¿Vive el tiempo en algún lugar?, de Mariana Robles

¿Nuestra apreciación del tiempo cambia según nuestras experiencias y sensaciones o es siempre la misma percepción?

¿El tiempo de la escuela, el tiempo de jugar, el tiempo de dormir, son distintos, por ejemplo?

¿Hay un tiempo o muchos tiempos? ¿De qué manera descubrimos el tiempo, cómo nos damos cuenta de su existencia?

Hasta esa orilla, de Pablo Rosales

Una traducción rauda al castellano del término alemán stimmung lo equipara a “ánimo”. Sin embar- go, cuando de poesía hablamos, esa palabra no designa una emoción virulenta que afecta pasajera- mente al poeta; refiere, más bien, la tonalidad que articula sus poemas. Tal vez, el tono, el ánimo, el stimmung que unifica este libro consista en la “melancolía”.

En Hasta esa orilla, lo melancólico antes que un tema persistente (aunque también lo sea) constituye, en principio, una posición ante el mundo que se traduce en un vínculo con el lenguaje.

Pablo Rosales escribe como si recordara, siempre. Incluso lo inmediato, lo cercano, lo presente. Escribe para capturar lo que sucede (lo que le sucede), con la intención de preservar las huellas de un acontecimiento efímero o el trazo fugaz de un recuerdo. Así, lo perecedero, lo momentáneo se torna una experiencia única, irreductible. Escribe para que hagamos, de esa experiencia suya, un asunto propio, un avatar de nuestra memoria.

Y lo hace mediante el uso eficaz de los procedimientos tradicionalmente afines al discurso poético, esos que alejan al lenguaje de sus funciones instrumentales, de su labor didáctica y comunicativa: en sus evocaciones cadenciosas, las alusiones, las analogías y las imágenes se tornan el soporte de epifanías nítidas y conmovedoras.

Los poemas de Hasta esa orilla cortejan ese borde donde asoma lo inefable: lo que las palabras señalan sin nombrar plenamente, lo que se pierde y es necesario preservar del olvido y la indiferencia.

La luz herida, de Pablo Mores

Los cuentos de La luz herida ofrecen una vista de los ritmos y los modos de vida de una pequeña localidad cordobesa. La chatura y el escaso movimiento que un viajero quitaría rápidamente de su retina son el objeto de atención de un narrador que sigue de cerca los movimientos de un conjunto de personajes de trazas faulknereanas y de la estirpe de los de Carson McCullers: un viejo linyera que tiene poderes sobrenaturales, un joven secretario de una parroquia que despierta un raro amor en un ser con un pasado siniestro, un improvisado taxidermista viudo y otros tantos que habitan la planicie con la certeza de una muerte inminente en un estado casi místico. Así, La luz herida es, acaso, la primera oportunidad de acceder a un microcosmos que, no obstante su particularidad (ese pueblo, esa gente, esas calles), refracta con sabiduría las desventuras y los encuentros de seres humanos en cuyo rostro el lector encontrará una inquietante familiaridad. Se trata del libro de un autor debutante pero no inexperto en cuyo origen se adivina la mirada desprejuiciada y el oído atento de los narradores que conocen bien los secretos de su oficio.

Caída de Ícaro, de Oscar Tomás Aimar

William Shakespeare sugiere por boca de Próspero, personaje de La tempestad, que estamos hechos de la misma sustancia de la que están hechos los sueños. Cabe inferir entonces que, en tanto producción humana, la materia que sustancia la literatura es fragua de la imaginación, la ilusión y la memoria. En Caída de Ícaro, Oscar Tomás Aimar, su autor, parece sostenerse en esta idea para exponer su poética, y en el mito de Ícaro para explorar las múltiples formas de caídas a las que se expone el ser humano.

La noción de caída, entendida como fracaso moral en el imaginario de nuestras sociedades occidentales, articula estos cuentos donde las historias que se cuentan, el modo de contarlas y de escribirlas sacan a la luz las tensiones éticas del diario vivir humano. Las muchas y repetidas caídas.

En Caída de Ícaro, Aimar se pregunta y pregunta al lector cómo contar una historia si el contar es una suerte de mandato moral en el que el Bien y el Mal no siempre son correlatos correspondientes de la Belleza y la Fealdad, y el lenguaje, acaso último reducto de la honestidad, es vulnerable a las faltas éticas que nos conducen al abismo.

Caída de Ícaro es un libro intenso, honesto y original, que rinde tributo a la mejor literatura argentina de raigambre borgeana, en el que el lector se sentirá atraído y reconocido como parte natural de la escritura.

Antonio Tello

Lengua vegetal

Lengua vegetal

Hagamos la prueba. Antes de leer, digamos: glicina, caléndula, portulaca. ¿No florece toda la boca con el nombre de la flor? La voz de este poemario, lo sabe: solo escucho las flores/ que me hablan/ en lengua vegetal, dice. Para oírlas se requiere un pulso humilde, un silencio, una austeridad. Acierta la voz, con toda la sabiduría y la calma de su tono, como si practicara sin saberlo una filosofía zen.

Sin alardes ni declaraciones religiosas: la voz resuelve lo sereno sin anunciarlo. Calmo a pesar de la tristeza, calmo contra la ausencia, calmo en la evocación: las raíces de un hogar y el duelo/ todo florece. Este ritmo suave es el mejor que pueden recibir las plantas.

La poeta no necesita más ornamento que la música de la flor. Las plantas que le hablan se manifiestan en el recuerdo. Raíces y memoria, movimiento espiralado del poema para hacer brotar lo que nace lento, allá abajo. Sensualidad, potencia y política de la flor: en el barrio de los militares, una casa brotada, ida en vicio en sus geranios. Una revolución sutil: me dispongo a regar/ la montonera de las plantas.

Este poemario es orgánico: como su propio nombre, Paz hace crecer un tono delicado, criado en el arte de la poda. Este poemario tiene un saber, no un conocimiento, sino algo anterior. Algo más enraizado, algo que religa gestos complementarios: no solo escuchar, sino cultivar. Germinar en la escritura: Hoy planté-escribí/ caléndulas. Entre las madres y las hijas, la voz de la poeta crece en el doble cuerpo de las plantas: hacia el recuerdo, hacia el futuro.

Camila Vazquez

Emily

En Emily Livia Hidalgo aborda la poesía de Dickinson (1830-1886), la poeta estadounidense que en vida apenas publicó un puñado de sus casi 1800 poemas.

Poemas que, a su muerte, los editores alteraron, adaptaron al gusto y a las convenciones de la época; y que se conocieron, traducidas al español, a través de diversas antologías hasta que en 2015 hicieron las dos primeras traducciones de su Obra Completa. Livia vuelve a traducir un conjunto amplio de sus poemas, buscando sus claves de escritura, respetando el uso de las mayúsculas, los versos quebrados, con ritmos asonantes y un uso personal del voseo […] Silvia Barei 

Voces del fuego

Voces del fuego condensa una serie de relatos que intentan mostrar que las historias no siempre se cuentan alrededor de una hoguera, sino que es el mismo fuego el que las cuenta, el fuego entendido como una fuerza espiritual que ilumina la vida.

Ya lo decía el francés Pascal Quignard en ese libro maravilloso sobre la palabra y la lectura que es El lector, una cita que el autor utiliza como epígrafe. Es un fuego que se opone a ese otro fuego destructivo, que se señala en el epígrafe bíblico y que se cuantifica en su valor material, pero no en su valor cultural. Por eso es que ese sabio del siglo XX que fue George Steiner dice en Los logócratas: “Los que queman los libros, los que expulsan y matan a los poetas, saben exactamente lo que hacen”.

Por experiencia -dice el autor- sabe lo que esto significa. Su primer libro –El día en que el pueblo reventó de angustia– fue secuestrado y quemado y, Tello, obligado al exilio. Voces del fuego surge también de la necesidad de decir que frente al fuego de la destrucción también está el de la pasión creadora, el de la pasión poética constructora del mundo.

Fraseos de música académica

Fraseos de Música Académica. Del Conservatorio Santa Cecilia al Julián Aguirre. Río Cuarto (1900-1960). Es un libro que propone una cronología de la música académica interpretada por profesionales y aficionados de Río Cuarto entre 1900 y 1960 y rescata los proyectos más destacados generados en el Conservatorio, directivos y docentes que los llevaron a cabo.

Es un trabajo de búsqueda, recopilación e interpretación de notas periodísticas históricas para arriar a conclusiones de este recorrido musical.

Su autor es Antonio Modesto Álvarez, quien ingresó al Conservatorio Provincial de Música Julián Aguirre en 1980, donde estudió violonchelo en la cátedra de Profesor Enrique Welner y en 1989 recibió su título de profesor. Desde ese año y hasta 2012, año de su jubilación, tuvo a su cargo dicha cátedra. Integró la Orquesta Instrumental del Conservatorio, el Octeto Tango Río Cuarto y la Orquesta Municipal de Cuerdas.

Una hilacha en lo real

Una hilacha en lo real es una incursión por las confusas zonas de la razón, donde la contemplación no significa certeza, ni tampoco la aprehensión representa el descubrimiento de la verdad. Estas soledades sin remedio apenas nos permiten intuir que el poder tiene una mirada atrofiada sobre la humanidad. Por tanto, la escritura poética es la única que revela la conmoción que experimenta el creador frente a la crueldad de la vida y, por lo tanto, se niega a ser reducida a una simple comprensión racional. La única usina de valores que reconoce la labor del poeta es la que produce su propia historia, confundida con la historia de los otros, interpelada por el valor inobjetable de la libertad de decir y trascender a través de la palabra. No conoce otra manera de sentir y expresarse. Decir poético que conoce y siente. Y lo hace con idoneidad, apoyándose en un rango sintáctico correcto, de tono medio, sin impostaciones que podrían desvirtuar la esencia del texto. La escritura de Cesario respira honestidad.

César Bisso

¿De dónde viene la nada?

¿Qué es la nada?

¿Existe la nada?

¿Puede la nada ser solo una palabra?

¿Qué es lo opuesto a la nada?