en un planeta que se decía encerrado e inmóvil, aunque las cosas nos sucedían de modo tortuoso, público o visiblemente normado, algo torpe. Perdíamos gente querida, nos perdíamos».

Tráiler, el libro de poemas de María Calviño

En diálogo con Mary, reflexiona: «Diría que en Tráiler busqué un lenguaje enfocado en ese mínimo arco del movimiento inicial o de la quietud insólita, porque si bien la relación entre los poemas es endeble, en cada uno hay algo quieto que comienza a moverse –o amenaza con hacerlo- y al revés: algo se detiene». Y sigue: «Puede ser en el espacio, el tiempo, la expresión, la vigilia, el sueño o la luz; la figura humana o vegetal o animal siempre un poco escorzada (como pasa también en los tráilers de películas cuando eligen darnos una sola dimensión del asunto, o una parte)».

El libro está ilustrado, en la tapa y también en varias páginas del interior, por la poeta y artista Mariana Robles, autora de la familia de Cartografías con dos libros de poemas: El nacimiento de lo extraño y Retamas en la dimensión sin nombre; y el libro infantil: ¿Vive el tiempo en algún lugar? Las pinturas, a pleno color, fueron creadas por Mariana luego de leer los poemas de Mary. En ese ida y vuelta hubo lecturas y algunas conversaciones entre ambas: Mary le contó su concepto del libro, cómo fue el proceso de creación, le señaló que Tráiler tiene las estrofas separadas por estrellitas porque de algún modo también es una invitación a leerlo de manera desordenada, entre otras cosas.

«A raíz de ese desarrollo, de cómo el poema se va convitiendo en el libro que resultó ser, de lo que trata la mayoria de los textos es de detectar un pequeño arco de movimiento desde la quietud», le contaba Mary a Mariana.

Una estrofa del poema Tráiler dice:

Y cuentan que cuando al fin
nos damos, alma sin ancla
en el latido mismo
del corazón, este cachivache
se empieza a mover: palabra
desdetenida, de dicha
desdemorada.

Es el latido del corazón lo que nos hace reconocer que estamos en movimiento. Y en todos los textos hay un momento en que algo que está quieto se empieza a mover o algo que parece quieto en realidad se está moviendo. Dice Mary: «El tráiler enlaza esos dos sentidos: una especie de relato anticipatorio de algo que no se termina de cerrar, porque en verdad es una invitación a ver/leer; y, por otro lado, ese vehículo que es un recipiente, que no tiene motor propio, que necesita ser enganchado a la verdadera fuente de tracción de ese tráiler, que es un lugar hasta donde se puede vivir».

Dibujos del interior de Tráiler, por Mariana Robles.
Dibujos del interior de Tráiler, por Mariana Robles.

-¿Por qué decidiste publicar en Cartografías, Mary? 

-Que Tráiler salga por Cartografías es una alegría que no me quise perder. Porque recuerdo la editorial de los inicios, ahora cumpliendo veinte años, con el mismo amor por los libros de papel escritos más desde un territorio que desde el mapa, y la amistad que me une a los cartógrafos resultó inevitable como la poesía. 

Por Verónica Dema

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Mariana Robles publicó su poemario Retamas en la dimensión sin nombre

Ilustraciones de Mariana Robles.

Mariana Robles publicó su poemario Retamas en la dimensión sin nombre, en la colección Archipiélago de Cartografías, que, tal como señala el editor Pablo Dema, puede leerse de modo independiente o una continuidad de El nacimiento de lo extraño (2020). Precisa el editor en la contratapa del libro: «Si en el primero [El nacimiento de lo extraño] se reconstruían los orígenes de un vinculo madre hija dominado por la perspectiva infantil y una separación forzosa que abrió una herida, en éste el amor materno filial y el deseo de reencuentro son los pigmentos que están en la base de un paisaje que es el escenario de un paseo compartido».

Y suma: «Como Dante y Virgilio, como los héroes románticos que crearon Novalis y Hölderlin, la madre y la hija se toman de la mano para transitar por una geografía plagada de símbolos y de criaturas extraordinarias surgidas de la imaginación de esta poeta artista que homenajea y recrea la tradición pictórica occidental en los poemas y en las pinturas que acompañan los textos. A lo largo del viaje, la hija madura y sana, mientras que la madre va destilando reflexiones sobre su experiencia que serán atesoradas, más allá de estos personajes singulares, por cada lector que se remonte a su condición básica de criatura dadora de vida».

Retamas en la dimensión sin nombre, de Mariana Robles.
Retamas en la dimensión sin nombre, de Mariana Robles.

Conversamos con la escritora Mariana Robles para que conocer qué la motivó a escribir este segundo libro de poesía (Mariana tiene publicado también ¿Vive el tiempo en algún lugar?, de nuestra colección infantil), por qué volvió a elegir esta editorial y qué significa para ella publicar poesía en estos tiempos tan críticos para la cultura en nuestro país.

-¿Qué te motivó a publicar este libro de poemas?

-Hace algunos años publiqué en Cartografías El nacimiento de lo extraño y, ahora, Retamas en la dimensión sin nombre. Ambos libros se encuentran relacionados: los dos poemarios recorren un territorio singular de la geografía materna, los paisajes de la infancia que se presentan actualizados por ciertas imágenes ensoñadas. Me pareció interesante e importante que pudieran verse de ese modo, en una continuidad, pero también como el desarrollo de una pulsión del orden de lo mágico que opera en los poemas. En ese sentido, Cartografías resulta el cobijo ideal para resguardar esos mundos subterráneos, los senderos nocturnos, los recovecos porosos que sostienen las palabras.

-¿Qué significa en estos tiempos de crisis y ajuste a la cultura dedicarles tiempo y esfuerzo a publicar poesía?

-La realidad puede ser, no sólo ahora sino siempre, una condición peligrosa para la ensoñación y el pensamiento y la poesía convertirse en la vía intensa para acceder a imágenes extintas, preciosas o sagradas. En la actualidad, en el contexto de crisis y ajuste a la cultura sabemos que lo económico afecta de manera determinante las producciones artísticas. Advertimos, cada día, la reducción o extinción de los diversos financiamientos que existían, pero, principalmente, asistimos a la construcción de muros que clausuran toda diversidad de pensamiento y de experiencia imaginaria.

Un lenguaje violento y degradado irrumpe para arrasar con todos los pliegues de la lengua y, entonces, puede justificar el vaciamiento con las más burdas pruebas. Argumentan que en un país donde hay niños con hambre el estado no puede sostener el teatro o la gestión de museos públicos cuando, en realidad, la pobreza es, también, una consecuencia de las políticas públicas que no incluyen en sus planificaciones programas culturales. Creo que seguir publicando es un gesto grandilocuente en estos momentos, es una manera de ofrecer al mundo una versión diferente, un conjunto de palabras blandas frente al monstruo que cuantifica cuerpos para arrojarlos a la maquinaria productiva. La poesía nos salva de eso, de convertirnos en cosas, en enemigos, en desconocidos de nosotros mismos y de nuestra historia.

Por Verónica Dema

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«Los superhéroes no cortan yuyos», de Gustavo Borga, y «Diario de una androide», de Marcelo Fagiano, dos libros en coedición con Ediciones La Yunta

Dos libros en coedición con Ediciones La Yunta.

Los superhéroes no cortan yuyos, de Gustavo Borga, y Diario de una androide, de Marcelo Fagiano, son dos libros en coedición con Ediciones La Yunta. Para las editoriales independientes autogestivas, unirse en el proceso de edición es el modo de publicar en este tiempo de crisis económica y de valores.

TEATRO. –

Los superhéroes no cortan yuyos, de Gustavo Borga,  es una pieza teatral. Corren los años 90 del siglo pasado. Juan y Pedro, sus protagonistas, trabajan desmalezando terrenos por una paga miserable. Alguna vez tuvieron empleos más dignos y mejor remunerados, pero la política económica implementada por el gobierno de Carlos Menem los obligó al retiro voluntario y, de ahí en más, a una vida reducida a la mera subsistencia cotidiana.

En sus derroteros personales (trayectorias marcadas por la penuria y el desaliento), se trama la debacle de un país condenado a la pobreza masiva y se anticipa la hecatombe que estallará en el 2001. No obstante, y a pesar de lo aciago de las circunstancias, Juan y Pedro se permiten la ensoñación y el desvarío. Sus diálogos disparatados no sólo constituyen evasiones de ocasión; son asimismo punzantes vectores lanzados hacia el rostro oscuro de una época despiadada.

Al igual que en la poesía del autor, aquí descuellan el humor negro y la ironía corrosiva. Esos tonos dan sostén a un cúmulo de situaciones teatralmente absurdas en las que cristaliza una perspectiva social tan acre como demoledoramente lúcida.  

Sobre el autor: Gustavo Borga nació el 7 de diciembre de 1960 en Villa Nueva, provincia de Córdoba. Publicó los siguientes libros: Patitos degollados (Edición de autor, 2002), Hermoso niño rubio (Xión Ediciones, 2006), Poesía reunida (Editorial llanto- demudo, 2008), Para vos NO (Editorial Ilantodemudo, 2010), Un puntito negro (Editorial Cartografías, 2013), Como un corazón (Borde Perdido Editora, 2016), Pozo de luz (Eduvim, 2018), La pastilla que brillaba como una luciérnaga (Borde Perdido Editora, 2021) y Alitas de pollo congeladas (Mascarón de proa, 2022). Es ferroviario.

**

POESÍA. –

La raza humana se ha extinguido gracias a su portentosa capacidad de autodestrucción. Desde un espacio-tiempo post-apocalíptico, una criatura  munida de una sensibilidad femenina se comporta como una máquina parlante; hace suya la memoria de las mujeres que la precedieron (de aquellas que fueron poetas y de aquellas otras, anónimas pero igualmente inolvidables) y con una voz casi coral profiere la insistencia diaria de una escritura que discurre en el éter mientras se va borrando. Como no puede reproducirse, escribe. Y lo que escribe es un adiós deletéreo, explosivo, final.

Así, en Diario de una androide, su quinto libro de poesía, Marcelo Fagiano apuesta por la construcción de universo distópico donde restalla, renovada, la dimensión altamente metafórica de su producción poética. 

Sobre el autor:  Marcelo Fagiano es poeta, narrador y drama- turgo. Integrante y fundador del grupo de poesía callejera «Poetas del Aire» (1991-2002). Doctor en Ciencias Geológicas y profesor uni- versitario. Publicó:  Las manzanas de la libertad. 1″ Premio Publicación (Teatro, Córdoba, 1993); Jeroglificos en la arena (Poesía, Ed. Sociedad de los Poetas Vivos, Buenos Aires, 1997); Las florecillas del diablo (Poesía, Ed. Cartografias, Río Cuar- to, 2009); La sed de Heráclito (Poesía, Ed. del Dock, Buenos Aires, 2017); Guardianes de ceni- zas (Poesía, Ed. La yunta, Buenos Aires, 2021); Muñeca de patas largas (Narrativa, Ed. La yunta, Buenos Aires, 2022). Participó en más de una decena de antologias de poesía, narrativa y dramaturgia. Ha obteni do premios y menciones en concursos nacio- nales y provinciales en poesía, dramaturgia y narrativa. En este último género ha obtenido un 1º Premio Internacional (México, 2001).

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Diego Formía publicó su obra poética reunida: Te deseo un río (1999- 2022)

Diego Formía

El poeta y gestor cultural Diego Formía acaba de publicar su obra poética reunida: Te deseo un río (1999- 2022), en nuestra editorial Cartografías. La tapa es una obra original del artista plástico riocuartense Paco Rodríguez Ortega. 

En este diálogo con Cartografias habla de la intención de reunir la poesía que fue escribiendo y publicando durante  23 años, hace un breve recorrido por cada obra, marcada por momentos diferentes de su ser escritor, y reflexiona sobre la importancia de publicar poesía en un contexto de ajuste y crueldad como el actual. «En este tiempo de ultraderecha destructiva, tanto en lo discursivo como en los hechos, publicar un libro de poesía es un acto político», dice.

Te deseo un río, poesía reunida de Diego Formía.
Te deseo un río, poesía reunida de Diego Formía.

-¿Cómo surge la idea de publicar la obra poética?

-Hace tiempo pensaba publicar la reedición de tres libros integrados: Crol en el invierno líquido (2005), el pez del ojo (2010) y Hueco de Mundo (2013). Básicamente, porque estaban agotados y necesitaba ejemplares para participar en ferias y mesas de lectura. El año pasado José Di Marco, a quien agradezco profundamente, me propone publicar la poesía reunida y desde ese momento comencé un proceso intenso en torno a la selección y corrección de libros y poemas para reeditar. Finalmente, bajo el nombre Te deseo un río, se publican poemas de los siete libros que he publicado, es decir, a los ya nombrados se sumaron Un velero en el Vacío (1999), Sonajeros (2003), Poemitas (2015) -los tres con correcciones y supresión de poemas- y Poemas para mirar / 9 universos visuales (2022).

-¿Qué etapas de tu obra comprende este libro?

-En el caso del primero y los dos últimos libros (Un velero en el vacío, Poemitas y Poemas para mirar) se construyeron con poemas sueltos, escritos en diferentes épocas. Los de Un velero en el Vacío son los primeros poemas que escribí. Creo que, si bien en estos se percibe una fibra poética, no deja de ser un libro inmaduro.

Poemitas es una apuesta a la capacidad de síntesis de la poesía y, al mismo tiempo, lo puedo percibir como un libro de disparadores, es decir, como un proyecto que se puede abrir si decido desarrollarlo como textos. Esto último es una idea que por el momento no me entusiasma, pero nunca se sabe si aparece la obsesión.

Poemas para mirar… son poemas que escribí para series y muestras (textos que eran parte de exposiciones) de 9 artistas visuales. A estos los escribí entre 2007 y 2020, pero se hizo visible como proyecto de libro en 2021. Este libro se convirtió también en una muestra con “9 estaciones” en el que los textos se exponen junto a las obras en las que se inspiraron. No descarto hacer un Poemas para mirar 2 vinculado al trabajo de otros artistas. Los demás libros nacieron como proyectos de libro o escritura.

Sonajeros es una apuesta al juego, a las infancias, las familias. La inocencia como contraste a una época signada por la estrategia compulsiva, al desencanto y la muerte. Este libro se complementó con un disco con todos sus poemas musicalizados por músicos de distintas generaciones de Río Cuarto.

Crol en el invierno líquido es un libro escrito desde una cama líquida, un yo poético que no se puede levantar y en el pez del ojo hay una decisión de “salir / salir de la cama /levantarse el viento de la tormenta afuera”.

 

Hueco de mundo mantiene el eje temático de el pez del ojo (la física teórica) pero con una escritura totalmente distinta.

-¿Por qué decidiste publicar en Cartografías?

-Publicar en Cartografías es sentirse en casa. Publicar, tomarse un vino, comerse un asado con los amigos. Un espacio de trabajo permanente que nos da identidad como comunidad lectora y literaria. Un mapa que se expande desde el lugar en el que escribimos. Cartografías es parte de nuestro paisaje humano y literario.

-¿Qué significa para vos que esta obra poética reunida salga en un año como este, de tanta avanzada contra la cultura?

En este tiempo de ultraderecha destructiva, tanto en lo discursivo como en los hechos, publicar un libro de poesía es un acto político. En este contexto facho en el que artistas y trabajadores de la cultura son tratados como si fueran maleantes, publicar libros es decirles acá estamos con nuestras voces ante sus discursos monstruosos alimentados por el odio. Decirles que no pasarán. No pasarán de esta época corta, cada vez más corta.

Diego Formía es un militante de la cultura y un trabajador de la comunicación. Cuenta que, en su espacio de trabajo, también difunde poesía. «Me estoy memorizando los poemas. Me gusta poder acercarlos oralmente a quienes quieran recibir poesía», dice. Hay algo de su compañera, la narradora oral y artista Pequitas.

Por Verónica Dema

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¿Lo leíste? nina nombre de guerra / la herida móvil, de Maite Esquerré (por Pablo Dema)

nina nombre de guerra / la herida móvil
¿Lo leíste? nina nombre de guerra / la herida móvil
de Maite Esquerré (elandamio ediciones, San Juan: 2022, 77 págs).
Maite Esquerré nació en la ciudad de Buenos Aires en 1984. Estudió Teatro en la UNCUYO y vive en Villa Mercedes. Da talleres de poesía en su casa, que es también una boutique de libros de literatura elegidos de los mejores sellos independientes. Además es docente de teatro en el IFDC y poeta.
Recuerdo que cuando leí por primera vez su primer libro nina nombre de guerra, publicado por la editorial mercedina Deacá en 2016, pensé con asombro que pocas veces había leído un primer libro tan bueno y que sería difícil para Maite escribir algo así de bueno con posterioridad.
El libro fue reeditado por elandamio ediciones junto a otro breve poemario, la herida móvil, en este bello tomito del que reproducimos la tapa diseñada por Damián C. López, su editor. Al leerlo pensé que me había equivocado y al mismo tiempo que no me había equivocado la primera vez. La herida móvil era tan bueno como nina nombra de guerra, ¿pero es otro libro? Cuando leí su tercer poemario, Los gestos inéditos (Mendoza: Grito manso, 2022) asumí que acá así había otro libro, que nina nombre de guerra / la herida móvil funciona como un solo libro y que difícilmente Maite pueda escribir un poemario tan bueno como este.
De muestra, este tríptico:
Vals
ausencia de sueños
como una segunda casa
los gestos que amamos
se aproximan
mandarse a mudar
cuando llueve
sólo la lluvia canta
suena jacques brel
para mamá que escucha
en una nube
o en el hueco de un árbol
novela negra
paloma
dónde andarás
era liviano tu corazón
un capullito de espuma
y la vida un viento
hastío
escribiste estoy repodrida
tres veces más o menos
estabas corrida en el espejo
preguntaste quién era
la que a tus pies te veía irte
siempre vienen visitas
dudaste de vos y te viste pasar
ángel de fuego entre mortajas
plegaria
de cada pecho
que se parte caen
huevos de palomas
o chocolate
vine a ver los juguetes
y las ramas
en casa sobraban
los rincones
las penumbras
dejame tocar esos ojos
sellarlos besar tu anillo
cerrar mi vida
en la tuya
Completamente integrados, los poemas surgen de la voz de una hija que le habla a una madre ausente. Cada breve poema es la pincelada de un retrato y el rastro de una biografía fulgurante iniciada en Villa Mercedes en 1944 y finalizada en la misma ciudad en 1989 tras un lapso de tiempo de residencia en Buenos Aires. Adriana, la mamá que cuidaba a sus dos pequeños hijos, la lectora y amante de la música (Piazzolla, Jacques Brel, Nina Simone, Sinatra), la militante de las FAP que estuvo detenida cuando usaba el nombre de guerra Nina, la trabajadora fabril, la enferma de cáncer, la joven muerta pálida, el fantasma con el que se inició en la infancia un diálogo que perdura.
Los poemas trabajan con rastros físicos, con destellos de recuerdos y con testimonios. Lo que la madre leía, una frase marcada en un libro, una anécdota contada por alguien que la conoció disparan cada inscripción poética, casi siempre con un vocativo: “mamá cuando eras nina/ cuando eras niña jugabas/ cuando eras nina con un arma”. Al cabo de la lectura y las relecturas los poemas operan en la memoria como haces de luz sobre una vida intensa y fulgurante que lejos de desvanecerse crece en la memoria alimentada por la imaginación poética. De hecho, en uno de los poemas de la herida móvil la enunciadora alude tanto al acto de iluminación como al imaginativo: “viste hermano/ que las palabras funcionan/ a la manera de los relámpagos/ sí la tormenta pero/ después/ lluvia y el cielo limpio y fresco”. Y más adelante, en el mismo poema: “¿te acordás? estoy mintiendo/ pero la veo a mamá…” Memoria, memorias, versiones familiares, imaginación pero sobre todo los recursos poéticos amalgamados con la emoción le dan cuerpo y vida en el mundo del arte a Adriana/Nina. De este modo, la poesía está al servicio de un amor filial que salva del olvido, porque como enseñó Deleuze “el arte es lo único en el mundo que se conserva”.
Así, Maite le da un cuerpo poético a esos materiales que motivan su palabra y lo hace, al principio de cada poema, tirando como al descuido algunas frases frágiles que traen una frase coloquial de la madre, una imagen cualquiera, un detalle de un recuerdo y después, sobre el final, con una pericia casi mágica, integra esos materiales embebidos en un afecto que siempre es también el nuestro, el de toda criatura que vive a partir del amor-alimento primordial. Releamos el final de Plegaria: “dejame tocar esos ojos/ sellarlos besar tu anillo/ cerrar mi vida/ en la tuya”. O miremos el final de otro poema (pido gancho): “si encuentro las palabras/ voy a escribir/ una ternura que te descubra”. Siempre el último verso recoge, mediante la música de la aliteración, lo disperso. Releamos, tengamos el oído sutil como dice Juan L.: “ternura que te descubra”, “y la vida un viento”, “paso la mano por tu pelo/ hasta hacerte dormir”.
Lectores jubilosos y agradecidos, te recomendamos en este Newsletter que leas a Maite, que busques este libro que es lo más lindo que vas a leer en mucho tiempo. Como si hiciera falta algo más para convencerte, un poema más de la herida móvil:
la primera imagen /la fibra
para mi último cumpleaños
me regaló 6 fibras de colores
dibujé un río con peces
y un dinosaurio
una casa quieta un camino
van gogh inventó
un sombrero con bujías
y salía de noche a pintar
el alma de las cosas
quiero un sombrero así
para dibujar
el movimiento de una madre
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¿Lo leíste? Carmen, de Silvia Barei: una mirada de la poeta Paz Herón Ruiz

Carmen, de Silvia Barei (Editorial Cartografías, colección Archipiélago)

Este libro me llama la atención por su rareza. O rareza es el estado que quedó en mí tras su lectura. ¿Quién escribe este o estos poemarios? ¿Quién es el yo poético? ¿Y las Cármenes?

El prefacio explica que el libro contiene dos poemarios cuyas autoras se llaman Carmen. Barei recibe ambos textos y ella sólo selecciona, ordena, titula (algunos pocos) , agrega epígrafes y coda. ¿Le creo?

Finaliza el prefacio diciendo “Sólo soy aquella compiladora que ha recibido el regalo o el legado de escritura ajenas. Si en el futuro leen poemas míos semejantes a estos, sepan de dónde provienen”. Entonces no le creo.

Por un lado, creo que este es un poemario apócrifo, quizás me equivoque, pero acaso ¿esto no nos está permitido a lxs lectores?. Por otro lado también me pregunto qué tan “ajena” puede ser la escritura de este libro.

Carmen, de Silvia Barei.

Como sea, son varias las voces aquí presentes, las de Silvia Barei; la de la pintora Carmen P.  del primer poemario del libro titulado por Barei “Escribir/pintar”; las de lxs autorxs leídos por Carmen P. como Clarice Lispector, Tununa Mercado, etc., hasta la de una bruja, que también lee.

…Irrumpe la voz como si ella fuese 

interlocutora a la medida de esta pluma 

que la lleva en red

a otras novelas otras vidas

otros poemas.

En el otro poemario, más voces, titulado «El vado de los tiempos», es de Carmen B., tía de Barei.

No podemos dudar acerca de la presencia de voces diversas y tonos muy disímiles, hasta de facsímiles de cartas de Carmen P., la pintora, y de Carmen B., la tía. Voces y presencias, escritura de la perduración.

En La pequeña voz del mundo, Diana Bellessi se pregunta: “¿Cuál es la relación entre quién escribe y lo escrito, entre lo escrito y su lector? El poema permanece opaco y cerrado en su incertidumbre hasta que el lector lo abre y resplandece por un instante”.

Esta es una invitación a escuchar voces, a apropiárselas, a recibir, como Silvia, el legado de escrituras ajenas, a pensar en si una, dos o tres son las autoras del libro, cual misterio de la santísima trinidad. Una invitación a embarullarse en la palabra de estas tres mujeres, que pintan, que escriben, que leen, que perduran.

… y ella piensa que tal vez sea real 

                              esto que inventa 

Silvia Barei

Por Paz Herón Ruiz (*)

(*) Autora de Lengua vegetal, publicada en Editorial Cartografías.