¿Qué es una criatura?

Dos niñes encuentran una curiosa criatura enterrada en la playa. Comienzan a preguntarse qué es ese ser extraño y también qué es una criatura. Así pasan de lo concreto a lo abstracto y se transforman en protagonistas de un diálogo filosófico.

¿Alguna vez te encontraste con una criatura?

¿Sabés de dónde vienen y con quiénes viven?

¿Por qué será que la criatura de esta historia se parece a una hermana?

Paisajes de la infancia: Poesía dominguera (Vol.1)

En un clima de domingos al atardecer, en pandemia, recién empezado el otoño de 2020, nació Poesía dominguera como algo necesario y urgente. Sin imaginarnos lo que se vendría, Tato le dijo a un puñado de amigos: ¿Y si en vez de seguir leyéndonos por Zoom, hacemos un vivo de Instagram y vemos qué pasa? Por ahí se suma alguien que no conocemos y abrimos el círculo.

Más de un año y sesenta episodios después, este libro refleja parte de la vitalidad y diversidad poética del ciclo.

Material sensible

Por qué escribo, se pregunta Ricardo Sánchez en alguna de estas páginas, agrupadas ahora en volumen. Se formula así, personalizada, esa cuestión que lleva milenios importunándonos, y que ha merecido tantas, tan provisorias y tan diversas respuestas. Desde las muy literarias, como la del Marguerite Duras, “escribimos para saber cómo escribiríamos si escribiéramos”, que dan más de lo mismo y no aclaran gran cosa la cuestión, hasta las más racionales, como la que intenta César Aira cuando reflexiona sobre la escritura como organización de la experiencia.

Ya que Sánchez pregunta, y es el anfitrión y merece una respuesta, diré que creo que el ordenamiento de la vida en texto nos da la impresión ilusoria de que podemos con la realidad. Y de que nos sería posible, mediante la atribución de un sentido, recuperar la experiencia pasada, que se desvaneció sin que la entendiéramos, como ya observó T.S. Elliot.

Porque el tema profundo de Sánchez, oculto debidamente tras el relevo de apariencias que su misma naturaleza proteica exige, no es otro que el tiempo. Es en ese sentido, previa puesta en valor de esa palabra, vaciada por la reiteración y el uso distraído, y vinculándola de nuevo con su raíz, que los textos de Sánchez son “crónicas”.

Publicadas entre 2006 y la actualidad, en las letras de molde de Puntal o en el aire de la Gospel, son fruto de años de circular en la ciudad y entre su gente, siempre con la inteligencia y la sensibilidad atentas. En ellas aparecen, o reaparecen, sobreimpresos a  la vida, y dándole consistencia de realidad aumentada, lugares, hechos, personas y personajes con los que hemos vivido. Porque aún en los textos cuyo tema trasciende lo ciudadano, la mirada que los rescata tiene un claro sesgo local. En ese sentido, las referencias y los vínculos consiguen una doble circulación; lo nuestro inmediato se vuelve universal, y lo universal revierte en el terruño.

Pero no creo que el rasgo  común que impresiona y conmueve a Sánchez, entre el rosedal del parque, el campeonato de profesionales, Juan Filloy, el Tata Tuninetti, una vieja  sala de cine, el Negro Granados, el Poroto Ficco, el Sota Dumond, y tantos otros, sea su  concurrencia en este lugar convencionalmente municipal, sino más bien su coincidencia en un tiempo irrecuperable que fue también el nuestro.

El tono elegíaco de su prosa; su ánimo siempre conmovido, aunque atenuado a menudo por cierto humorismo verbal; el uso intencionado de algunos  modos de decir que se perdieron; el recurso a formas circulares, como el estribillo y la repetición,  dan cuenta de eso. Criaturas del tiempo, nosotros y nuestras cosas y nuestras acciones, y la mirada del cronista que las apunta, serán devoradas por él.  Vaya y pase con las naciones y los imperios, pero ensañarse para siempre con aquella mendiga, con tal pintor, con cierto cantante de tangos, con la canchita de la calle Payró, no habla muy bien del tiempo, parece  pensar Sánchez.

Cosas y personas que mientras fueron nos prestaron una ilusión de eternidad, cuya máscara preferida es el instante; gentileza que intentan devolver estos textos, dándole a las cosas una cierta sobrevida, una simulación piadosa y acotada de inmortalidad. Y además, tal vez de un modo menos intencionado y más colateral, estas crónicas vengan a ser un  registro perdurable de una época  de la ciudad, y de la mirada entrañable y querendona con que alguien la documentó.

Queda, para que el prólogo también tenga algo de su  carácter habitual de brindis de abstemios, de abrazo en pandemia, felicitar y agradecer la idea y el trabajo de los responsables de esta iniciativa, que viene a reconocer y a retribuir con justicia un  trabajo de años. Y a instalar lo que eran páginas dispersas en su exhibidor  más conveniente, el libro.

Y aseverar que Ricardo Sánchez sabe, sabemos, que lo que se fue se fue para siempre, y que sólo podemos escribir, o leer, como el filósofo Solón lloraba a su hijo, porque no sirve y porque no es remedio. Pero seguirá  escribiendo, y seguiremos leyéndolo, como si creyéramos que el ordenamiento y el registro de la experiencia pudieran traernos de nuevo la música  de las tijeras de peluquero de su padre, o la del extractor de apicultor  del mío, que fueron  la misma música.

Oscar Tomás Aimar (Epílogo de Material sensible)

 

Mujeres, escritura y vida en novelas autobiográficas y autoficciones

El corpus literario que Norma Matteucci explora y analiza en este trabajo está conformado por novelas autobiográficas y autoficciones producidas por mujeres que escriben en español.  En esas formaciones discursivas –a las que Matteucci se resiste a caracterizar como “literatura femenina”, a fin de evitar el esencialismo de una categoría que reproduce los ecos de un paradigma binario-, se torna visible un yo disidente a la vez que deviene letra, narración y voz una subjetividad nómade, rebelde y sediciosa. Se trata de escrituras del yo (femenino y feminista) que transforman lo íntimo y lo introspectivo, los recuerdos y las vivencias personales, los trazos y las huellas de la propia experiencia, en un posicionamiento político y en una perspectiva histórica que traman, a la vez, un espacio de disputa, un campo de batalla por el sentido donde las voces, los procedimientos y los estilos enfrentan los mandatos estéticos e ideológicos naturalizados por el discurso patriarcal y sexista. La desobediencia, las maternidades, el duelo, la enfermedad, el amor y la pérdida, las infancias son los temas centrales del volumen.  Así, una mujer lee a otras y leyendo los anudamientos entre vida y escritura, se lee a sí misma y al género (subrayando su carácter multiforme y plural). Las escrituras del yo, las autoficciones y las autobiografías noveladas constituyen espacios de memoria, modos de resistencia muy fértiles y enérgicos, dispositivos artísticos que propugnan interpretaciones del mundo, de la realidad social y de la existencia misma tan singulares como desafiantes.

José Di Marco

Glauce

El libro Glauce es en cierto modo una biografía poética de la vida de Glauce Baldovin, a la vez que camino de escritura y recorrido de la obra de Livia Hidalgo, en un singular entretejido de filiación y maternaje de la una en la otra. Al mismo tiempo testimonio, duelo y homenaje, puede leerse como una novela de iniciación en la que la autora recorre su vínculo con los poetas amados y también como el relato del nacimiento, ascenso y caída de una figura que fue nudo y lazo de escritura de las que vinimos después. De entre todas nosotras, Livia es, tal vez, quien más cerca estuvo de la vida de Baldovin, la amiga, la discípula. La autora de Isadora –jardín de invierno-, Formas horadadas y Réquiem en el mar, regresa así a poemarios centrados, como éste que el lector tiene entre manos, en la complejidad creativa de las mujeres. Las numerosas lecturas de Hidalgo, sus gustos literarios, van tejiendo genealogías y posicionamientos estéticos, hasta concluir en esa que da nombre al libro: vi a glauce baldovin/y como vi a glauce baldovin/y todo esto que digo/y además aquello que callo/tengo ahora el derecho a cierta ciencia/a una cierta impaciencia/niños/por leerlos. Por leerlos y ser leída y en esa comunión leer a la Otra que es modelo, amoroso anclaje y lugar de resonancia de la palabra propia.
María Teresa Andruetto

Patios de verano

El yo de Patios de verano es corpóreo. Se descalza, se embarra en la desesperación casi de intercambiar un poco de frescura húmeda con la tierra inundada a cambio de su calor o cansancio del peso del día (o desde antiguo). Hay poemas que instalan una temporalidad medida en estaciones; otros, arremeten con un tempo de a golpes rápidos de avance, de a borbotones; algunos captan el tiempo en fuga del instante como cuando queremos atrapar (ingenuos) una vaquita de san antonio o en las sierras un bichito de luz. Un aire de religiosidad pagana envuelve a Patios de verano, un culto impío que incluye ritos del cotidiano (la comida, la cama, los momentos del día y la noche y sus puestas en escena en el topos de la casa y articulados por los vínculos familiares), sacrificios –insumisos, si vale la expresión- y ofrendas y un juego bien en serio de acercarse/alejarse del linaje femenino: el yo se sabe, aun en este reniegue, potente en el género y activa en la bisagra generacional. La imposición es mansa por momentos y dentada en otros y el yo filial gana la pulseada, con su “forma de hacer mundo”, en esta “casta de agua”. Elena Berruti

Desde temprano se escuchan

los sonidos del verano.

En últimos brotes los bulbos

explotan bajo la tierra

y se rajan

como el himen de las vírgenes.

Sintonía filosófica

Este libro está compuesto por una serie de reflexiones articuladas para ser presentadas en un medio radial, en un micro de 15 minutos. Hace ya más de un año, un periodista de la ciudad de Río Cuarto, Guillermo Geremía, nos invitó a docentes del Departamento de Filosofía a ocupar un espacio en su programa de radio llamado “Así son las cosas”. Allí, junto con los amigos Guillermo Ricca y Pablo Olmedo, dos inmensas cabezas, emprendimos la tarea de filosofar en el éter. El diálogo con les oyentes se planteó siempre sobre la multitud de abordajes que podría hacer la filosofía sobre nuestra existencia concreta. Sea en términos de coyuntura o de preguntas desplazadas por milenios, Guillermo entendía que el pensamiento filosófico podía aportar a la reflexión de su comunidad de oyentes. Ciertamente fue un desafío, en tanto en las aulas nos preparamos para un diálogo con sujetos que van a la búsqueda de la palabra filosófica, y en donde el tiempo del mismo es bastante más que 15 minutos. No obstante, el ejercicio de traducción y síntesis es una herramienta fundamental para captar el interés por pensar lo existente, que es el objetivo primero y último de la filosofía (…)

Es claro que con ese pequeño micro de filosofía no sentimos que retribuimos lo que la comunidad nos posibilita hacer como docentes de la universidad pública, pero sí lo tomamos como un espacio de militancia de ideas, de proyectos políticos, de sensibilidades ausentadas, de preguntas que caen en el olvido por la velocidad, fugacidad, sometimiento y disciplinamiento que nos imponen las lógicas imperantes en el mundo.

No quiero dejar de reconocer la vocación militante por esa pregunta del propio Guillermo Geremía, quien en soledad sostiene un espacio de este tipo, único en las radios y, en general, de los medios de la ciudad. Ni una cosa, ni la otra, son casualidad.

Santiago J. Polop

Problemas con la vida

Los que leemos y queremos a Alejandro podemos dar gracias por este nuevo libro. Porque, acostumbrados como estamos a su aguijón moral, a su verso contundente, su reivindicación de lo verdadero y su impugnación en nuestras estupideces, entre otros gestos de lucidez y rigor, nos encontramos con un Schmidt íntimo en el que se le suman, a aquellas recurrencias, texturas que dan un tono personal a estos poemas. Personal en el sentido más estricto: la instancia donde el poema indaga lo biográfico para resurgir como una pregunta flotando en la memoria. Lo más personal, aún: el amor –su pérdida, dolor, deseo, ternura, ansia.

El dolor siempre es personal, pero también una manera argentina de configurar nuestra experiencia de la historia. En cierto modo, por esta vía nuestro poeta “escribe mejor” que él mismo porque ve lo real desde la vulnerabilidad del solitario. La inspiración (no en el sentido romántico) necesariamente contiene la espiración. Así, este libro se retrae para expandir la poesía de Alejandro. Y a la incomodidad habitual de su poesía le suma, en definitiva, la significación de aquello que todavía es valioso en un mundo en decadencia.

Este animal poético que es Alejandro Schmidt, en su libro número 56, nos entrega la madurez de una voz cuyo acento nos relata con sordina aquello a lo que hemos llegado sin sorpresa: vivir en la espera de un acontecimiento imposible, que nunca es el poema.

Salud por los compañeros de Cartografías, salud por nuestro poeta, salud por nuestro pueblo que puede darnos joyas como ésta aun en medio de la miseria. Los lectores hallaremos en estos poemas un hogar amable también para nuestra soledad y nuestra vulnerabilidad. Disfrutemos de estos vestigios para saber reconstruirnos.

Javier Magistris

A veces, otra vida

Las historias que nos cuenta Nato ocurren acá a la vuelta, en las cercanías, en el planisferio donde se mueven sus pasos y sus afectos. Ocurrieron antes, están sucediendo, ocurrirán. Nos cuenta con los pies en la tierra, lo que sus ojos han visto, lo que su mente crea, sin entrar en el mundo fantástico, no aparecen seres extraños sino cadáveres en un tanque, paraísos perdidos, grietas o barrancos inexplicables.  Es una mirada profunda, no es indiferente a su entorno. No juzga, cuenta.  Mejor, muestra, nos lleva con su prosa limpia, sin rebusques, rica en imágenes y referencias, nos hace cómplices de un narrador que siempre está en la historia que, como Nato, es un testigo privilegiado de su tiempo, este tiempo que al momento de escribir esta reseña está en ascuas, pero la vida continúa, a pesar de todo. En este puñado de cuentos Nato atraviesa los conflictos, miserias y grandezas de los hombres de carne y hueso que viven a la vuelta de nuestra casa o en nuestra familia, el hermano, hijo, abuelo, en el colegio o en la infancia. Discriminación, crítica social, feminismo, sueños alados, sueños truncados, despertares, los dramas profundos en la marginación, la ingratitud. Actos abyectos e instituciones en la mira.  Nato tiene, con todo, una mirada comprensiva con sus personajes.  El libro se cierra con un cuento de esperanza, de agradecimiento. Le da nombre al libro y tal vez sea el que más lo representa: “A veces, otra vida”.  Más íntimo, nos habla de vida, de la madre, de valores, de la necesidad de la educación como manera de salir, de no quedar en la pobreza.  Sí, “todos somos un poco felices y todos, a veces, queremos otra vida.”

Rubén Padula

Caminar por la vida y otros poemas

El breve adiós del poeta-obrero

1. ¿Por qué escribís poemas?, el último libro de Pedro Centeno, publicado por ediciones la yunta en 2017, incluye “Me voy de viaje”. La muerte del autor –que ocurrió en mayo de 2019- convirtió a los enunciados que articulan el poema, una retahíla de versos ordenados conforme la secuencia acumulativa de la enumeración, en un acto testamentario. Ahora -que Pedro ha dejado de escribir- sus condiciones de recepción se han modificado drásticamente. No sólo los tres versos que rematan el poema constituyen una suerte de epitafio (“Amo la lluvia/ la desearía siempre/ sobre mi cara”); el libro entero puede leerse como una despedida. Aquella confesión, modulada por un verbo en condicional, expresa un deseo y establece una posibilidad que sostiene, de un modo tácito y constante, la escritura de Pedro: el anhelo de desplazarse, de huir y afrontar la intemperie como una experiencia definitiva y única de libertad.

2. Se ha tratado de determinar la figura de Pedro con el rótulo de poeta-obrero. Esa etiqueta, como cualquier otra que pretende aprehender en términos conceptuales una particularidad irreductible, resulta esquemática o al menos imprecisa. En este caso, cuando Pedro, el poeta-obrero, no trabajaba, cuando transitoriamente abandonaba sus ocupaciones de asalariado informal y mal pago, ésas que le consumían (casi) toda su jornada, elegía la escritura poética como una modalidad del ocio singularmente productiva. En los escasos ratos libres, durante el descanso nocturno (un contexto de enunciación que varios de los poemas de sus cuatro libros registran en sus versos), el poeta-obrero operaba sobre las palabras no para propalar una doctrina libertaria ni para reproducir los mecanismos ideológicos que lo oprimían incluyéndolo en el seno de la clase dominada sino, más bien, para entregarse a la ampliación de una subjetividad altamente sensible. Esa subjetividad -que nace de explorar los tonos, los ritmos y las imágenes latentes en la lengua- conforma una percepción y una mirada que se repliegan hacia lo introspectivo a la vez que indagan la cercana presencia del mundo cotidiano. Se trata de un lirismo austero y sigiloso que proyecta un mundo pequeño, íntimo y cálido. Pero en ese microcosmos, recoleto e intimista, reverberan también las injusticias externas, las que se producen a diario en la realidad social, a causa de un sistema económico y una época crueles e impiadosos. De esas vergüenzas y opresiones que impiden la conformación de una comunidad igualitaria, se hace cargo la voz reticente y reservada del poeta-obrero; las registra y las denuncia, sin énfasis, dulcemente, reclamando comprensión y solidaridad.

3 Los afectos, en el sentido más básicamente humano del término, son el asunto que predomina en la poesía de Pedro Centeno. En especial, el amor. En buena parte de sus poemas, el amor se presenta mediante una sinécdoque simple y cierta. Es la figura de una mujer inalcanzable que personifica, a su vez, el anhelo de una compañera, de una compañía imposible y necesaria, para compartir, sobre todo, las menudencias y alegrías de la vida diaria. El amor ausente da cuenta de un ansia de comunión, la misma que los poemas evocan como si se tratara menos de una pérdida que de una demora aplazada infinitamente. Por eso, al hablarnos de una falta y de una espera interminable nos hablan, asimismo, todo el tiempo, de la soledad que, además de un tema recurrente, constituye el escenario propicio para que la escritura se active y despliegue. En ese escenario nocturno, solitario y previo a la extenuación, las palabras se agrupan y encienden. Así, el poema mismo se vuelve una suerte de topos imaginario donde el amor y la soledad se aúnan para alumbrar un horizonte momentáneo de armonía en el lenguaje.

4 En la historia de las artes plásticas, suele emplearse el término “primitivo” para hablar de un pintor que carece de formación académica e instrucción técnica. En su obra, la experiencia de vida y una visión auténtica (y por eso mismo original) del mundo suplen aquellas carencias y las superan. Con pocos elementos verbales, con una retórica acotada, Pedro Centeno hacía una enormidad. Brevísimos y escuetos (por lo general, una sola palabra compone un verso) sus poemas están hechos con lo callado, con lo apenas sugerido, lo que los vuelve, en más de una ocasión, curiosamente herméticos. Ese hermetismo se acentúa por los versos sincopados, la adjetivación inaudita, las preguntas consecutivas y las expresiones en inglés. Basta con mirar (antes de leer) una página impresa de sus libros para reconocer un estilo. Parafraseándolo, escribía poemas porque vivía en estado de poesía, que es un modo de existencia a la vez que un juego de lenguaje: una práctica vital y discursiva que interroga el sentido del mundo y favorece la transformación espiritual de uno mismo. La poesía de Pedro es simple, o sea: entrañablemente franca y conmovedora. Como quería Rilke, brotaba de la sinceridad y, por eso mismo, es buena (ética y estéticamente).

5 Pedro Centeno publicó cuatro libros: Saide (2005), Paciente caligrafía (2008), En mi aurícula izquierda (2013) y ¿Por qué escribís poemas? (2017). El presente volumen agrupa el primero de aquellos junto a una serie de poemas inéditos. Mientras que Saide contiene 26 poemas dispuestos en dos partes, los inéditos conforman una serie única de 21. Este libro concentra la totalidad de ambos bajo el título caminar por la vida, una contracción del título del poema que encabeza el conjunto de inéditos. Pedro nació en Orán, provincia de Salta, en 13 de mayo de 1964 y murió en Río Cuarto, donde escribió toda su poesía, a pocos días de cumplir 55 años.

J. Di Marco