Publicado el Deja un comentario

El Concejo Deliberante de Río Cuarto destacó a Editorial Cartografías como de interés cultural

Pablo Dema, de Editorial Cartografías, recibe un reconocomiento en el Concejo Deliberante.

El Concejo Deliberante de la ciudad de Río Cuarto destacó a Editorial Cartografías, que este año celebra sus 20 de trayectoria, como un proyecto “de interés legilativo, cultural y social” para la comunidad.

Cartografías es una propuesta editorial autogestiva, creada en 2004, que pudo sostenerse y crecer por una beca inicial del Fondo Nacional de las Artes (FNA) y la red de autor@s y lector@s que se suman día a día. También, por el apoyo de gestores culturales y comunicadores  que siempre difunden nuestras actividades.  Esta vez, también llegó el reconocimiento institucional del Poder Legislativo local.

 

Distinción del Concejo Deliberante de Río Cuarto a Editorial Cartografías.
Distinción del Concejo Deliberante de Río Cuarto a Editorial Cartografías.

**

En una sesión anterior del Concejo Deliberante, también se había otorgado una  distinción similar al libro de poesía reunida Te deseo un río, de Diego Formía, editado por Cartografías, que se presentó en la centenaria Biblioteca Mariano Moreno hace unos días.

**

 

Pablo Dema, co-fundador de Cartografías junto a José Di Marco, y uno de los directores de la editorial, se acercó a recibir el reconocimiento y agradeció en nombre de quienes trabajamos para sostener este espacio cultural. La editorial lleva editados 108 títulos de las colecciones Archipiélago (poesía), Tusitala (narrativa), Radiografías (ensayo), El límite es adentro (traducción) y Preguntas de mi tamaño (infantil).

Distinción del Concejo Deliberante de Río Cuarto a Editorial Cartografías.
Distinción del Concejo Deliberante de Río Cuarto a Editorial Cartografías.

 

En la próxima Feria del Libro Juan Filloy presentaremos varios de los nuevos títulos de este año aniversario para la editorial.

Por Verónica Dema

Publicado el Deja un comentario

Golpes en la puerta, de Joaquín Vazquez (lectura crítica de José Di Marco)

Escribir renegando del misterio (en la distancia oscura entre el sentido y el deseo). Acerca de Golpes en la puerta, de Joaquín Vazquez 

Kintsugi Editora, Buenos Aires, 2004 (70 páginas)

 

A la pregunta “¿qué significa un poema?”, Harold Bloom responde: “El significado de un poema es otro poema”. La concisión vuelve a la respuesta tan contundente como enigmática. Cuando se trata de la atribución de sentidos, un poema da nacimiento a otro, y la poesía constituye una retícula tramada por una multitud heterogénea de poemas, que proceden de épocas, culturas y lenguas diversas. Esa red multiforme se expande y prolifera porque la escritura –según Bloom- no es otra cosa que la interpretación deliberadamente errónea de un poema precedente o de la poesía en general. Se trata de leer intencionadamente mal, desobedeciendo las tradiciones impuestas. Se trata de reescribir transgrediendo las significaciones autorizadas. 

Sin embargo, la poesía, en tanto que una formación discursiva singular, dialoga, intercambia y discute con otras formaciones discursivas, con otros juegos de lenguaje, con otros saberes. ¿Qué reescribe, malinterpreta, combate ex profeso Joaquín Vazquez en este libro? 

 

Conforme lo que alega Florencia Abadi, en el “Prólogo”, más que certero, lo que “retorna, con matices inciertos, hasta quizás disolverse”, en Golpes en la puerta, es la antigua disputa entre filosofía y poesía.  

Los epígrafes anticipan la tonalidad con que Joaquín se aproxima e introduce en el asunto predominante:  

Abjuré del misterio 

y mi ceniza 

se deflagra en la luz. 

Aldo Oliva 

 

La lengua es lo primero 

que se pudre en un cadáver. 

Luis Sagasti 

 

En los versos de Oliva, la renuncia voluntaria al misterio conlleva la carbonización, el volverse residuo, polvo, vestigio. “La palabra misterio ya no explica nada”, atestigua un verso afamado de Ricardo Zelarayán que puede acoplarse a los de Oliva. Para que se haga escuchar lo que el poema quiere que el pensamiento escuche (y varios de los poemas de Golpes en la puerta les hablan, directamente, interpelándolos, a distintos filósofos), Vazquez reniega del misterio que esclarecería tanto la sustancia última de la poesía como la naturaleza trascendental de la filosofía. Escribir renegando del misterio equivale a desplegar una imprecación, incluso una blasfemia. El precio con que cotiza la elección de ese rumbo es alto: si bien conduce a la luz, al desvelamiento, a la transparencia, el recorrido presupone asimismo la deflagración. Escribir blasfemando, imprecando se asemeja a incinerarse en el trayecto, a volverse escoria, a consumirse. 

Por otra parte, en el acápite que lleva la firma de Sagasti sobresalen los términos “lengua” y “cadáver”. Los mismos ensanchan, en el transcurso del poemario, el valor figurativo, simbólico que ya connotan. La lengua deja de ser solamente el músculo ubicado en el centro de la boca y el cadáver, la carne que alimenta a los gusanos. 

“Úlcera”, el poema inicial, el más lírico de todos, no sólo retoma y explaya lo que se insinúa en las palabras de Sagasti sino que, además, traza la poética que articula el poemario íntegro: 

 

Leí un poema 

que puso su índice en mi esternón 

y me ulceró. Después apoyó su mano en mi frente 

descansá, dijo 

y, desplomado 

por un segundo 

vi miles de bocas rugir a la vez 

en la lengua de los filósofos muertos: 

un coro demencial 

afinado en una nota tan simple 

que fui incapaz de retenerla. 

 

El tema es lo que provoca la lectura de un poema, sus ramificaciones imprevistas. Primero, lesiona, llaga, desmaya. Luego, desencadena una visión que culmina en la escucha de una voz desmesurada, “un coro demencial” que, no obstante su simpleza, resulta imposible de retener. El uso de la prosopopeya inviste a lo que deriva del acto de leer de una potencia extraordinaria. En Golpes en la puerta se invoca, para discutirla, a la “lengua de los filósofos muertos”, una polifonía de voces ausentes. Lo que sigue es un diálogo con escrituras pretéritas. 

Así, escribir renegando del misterio posiblemente consista en la imposibilidad de retener los restos de una voz plural, lejana e insistente, y en construir, sobre la base de ese impedimento, con las reverberaciones de lo muerto, una poética en la que los vestigios de lo incontenible cobran una importancia inusitada.  

Vazquez emprende lo que Mark Fisher, en consonancia con Derrida, denomina “hauntología”, es decir: una conversación con fantasmas. ¿Qué viene a decir el coro espectral cuando se hace presente? ¿Acaso llega, desde el olvido, para enrostrarle a la poesía su condición disyuntiva, problemática, contradictoria? La escritura deviene un trabajo de memoria que convierte al duelo en una gramática. 

 

Algo de esa condición reverbera en “Dilemas”, un poema en el que yo se desdobla en una segunda persona y lo acribilla un encadenamiento de preguntas que no son retóricas y que demandan respuestas decisivas:   

 

¿Qué dios gobierna 

el Olimpo de tu corazón? 

¿Cuál altera el orden, cuál vigila? 

¿En qué creen tus vivos? 

¿Tus muertos te tienen fe? 

Llamá, contalos. ¿Cuántos llevás? 

¿Tu favorito? 

¿Honrás, hacés estatuas 

degollás chivos expiatorios con devoción?  

 

No, les escribís 

y no sabés si alcanza. 

Si en el rito del poema viene otra cosa 

más sagrada, más antigua 

una voz, un brillo, una forma animal 

¿huís? ¿O hacés espacio? 

 

Si hubo imágenes sagradas 

ya no se distinguen. 

Esta es la desesperación que aceptamos: 

queremos el mundo pero no nos basta. 

   

Golpes en la puerta enfrenta la encrucijada y ensaya una contestación; no se fuga y habilita un lugar para que los restos diluidos y opacos de lo sagrado se manifiesten en tanto que una pérdida irremediable (apenas imágenes confusas).  

En el par de versos que cierra el poema, la desesperación asumida es un anhelo insatisfecho: “queremos el mundo pero no nos basta”. Wittgenstein –al que se menciona en “Jardinería” -decía que lo místico es que “sea el mundo”. Lo que el mundo es, una trama de hechos, el lenguaje no lo puede representar, sin caer en las divagaciones de la metafísica, en sus sinsentidos; lo que el lenguaje puede hacer con la totalidad finita de hechos es mostrarla, indicarla, sugerirla. Pero, a los poetas, eso no les alcanza. 

Joaquin Vazquez 

Lo que regresa en Golpes en la puerta –señalaba Abadi- es la antigua disputa entre filosofía y poesía. Vuelve con “matices inciertos”. Retorna casi diluyéndose. La disolución de la reyerta proviene de un ejercicio deconstructivo, porque se trata de derruir la filosofía desde adentro, de mostrar sus fisuras ingénitas, de introducir, en su corpus continuo y sólido, el ácido indómito y casual de la contingencia que sacude y conmociona, que pone en escena la presencia inexorable del error, de lo impensable, de la finitud. 

Para consumar tal ejercicio, Vazquez selecciona episodios clave de la historia de la filosofía, recorta escenas biográficas y sintomáticas; se trata de poemas titulados con el nombre de pensadora/es que funcionan como lo que Deleuze llama “personajes conceptuales”, un modo de ser subjetivo del pensamiento. Así, según los títulos, se dispone un elenco de nombres desde un punto de vista cronológico, cuyas figuras estelares son: Heráclito, Sócrates, Platón, Aristóteles, Diógenes, Lucilio, Marco Aurelio, Plotino, San Agustín, San Anselmo, Descartes, Spinoza, Kant, Hegel, Schopenhauer, Nietzsche, Warburg, Heidegger, Macedonio Fernández, Foucault, Wittgenstein y Benjamin. Un reparto predominantemente masculino al que se agregan los nombres, para hacerlo temblar, de mujeres díscolas, convencidas, perspicaces y valientes, a saber: Hannah Arendt, Simone de Beauvoir y Simone Weil.  

Esa concatenación de “personajes conceptuales” incluye el desarrollo de crispaciones internas: por ejemplo, la de Hegel con Schopenhauer (“Todo lo real es caprichoso”), la de Beauvoir con Weil (“¿Que es el materialismo?”). De esta serie participa asimismo “¿Qué significa pensar?; este poema remeda el título de un ensayo de Heidegger y uno de sus versos le da nombre al libro de Joaquín: 

Pensar ha sido eso: 

escuchar golpes en la puerta 

pero no abrir. 

Visitar la fuente y no beber. Permanecer en el umbral. Ser el testigo de lo que se anuncia sin revelarse. Mantenerse al filo de la inminencia de una revelación que no se produce, como diría Borges. Pensar acaso consista en una actitud poética, en un juego en que el lenguaje mismo retrocede, se abisma, calla, y en el que el ansia de descubrimiento de una verdad perenne es sustituida por la espera, no de la muerte, sino de algo que no es otra cosa que la espera misma. Tal vez, el deseo del mundo sea esa espera. Quizás, el disolverse de la filosofía en la poesía sea la dilución de las palabras en el silencio. Espera de la espera.  

 

Pero, además, la escritura de Joaquín practica modulaciones dispares y traza variadas escenas de enunciación en las que el monólogo y el soliloquio conviven con los consejos y las interpelaciones (“Grandísimo”).  

En “La educación de los niños”, la enunciación cobra un tono pedagógico, admonitorio: ante la demanda de una mamá ansiosa por la formación de su hijo, un poeta que habla desde su experiencia, le responde: 

Se trata, sobre todo 

de aprender para vivir: 

que el entendimiento rija sus excesos 

pero que no los evite. 

La inacción no educa 

y el encierro tampoco. El estudio 

se compensa con la vida en jardines 

o en las montañas. Que viaje. 

Se trata de aprender para vivir porque la meta del aprendizaje no es el acopio de conocimientos ni la incorporación de valores; importa menos la transmisión de saberes y ejemplos que el desafío constante a la autoridad, el amor a todas las lenguas, el esfuerzo por el pensamiento libre, la aceptación de los errores propios, la disposición al viaje. 

Lo que la poesía le dice (la hace saber) a la pedagogía es que las jerarquías -que la legitiman y sustentan- la distancian abruptamente de las eventualidades que hacen de la vida un arte, una lenta preparación para la felicidad. 

 

En “Tremor”, el último poema del libro, debido a que el asombro, suplantado por el espanto, ha dejado de ser el término que insta a la interrogación filosófica, el yo poético se pregunta:  

 

¿Cómo salir de la afasia? 

¿Cómo hablar sin decir 

horror, sin decir absurdo? 

 

¿Quién, en el vacío que reina 

en el interior de la materia, quién 

atendería mi súplica si yo mendigara 

en la distancia oscura 

entre el deseo y el sentido? 

 

El centelleo escalofriante que se agita en el título, anticipando el horror y el absurdo a que parece destinada la filosofía en el presente y que la condena a la afasia, se atenúa si, como sostiene Pierre Hadot, consideramos que la misma estriba, ni más ni menos, que en un ejercicio espiritual: “una actividad casi siempre del género discursivo, ya fuese racional o imaginativa, dirigida a modificar, en sí misma o en los demás, la manera de vivir y de ver el mundo”. Esa transformación del mundo y de sí misma/o encuentra, en la palabra poética, en las vacilaciones de su decir errante, en su música indómita, su tonalidad predilecta, su cauce apropiado. 

Acerca de esa metamorfosis, morosa e inadvertida, que carece de fundamento y finalidad, acaso jamás consumada con certeza ni plenitud, hablan, dicen, cantan los poemas de Golpes en la puerta, despejando el lenguaje de toda añadidura ornamental, haciendo de la concisión, la ironía atenuada y la tersura precisa virtudes expresivas, canales de la emoción estética, formas singulares por las cuales la belleza, aun en su acritud, se deja sentir.  

José Di Marco

Otros títulos de Joaquín Vazquez en Editorial Cartografías

Publicado el 2 comentarios

Tráiler, el último libro de poemas de María Calviño

María Calviño

Tal como escribe el editor José Di Marco en la contratapa de Tráiler, el libro que acaba de publicar María Calviño en Cartografías, “un tráiler es un video que resume una película entera ‘que parece llevarnos/ a alguna parte/ que nadie sabe dónde queda’ y, asimismo, un remolque en cuya ventanita asoman unas pencas que escuchan, calladas, con sus espinas oscuras, los latidos de la palabra desdetenida“.

Cuenta Mary Calviño que empezó a escribir Tráiler alrededor del poema que le da nombre al libro y a partir de otros fragmentos que fueron surgiendo entre 2021 y 2022, en tiempos de pandemia. “En 2022, precisamente, la editorial cordobesa Bardos reeditó mi libro Fin de semana largo, donde el poema central tiene relación con ir, venir, moverse; un poco impulsado por la emergencia climática ahí se usa el lenguaje de los traslados”, dice. “De pronto, nos habíamos quedado quietos [por el aislamiento por el Covid], presumiblemente en un planeta que se decía encerrado e inmóvil, aunque las cosas nos sucedían de modo tortuoso, público o visiblemente normado, algo torpe. Perdíamos gente querida, nos perdíamos”.

Tráiler, el libro de poemas de María Calviño

En diálogo con Mary, reflexiona: “Diría que en Tráiler busqué un lenguaje enfocado en ese mínimo arco del movimiento inicial o de la quietud insólita, porque si bien la relación entre los poemas es endeble, en cada uno hay algo quieto que comienza a moverse –o amenaza con hacerlo- y al revés: algo se detiene”. Y sigue: “Puede ser en el espacio, el tiempo, la expresión, la vigilia, el sueño o la luz; la figura humana o vegetal o animal siempre un poco escorzada (como pasa también en los tráilers de películas cuando eligen darnos una sola dimensión del asunto, o una parte)”.

El libro está ilustrado, en la tapa y también en varias páginas del interior, por la poeta y artista Mariana Robles, autora de la familia de Cartografías con dos libros de poemas: El nacimiento de lo extraño y Retamas en la dimensión sin nombre; y el libro infantil: ¿Vive el tiempo en algún lugar? Las pinturas, a pleno color, fueron creadas por Mariana luego de leer los poemas de Mary. En ese ida y vuelta hubo lecturas y algunas conversaciones entre ambas: Mary le contó su concepto del libro, cómo fue el proceso de creación, le señaló que Tráiler tiene las estrofas separadas por estrellitas porque de algún modo también es una invitación a leerlo de manera desordenada, entre otras cosas.

“A raíz de ese desarrollo, de cómo el poema se va convitiendo en el libro que resultó ser, de lo que trata la mayoria de los textos es de detectar un pequeño arco de movimiento desde la quietud”, le contaba Mary a Mariana.

Una estrofa del poema Tráiler dice:

Y cuentan que cuando al fin
nos damos, alma sin ancla
en el latido mismo
del corazón, este cachivache
se empieza a mover: palabra
desdetenida, de dicha
desdemorada.

Es el latido del corazón lo que nos hace reconocer que estamos en movimiento. Y en todos los textos hay un momento en que algo que está quieto se empieza a mover o algo que parece quieto en realidad se está moviendo. Dice Mary: “El tráiler enlaza esos dos sentidos: una especie de relato anticipatorio de algo que no se termina de cerrar, porque en verdad es una invitación a ver/leer; y, por otro lado, ese vehículo que es un recipiente, que no tiene motor propio, que necesita ser enganchado a la verdadera fuente de tracción de ese tráiler, que es un lugar hasta donde se puede vivir”.

Dibujos del interior de Tráiler, por Mariana Robles.
Dibujos del interior de Tráiler, por Mariana Robles.

-¿Por qué decidiste publicar en Cartografías, Mary? 

-Que Tráiler salga por Cartografías es una alegría que no me quise perder. Porque recuerdo la editorial de los inicios, ahora cumpliendo veinte años, con el mismo amor por los libros de papel escritos más desde un territorio que desde el mapa, y la amistad que me une a los cartógrafos resultó inevitable como la poesía. 

Por Verónica Dema

Publicado el Deja un comentario

¿Lo leíste? “Para investigar”, de Julia Cisneros (por José Di Marco)

Julia Cisneros

La pura potencia del infinitivo. Una lectura distante de Para investigar, de Julia Cisneros (Colectivo Glauce Baldovin, Río Cuarto, 2024, 65 páginas). 

Bellamente editado por el Colectivo Cultural Glauce Baldovin (el Colectivo azul aporta el arte de tapa), Para investigar, de Julia Cisneros, es el quinto título de la colección Guadal. Mientras los cuatro anteriores son poemarios, este libro agrupa textos heterogéneos: enumeraciones, listas, apuntes, ayuda memorias, crónicas, micro-relatos autobiográficos, citas, collages.  

Así, Para investigar establece una inflexión y marca una diferencia con respecto a la serie en la que se inscribe: no se trata de un conjunto de poemas, y en su articulación discursiva se anudan la escritura con la tipografía y la imagen. Por ese entrelazamiento, Para investigar se torna un objeto investido de una apariencia estética insoslayablemente visual. Está hecho para que los ojos recorran su superficie ensayando una contemplación activa. Está hecho para ser mirado (mientras se lo lee). 

 

*** 

Su título, una preposición seguida de un infinitivo, enuncia un proyecto, un campo de posibilidades, una experiencia de corte virtual. Julia Cisneros toma nota y deja un registro de lo que hará (haría) en un futuro. De esas tareas por venir da cuenta, especialmente, la sección organizada alfabéticamente de la A a la F (págs. 27-37): profundizar en el conocimiento de la biografía de Salvadora Median Onrubia; buscar en las bibliotecas del mundo libros para ejercitar oraciones; pedir o comprar miles de láminas didácticas para hacer collages; encontrar casitas de horneros y sacarles fotos; investigar árboles genealógicos; averiguar sobre San Martín (los espías que envío a Chile, el destino de sus bibliotecas).  

Para investigar, de Julia Cisneros

Esos trabajos de investigación, anunciados con la pura potencia del infinitivo, se alejan de los protocolos y las normativas que rigen el trabajo científico: importan menos los objetos que las actividades; su duración es imprevista, ya que el tiempo dedicado a efectuarlas es “estimado”, o sea: impreciso, conjetural y, sobre todo, deseado: “a largo plazo”, “diariamente”, “eneros”. 

Se invoca, entonces, una práctica discursiva sumamente institucionalizada (la de la investigación académica) y se la inhibe y desactiva a un tiempo. Como lo que prima es el capricho y la curiosidad, nombres ocasionales de lo subjetivo, lo imaginario acaba imponiéndose. Lo que se investiga, lo que hay (lo que habría) que pesquisar, discurre por la estela indómita, contingente, del deseo. Lo que prepondera no es la consumación concreta, no son los resultados mensurables, sino el campo de posibilidades imaginarias que se abre y expande. 

 

*** 

Si el principio de contaminación constituye la ley (secreta) del género literario, el mismo parece otorgarle a la diversidad de textos que integran Para investigar un horizonte de (im)pertinencia. Esa suerte de impropiedad lo constituye en un síntoma de la literatura contemporánea, de lo inespecífico y la hibridación que la caracterizan.  

En la medida en que el entrecruzamiento, lo indeterminado, lo fronterizo predominan, desplazando la condición autónoma de la literatura, se impone, frente al close reading, a la lectura concentrada en los detalles, en la particularidad de los procedimientos, una perspectiva distante. Esa óptica alejada permite leer la mixtura de tipografía, imagen y escritura que descuella en Para investigar -un libro que se lee mientras se mira (que se mira leyéndolo)- como un archivo y una práctica etnográfica. 

 

*** 

Por ejemplo, en “#) Otras cosas que pasaron en 1968:” (pág.47) se suceden tres fotografías en blanco y negro con sus respectivos pies o leyendas, a saber, “Lea Lublin expone a su bebé”, “Oscar Bony expone a una familia obrera”, “Mirtha Dermisache publica su libro n° 2”. Las fotos captan tres hechos artísticos.  

Lea Lublin fue invitada participar en el Salón de Mayo de París. La artista, que había nacido en 1929 en Polonia y que vivía en Buenos Aires, viajó a la capital de Francia en compañía de Nicolás, su hijo, un bebé de siete meses. Instaló la cuna, la bañera y los juguetes del niño en una sala del Museo de Arte Moderno parisino y, durante los días que duró la muestra, se dedicó a las tareas de cuidado: lo bañó y le cambió los pañales, lo alimentó y jugó con él, mientras iba conversando con el público acerca de los vínculos entre el arte y la vida. 

Por otra parte, Oscar Bony (Buenos Aires, 1941-2002) participó de Experiencias 68, la muestra organizada por el Instituto Di Tella, con la performance titulada La familia obrera. En vivo y en directo, los Rodríguez Quiroga (el papá Luis Ricardo, la mamá Elena y el hijo Máximo) se exhibían sentados en una tarima de madera: el hijo leía un libro apoyado en sus rodillas y los progenitores lo miraban atentamente; una escena doméstica, hogareña e íntima se exponía a la observación de los concurrentes quienes, a su vez, eran observados por la familia. 

Finalmente, Mirtha Dermisache (Buenos Aires, 1940-2012) investigó las posibilidades visuales y gráficas de la escritura trazando garabatos sobre hojas de papel que encuadernaba y exponía en forma de libros. El Libro N°2 corresponde al período de su producción que la artista denominó Episodio 2 (1967-1974). 

Las obras mencionadas adscriben a las formas señeras del arte contemporáneo (la instalación, la performance y el libro objeto). Alejadas de los lenguajes y formatos tradicionales, emergen para cuestionar la autonomía del arte, subvierten el orden de las instituciones que lo circunscriben (especialmente, el museo), resignifican la noción de obra en tanto que un objeto orgánico, mezclan géneros diversos, redefinen el estatuto del/la artista y modifican los comportamientos espectatoriales. Su gramática de producción se asienta en el ready made, el apropiacionismo, y el conceptualismo (índices de la desmaterialización del arte). En las postrimerías de los 60, el arte estaba en un estado de expansión, ruptura y experimentación inacabable. Devenía mundo. Se fusionaba con la vida. 

En 1968, en sincronía con el Gran Acontecimiento, el Mayo Francés, en el mundo del arte ocurrían también eventos disruptivos, menos publicitados, más minúsculos, pero igualmente determinantes en términos políticos y culturales. Preservar del olvido el entusiasmo y la energía de esos sucesos es el trabajo de memoria que emprende Julia Cisneros inscribiendo esas escenas en el presente, 56 años después, y estableciendo una genealogía para la poética que comanda Para investigar. 

 

*** 

En “5) Entrevista a alumnxs de 6 años” (pág. 23), se transcriben una serie de respuestas a la pregunta “¿Qué es la poesía?”. La espontaneidad y la ocurrencia presentes en las respuestas de la/os niña/os le devuelven a la poesía su condición de experiencia pre-verbal, anterior a las articulaciones discursivas, un reino en el que prevalecen las asociaciones imaginarias y las analogías lúdicas, no reglamentadas ni ceñidas, aún, por régimen conceptual. 

Esa cadena de contestaciones, introducidas cada una por una línea de diálogo, da cuenta del registro de un trabajo de campo; es la evidencia empírica, una compilación de datos con que un/a antropólogo/a podría construir una construcción densa. Conforme esa sucesión de respuestas, la poesía encuentra su condición vital, constitutivamente humana: es la infancia del lenguaje. 

 

*** 

En “󠄀󠄀) Dice Lygia Clark: Me siento sin categorías ¿cuál es mi lugar en el mundo?” (p. 43), se manifiestan una afirmación y un interrogante. Proferidos por la artista brasileña neo-concretista, ambos hablan de Para investigar: de su carácter mixturado y deliberadamente ambiguo, de su impropiedad.  

Se trata de un objeto inclasificable, escurridizo, mutante; de un libro que agrupa fragmentos textuales que adscriben a dispares condiciones discursivas y en el que la letra, el dibujo y la imagen dialogan y se complementan. Está concebido, diseñado y escrito para la mirada y la lectura, para el deleite visual y la reflexión política.  

En Para investigar, la escritura no es una práctica intransitiva sino un registro, un testimonio y una invitación a abandonar los límites (físicos y conceptuales) del libro para unirse a las contingencias de la historia, de la memoria, del mundo y de la vida. 

 

 

José Di Marco

Publicado el Deja un comentario

¿Lo leíste? Me crezco hacia el verano, de Keyla Jewsbury (por José Di Marco)

Reseña: Keyla Jewsbury

Divino tesoro. Acerca de Me crezco hacia el verano, de Keyla Jewsbury (Guadal/ Colectivo Glauce Baldovin); Arte de tapa: Ileana Gonella.

 

1

Los poemas de Me crezco hacia el verano no llevan título. En casi todos ellos, las palabras del primer verso, el que los encabeza, están en mayúsculas y en negrita. El índice transcribe, de manera encadenada y contigua, esos versos iniciales, lo que permite la identificación de cada uno de los poemas. Es un recurso de edición y, como tal, concierne al libro, al objeto impreso, aunque, en términos tipográficos, también indica un aspecto central de la escritura de Keyla Jewsbury.

Los poemas empiezan in medias res, y este procedimiento afín a la narrativa, coloca a la/os lectora/es en medio de un proceso que continuará después del verso último, el que, antes que un cierre, un desenlace, un corolario concluyente, opera, más bien, como la invitación a una lectura prolongada e indefinida. El texto se interrumpe; lo que sigue le resulta exterior y, por lo tanto, ya no le incumbe sino a quien lee, a lo que podría (¿debería?) hacer con las palabras, las frases, los versos, las imágenes que componen el poema una vez que han excedido su perímetro, cuando ya no le pertenecen, porque se han lanzado o han vuelto al mundo y devienen propiedad lábil y contingente de quien los goza, repite, memoriza, ausculta y/o interpreta.

 

2

El poema que inaugura el libro (y le da título) condensa una serie de procedimientos y traza una escena de enunciación recurrentes, que se distribuyen y articulan el poemario en su conjunto:

ME CREZCO HACIA EL VERANO

y viviendo la mañana

desde el pecho he visto el primer rayo

y la sombra refulgente

no sé qué voz fui

centro origen y no conozco la fatiga

algo queda desnudo

 

avanza el pubis al sol

Los versos libres y blancos, con sus cortes abruptos, sumados a la prescindencia por completo de los signos de puntuación y de los conectores, ocasiona una sintaxis que se despliega en encabalgamientos y acumulaciones a la vez que comprime el discurso y lo acelera, dotándolo de una velocidad fragmentada. En ese discurrir sintético y fulminante, se expresa una primera persona que pone a circular un lirismo reticente a la redundancia y la efusión.

Esa disposición sintáctica altera los significados literales. En el primer verso, la anteposición del pronombre de primera persona le otorga al verbo un carácter reflexivo y, así, la acción de crecer adquiere una dirección y una meta, una finalidad voluntaria; se crece hacia el verano y, en el contexto discursivo del poema, “verano” deja de ser únicamente el nombre de una estación del año, se asimila a “mañana”, a “rayo”, a “sol”. Orientarse por decisión propia rumbo el verano se asemeja a lanzarse hacia el futuro, lo abierto y la luz. Equivale también a desnudarse.

Además, junto a las combinaciones inéditas provocadas por la sintaxis dislocada (por ejemplo: “avanza el pubis al sol”, el hipérbaton con que termina el poema), hay una antítesis llamativa: “la sombra refulgente”. Esta antinomia anticipa la “lógica de las contradicciones”, la ambivalencia semántica que modula al poemario entero.

Nueve versos, siete oraciones, treinta y nueve palabras (sólo dos adjetivos) le bastan a Keyla Jewsbury para construir un microuniverso verbal elíptico, compacto y radiante. En el plexo del poema, la autora, el yo poético, el sujeto de la enunciación, dice que se desnuda, se lanza y se entrega a lo que vendrá, que es comienzo y luminosidad. El poema es la afirmación de un deseo tanto como la elucidación de un proyecto de escritura, de un recorrido vivencial que apunta a la conquista de una voz propia.

 

Keyla Jewsbury

3

En su biografía (pág. 34), la autora señala: “Hija de pa y ma músiques, me desempeñé en torno a la cultura de las letras y la música desde que tengo memoria”. La influencia musical (de las letras de ciertas canciones que integran el corpus amplio, polifacético y versátil de lo que se denomina “rock nacional”) se hace notar en algunos poemas del libro.

Podría conjeturarse que “Me crezco hacia el verano” es una rescritura, en clave femenina y autobiográfica, de “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, el tema de Fito Páez; se puede aseverar, por otra parte, que, en YO TE DIJE QUE DEJAR PASAR EL TIEMPO MIRANDO LOS BALCONES, se glosan dos versos de “Polaroid de locura ordinaria”, otra canción de Fito, y que, asimismo, se alude, en ese mismo poema, a la de Charly García “Cerca de la revolución”, a la vez que se menciona un libro de Vicente Luy, tal como en el sexto verso de poema que da nombre al libro se reproduce el título del poemario de Susana Michelotti: No sé qué voz.

El acoplamiento de letras de canciones, que provienen de esos vinilos que vibran en el interior de la poeta, y de versos ajenos, una combinación de la industria cultural y de la cultura letrada, un ejercicio relativamente alusivo de la intertextualidad, diseña un enclave de enunciación que es, asimismo, el espacio imaginario donde arraiga la sensibilidad que se expresa en y estructura Me crezco hacia el verano. ¿Qué se dice desde ese espacio subjetivo, íntimo y sensible?

 

4.

Acaso, se trata de dotar de sentido a una experiencia de desasimiento: el amor que desfallece, el sexo que arroja al mundo la perseverancia de soledad, la casa como un refugio donde se alternan los rituales de la desidia y la redención. Sin embargo, junto a esa experiencia de abandono y rechazo, la memoria familiar aparece como una zona de resistencia y anclaje. Si el presente es dispersión y pesadumbre, el pasado se constituye en arraigo y consuelo.

La evocación de cierto entorno, de ciertas figuras y de ciertas costumbres entrañables (las sierras, el abuelo y la abuela, la radio, el desayuno con sus aromas y sabores) y la reminiscencia de algunas escenas puntuales (las primas en el dormitorio de la abuela, la acogida del año nuevo con la hermana en el río y junto a dos hombres) son resultantes de una rememoración deliberada por medio de la cual se impone un tono más reposado y menos urgido, más orgánico y menos diviso.

No obstante, esas remembranzas, esas vistas hacia el pasado, ese acopio de recuerdos precisos, hablan de una herencia, de una transmisión que no carece de tensiones ni fracturas: la ilusión legada por la madre no evita que se cometa una transgresión que culmina en un desengaño: “al final este paragua no pega” (A PESAR DE LA ESPERANZA HEREDADA DE MI MADRE), las primas que se aúnan en la habitación de la abuela son “herederas de algo roto” (LAS CUATRO PRIMAS ESTAMOS).

En Me crezco hacia el verano, la poesía, en tanto que rememoración apacible, procede como una tentativa consumada de reparar los quiebres, de restablecer una continuidad, de reconstituir un legado, sin ignorar las fisuras y las divergencias.

 

5.

ENTRE MIS COSAS Y POR AHÍ LO ENCONTRABA, el poema que cierra el libro, menciona “un divino tesoro”; acaso se trate de ese mismo que Luca Prodan nombraba, desaforadamente, en una canción que contrasta la jovialidad con el asedio de “los viejos vinagres” y que, a la vez, remeda un verso de Rubén Darío (“¡Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver!”). Ese caudal, infinito y abandonado, efímero e imborrable, se oculta en libros que no se terminan de leer, irrumpe en algún solo de guitarra, asoma en el estampado de una remera. Se vuelve “rendición y enredo”.

Posiblemente, la juventud constituya el motivo que prevalece en Me crezco hacia el verano en tanto que una experiencia desconcertante (e incluso dolorosa) que se deja capturar, apenas en partes, por el discurso poético, una vez que se ha consumado y se ha extraviado. Lo que la escritura atrapa son fracciones de lo vivido que reverberan en imágenes astilladas, en sensaciones breves, en recuerdos pasajeros.

En el decurso tumultuoso de las sumisiones y marañas de una temporalidad fugaz y borrascosa, la poeta consigue escuchar su propia voz. Después de la palabra que profetiza y que desemboca en el cuestionamiento de si se debe escribir (ANTES DE TENERTE TE NOMBRÉ), escribe para iniciar un camino que la lleve de la letra (del signo, del significante, de la escritura) al encuentro con lo más inalienable de sí misma: el sonido irreductible de la voz íntima. Esa conquista trabajosa de la identidad define, tal vez, la unidad semántica y expresiva de Me crezco hacia el verano. El derrotero de una trayectoria existencial que es un recorrido artístico y poético.

 

6.

“volvés del mundo al mundo”, dice el segundo verso de TIPA. La segunda persona (el desdoblamiento de la primera), resultante la función conativa del lenguaje por la cual la poeta se interpela a sí misma, abre un horizonte de interrogación. La “tipa fragmentaria” se interroga, y el poema culmina así: “¿qué harás?”.

Todo Me crezco hacia el verano ofrece y ensaya una respuesta: ni más ni menos que escribir para conjurar los embrujos de la letra muda, para huir de los simulacros de la juventud, para redimirse de las decepciones del amor, para recordar con nostalgia y alegría, para encontrarse con los latidos de la música que suena, secreta y poderosa, dentro de una misma.

Para volver, transfigurada, al mundo y escucharse cantar

Por José Di Marco

 

Me crezco hacia el verano, de Keyla Jewsbury

Guadal/ Colectivo Glauce Baldovin)

Arte de tapa: Ileana Gonella @ilegonella

Río Cuarto, 2023

 

Publicado el Deja un comentario

¿Lo leíste? Dos cachorros de sicario, de Nicolás Ghigonetto (por José Di Marco)

Dos cachorros de sicario, de Nicolás Ghigonetto; Kintsugi Editora.

Dos cachorros de sicario es el primer libro de cuentos de Nicolás Ghigonetto (Isla verde, 1989). Nos detenemos en uno de sus cuentos, “Par de balas y una coda”, un texto decididamente antológico, una muestra imprescindible de cierta mancha temática y de cierto tratamiento formal que marcan una tendencia en la narrativa argentina contemporánea. El tema se vincula con el desmantelamiento corrosivo del concepto de nación, como soporte político y cultural de una identidad comunitaria. La forma, con un tipo de narración rizomática, fragmentaria y acelerada.

Mariana Komiseroff se refiere al mismo, en el “Prólogo” al libro mencionado, como: “una especie de relato histórico futurista donde se plantea un espejo entre los juegos de los niños con sus soldaditos, o bien los juegos de video y así se reproduce de manera original y desopilante la que fue la conquista más cruenta en nuestro territorio, La Conquista del Desierto y sobre la cual se basa el racismo que se vuelve juego hasta volverse característica de la personalidad en un western irónica. La historia al igual que el juego moldea la personalidad de los niños. La flor del ceibo, gran hallazgo del autor, es la droga que adormece de patriotismo”.

Se trata de una descripción más que acertada de un texto de 38 páginas cuya complejidad radica en el desplazamiento vertiginoso de una narración que atraviesa y la vez reúne, según la modalidad del montaje cinematográfico, registros múltiples, géneros dispares y temporalidades heterogéneas.

Ese uso del montaje se aproxima a la noción con que G. Deleuze se refiere al cine moderno en tanto que imagen-tiempo. Importa menos el encadenamiento lógico de las acciones (y la sucesión cronológica y progresiva de las mismas) que la contigüidad de microacontecimientos singulares, inconexos, deshilvanados, desprendidos de una trama orgánica e integradora.

En “Par de balas y una coda”, la continuación de sucesos causalmente conectados es reemplazada por una miríada de estallidos puntuales, astillas de un presente perpetuo. Así, el devenir precipitado de los sucesos, la profusión de personajes estrafalarios y la genialidad de los diálogos componen escenas de un guion que llevara la firma de Quentin Tarantino (ese “toque tarantinesco” está presente también en el relato que da nombre al volumen, sobre todo en la descripción de los recorridos de Tío Juan, el personaje central, a bordo de su coupé Fuego por las calles y rutas de la Triple Frontera).

Para registrar las huellas de lo real, Ghigonetto elude las convenciones del realismo literario y opta por la matriz iconográfica del cine de aventuras, de las películas de cowboys, lo que produce un efecto de exotismo: la llanura pampeana y el desierto (esa topografía imaginaria, instaurada en el siglo XIX, como si de un espacio vacío se tratase, por los relatos fundadores de la nación) se extrañan y alucinan.

Así, el exotismo se apodera y transfigura las referencias historiográficas, y la narración de la avanzada del ejército regular sobre el territorio habitado por las poblaciones originarias adquiere el aspecto visual y el decurso de un western spaghetti.

La representación de lo bélico (la máquina de guerra que el estado puso en marcha para delimitar el territorio nacional cometiendo un genocidio) deviene lúdica, y lo lúdico es esa otra máquina de guerra con la que Ghigonetto desacopla los símbolos de la identidad nacional y desgasta los discursos que los articulan y legitiman. Lo lúdico constituye un factor cáustico, irónico y paródico; un procedimiento, una mirada y un tono que trazan un territorio delirante y fantasmagórico.

El juego hace de la literatura un dispositivo que deslíe las fronteras entre realidad y ficción, desdibuja los límites entre vigilia y sueño, licua los lindes entre memoria e invención; más aún: los solapa, entremezcla y confunde sin solución de continuidad.

En “Par de balas y una coda”, la Patria se vuelve la visión trastornada un emblema que se deslíe en medio de un bricolaje lisérgico de ruinas y de espectros: las reliquias de un relato épico que se aminora y desperdiga como los restos diurnos de una pesadilla de la que ha sido imposible despertar.

Podés leer poesía de Nicolás Ghigonetto en Los días del desastre (Editorial Cartografías)

Por José Di Marco