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Escribir cartas como quien canta, de Diego Vigna (Por Pablo Dema)

Diego Vigna publicó Escribir cartas como quien canta (Lote 11 Ediciones)

Últimos movimientos de Diego Vigna.

A propósito de Escribir cartas como quien canta. Sobre el epistolario exhumado de Daniel Moyano (Lote 11 Ediciones, Córdoba) y otras andanzas, de Diego Vigna.

Se viene otra edición de la Feria del Libro Juan Filloy y, entre los visitantes, llega Diego Vigna a Río Cuarto. No es la primera vez que viene, ni a la ciudad ni a la feria.

Recuerdo una lluvia torrencial (no sé si tergiverso involuntariamente los hechos), creo que era 2010 y nos impidió llegar a tiempo a la presentación de su segundo libro de cuentos en esta feria. El libro en cuestión se titula Hadrones y fue publicado por editorial Recovecos. En 2004, Diego había debutado con otro breve libro de relatos, Grises verdes, en el momento fundacional de la editorial La creciente, que pasó a la historia por dar cuenta de la nueva movida literaria cordobesa pos 2001.

Según otra imagen que mi memoria trae, Diego está junto a Carlos Gazzera en esta feria acompañando la publicación de 10 bajistas. Antología de la nueva narrativa cordobesa, publicada por Eduvin y compilada por Alejo Carbonell.

Otra instantánea mental me muestra a Diego al volante de un Susuki fun trayendo a Martín Cristal desde Córdoba para presentar en la Tintorería japonesa una novela de su amigo. Ese acompañamiento y esa presencia eran indicios, además de la generosidad amistosa, de un interés profesional por el trabajo de colegas contemporáneos y del pasado, por ese movimiento vivo de una actualidad que recrea una tradición y que llamamos cultura.

Feria del Libro Juan Filloy.
Feria del Libro Juan Filloy.

Efectivamente, Diego estaba por esos años haciendo su tesis doctoral sobre la incidencia de un gadget novedoso por entonces como eran los blogs. La tesis revisada vio la luz como libro con el título La década posteada, blogs de escritores (2002-2012), publicada por Alción. Ese trabajo sobre el cruce de un objeto tecnológico y la práctica narrativa pronto, o simultáneamente, encontró un nuevo objeto de interés, esta vez del pasado y ligado a otra pasión sostenida de Diego, la fotografía. La figura de Daniel Moyano y la importancia de la fotografía para este gran escritor, quien también trabajó como periodista, dieron lugar al libro Los desvalidos. Fotografías, textos periodísticos y ficciones de Daniel Moyano, publicado en 2018.

Interesado desde años anteriores junto a su maestro, colega y amigo Marcelo Casarín en el legado de Daniel Moyano, Diego trabajó en la edición crítico-genética de la novela Tres golpes de timbal y se transformó en un especialista en cuestiones de manejo de archivos, tanto de documentos físicos (cuadernos, manuscritos, recuperación de películas fotográficas) como de archivos digitales en repositorios de internet o conservados en computadoras y soportes. Escribió artículos científicos sobre este tema y compiló, junto a Pampa Arán y a Lucía Céspedes, dos libros: Archivos, artes y medios digitales. Teoría y práctica (2018) y Archivería contemporánea. Revisiones, conjeturas, resistencias.

Su libro Dos maneras de dudar. Ensayos sobre escrituras, máquinas y miradas (Los Ríos, 2021) da cuenta de estos intereses, que se remontan a la infancia, ese momento en el que nace la conciencia extrañada del paso del tiempo y del desplazamiento como pérdida de lo familiar y se ensayan los primeros cruces entre imaginación y memoria. En este libro, Diego narra la génesis de sus proyectos de investigación, dependientes del CONICET, los avatares de cada pesquisa que lo llevaron por Francia y España en pos de los archivos de Moyano, y reflexiona sobre la fragilidad de la memoria, la importancia cultural de los archivos, el rol de la tecnología y el acto narrativo como estrategia imprescindible para unir y crear el sentido añorado frente a lo que se desdibuja y amenaza con desintegrarse.

En particular, en Escribir cartas como quien canta. Sobre el epistolario exhumado de Daniel Moyano (Lote 11 Ediciones) Diego nos cuenta la increíble historia de los archivos recuperados de unos disquetes en los que Moyano había guardado una importante cantidad de documentos escritos en un ordenador que hoy, poco más de treinta años después, parece tan viejo como un códice medieval.

Esta distancia sideral entre la tecnología actual y la de los ‘80 genera una serie de inquietantes preguntas sobre la conservación de la cultura en la era de la aceleración tecnológica y nos habla de la importancia de administrar de modo razonable los bienes culturales con la tecnología de la que disponemos.

Los documentos exhumados por Diego gracias a la ayuda de un perito inglés nos permiten leer un conjunto singular de textos, una suerte de memoria o diario de Moyano escrito a la manera de cartas para sí mismo, para nadie o para ser enviadas al limbo donde finalmente quedaron, porque así se llamaba el depósito de archivos desechados que tenían los disquetes que utilizaban esas máquinas. Tal vez porque hoy vivimos en la época de lo digital y lo virtual es que terminamos siendo los corresponsales de esos mensajes lanzados al futuro a través de un espacio inmaterial, límbico, es decir, limítrofe o colindante con otros espacios imaginarios e inmateriales.

Este libro de Diego Vigna es una entrada más a un universo que es el suyo y el nuestro, el cual a menudo pasa, se nos pasa, nos deja reducidos a perceptores obnubilados, tal vez insensatos e insensibles a lo bello y a lo mejor de nosotros. Diego nos invita a abrir, junto a él, maravillados, un antiguo cofre, nos acompaña a redescubrir lo que parecía perdido, nos incita a pensar sobre aquello que queremos conservar, nos dice también que después de todo y más allá de la tecnología con la que contamos necesitamos, básicamente, seguir contando, contándonos el cuento de la vida en común, de lo recibido y de lo que legamos.

Por Pablo Dema

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El Concejo Deliberante de Río Cuarto destacó a Editorial Cartografías como de interés cultural

Pablo Dema, de Editorial Cartografías, recibe un reconocomiento en el Concejo Deliberante.

El Concejo Deliberante de la ciudad de Río Cuarto destacó a Editorial Cartografías, que este año celebra sus 20 de trayectoria, como un proyecto «de interés legilativo, cultural y social» para la comunidad.

Cartografías es una propuesta editorial autogestiva, creada en 2004, que pudo sostenerse y crecer por una beca inicial del Fondo Nacional de las Artes (FNA) y la red de autor@s y lector@s que se suman día a día. También, por el apoyo de gestores culturales y comunicadores  que siempre difunden nuestras actividades.  Esta vez, también llegó el reconocimiento institucional del Poder Legislativo local.

 

Distinción del Concejo Deliberante de Río Cuarto a Editorial Cartografías.
Distinción del Concejo Deliberante de Río Cuarto a Editorial Cartografías.

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En una sesión anterior del Concejo Deliberante, también se había otorgado una  distinción similar al libro de poesía reunida Te deseo un río, de Diego Formía, editado por Cartografías, que se presentó en la centenaria Biblioteca Mariano Moreno hace unos días.

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Pablo Dema, co-fundador de Cartografías junto a José Di Marco, y uno de los directores de la editorial, se acercó a recibir el reconocimiento y agradeció en nombre de quienes trabajamos para sostener este espacio cultural. La editorial lleva editados 108 títulos de las colecciones Archipiélago (poesía), Tusitala (narrativa), Radiografías (ensayo), El límite es adentro (traducción) y Preguntas de mi tamaño (infantil).

Distinción del Concejo Deliberante de Río Cuarto a Editorial Cartografías.
Distinción del Concejo Deliberante de Río Cuarto a Editorial Cartografías.

 

En la próxima Feria del Libro Juan Filloy presentaremos varios de los nuevos títulos de este año aniversario para la editorial.

Por Verónica Dema

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Mariana Robles publicó su poemario Retamas en la dimensión sin nombre

Ilustraciones de Mariana Robles.

Mariana Robles publicó su poemario Retamas en la dimensión sin nombre, en la colección Archipiélago de Cartografías, que, tal como señala el editor Pablo Dema, puede leerse de modo independiente o una continuidad de El nacimiento de lo extraño (2020). Precisa el editor en la contratapa del libro: «Si en el primero [El nacimiento de lo extraño] se reconstruían los orígenes de un vinculo madre hija dominado por la perspectiva infantil y una separación forzosa que abrió una herida, en éste el amor materno filial y el deseo de reencuentro son los pigmentos que están en la base de un paisaje que es el escenario de un paseo compartido».

Y suma: «Como Dante y Virgilio, como los héroes románticos que crearon Novalis y Hölderlin, la madre y la hija se toman de la mano para transitar por una geografía plagada de símbolos y de criaturas extraordinarias surgidas de la imaginación de esta poeta artista que homenajea y recrea la tradición pictórica occidental en los poemas y en las pinturas que acompañan los textos. A lo largo del viaje, la hija madura y sana, mientras que la madre va destilando reflexiones sobre su experiencia que serán atesoradas, más allá de estos personajes singulares, por cada lector que se remonte a su condición básica de criatura dadora de vida».

Retamas en la dimensión sin nombre, de Mariana Robles.
Retamas en la dimensión sin nombre, de Mariana Robles.

Conversamos con la escritora Mariana Robles para que conocer qué la motivó a escribir este segundo libro de poesía (Mariana tiene publicado también ¿Vive el tiempo en algún lugar?, de nuestra colección infantil), por qué volvió a elegir esta editorial y qué significa para ella publicar poesía en estos tiempos tan críticos para la cultura en nuestro país.

-¿Qué te motivó a publicar este libro de poemas?

-Hace algunos años publiqué en Cartografías El nacimiento de lo extraño y, ahora, Retamas en la dimensión sin nombre. Ambos libros se encuentran relacionados: los dos poemarios recorren un territorio singular de la geografía materna, los paisajes de la infancia que se presentan actualizados por ciertas imágenes ensoñadas. Me pareció interesante e importante que pudieran verse de ese modo, en una continuidad, pero también como el desarrollo de una pulsión del orden de lo mágico que opera en los poemas. En ese sentido, Cartografías resulta el cobijo ideal para resguardar esos mundos subterráneos, los senderos nocturnos, los recovecos porosos que sostienen las palabras.

-¿Qué significa en estos tiempos de crisis y ajuste a la cultura dedicarles tiempo y esfuerzo a publicar poesía?

-La realidad puede ser, no sólo ahora sino siempre, una condición peligrosa para la ensoñación y el pensamiento y la poesía convertirse en la vía intensa para acceder a imágenes extintas, preciosas o sagradas. En la actualidad, en el contexto de crisis y ajuste a la cultura sabemos que lo económico afecta de manera determinante las producciones artísticas. Advertimos, cada día, la reducción o extinción de los diversos financiamientos que existían, pero, principalmente, asistimos a la construcción de muros que clausuran toda diversidad de pensamiento y de experiencia imaginaria.

Un lenguaje violento y degradado irrumpe para arrasar con todos los pliegues de la lengua y, entonces, puede justificar el vaciamiento con las más burdas pruebas. Argumentan que en un país donde hay niños con hambre el estado no puede sostener el teatro o la gestión de museos públicos cuando, en realidad, la pobreza es, también, una consecuencia de las políticas públicas que no incluyen en sus planificaciones programas culturales. Creo que seguir publicando es un gesto grandilocuente en estos momentos, es una manera de ofrecer al mundo una versión diferente, un conjunto de palabras blandas frente al monstruo que cuantifica cuerpos para arrojarlos a la maquinaria productiva. La poesía nos salva de eso, de convertirnos en cosas, en enemigos, en desconocidos de nosotros mismos y de nuestra historia.

Por Verónica Dema

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¿Lo leíste? nina nombre de guerra / la herida móvil, de Maite Esquerré (por Pablo Dema)

nina nombre de guerra / la herida móvil
¿Lo leíste? nina nombre de guerra / la herida móvil
de Maite Esquerré (elandamio ediciones, San Juan: 2022, 77 págs).
Maite Esquerré nació en la ciudad de Buenos Aires en 1984. Estudió Teatro en la UNCUYO y vive en Villa Mercedes. Da talleres de poesía en su casa, que es también una boutique de libros de literatura elegidos de los mejores sellos independientes. Además es docente de teatro en el IFDC y poeta.
Recuerdo que cuando leí por primera vez su primer libro nina nombre de guerra, publicado por la editorial mercedina Deacá en 2016, pensé con asombro que pocas veces había leído un primer libro tan bueno y que sería difícil para Maite escribir algo así de bueno con posterioridad.
El libro fue reeditado por elandamio ediciones junto a otro breve poemario, la herida móvil, en este bello tomito del que reproducimos la tapa diseñada por Damián C. López, su editor. Al leerlo pensé que me había equivocado y al mismo tiempo que no me había equivocado la primera vez. La herida móvil era tan bueno como nina nombra de guerra, ¿pero es otro libro? Cuando leí su tercer poemario, Los gestos inéditos (Mendoza: Grito manso, 2022) asumí que acá así había otro libro, que nina nombre de guerra / la herida móvil funciona como un solo libro y que difícilmente Maite pueda escribir un poemario tan bueno como este.
De muestra, este tríptico:
Vals
ausencia de sueños
como una segunda casa
los gestos que amamos
se aproximan
mandarse a mudar
cuando llueve
sólo la lluvia canta
suena jacques brel
para mamá que escucha
en una nube
o en el hueco de un árbol
novela negra
paloma
dónde andarás
era liviano tu corazón
un capullito de espuma
y la vida un viento
hastío
escribiste estoy repodrida
tres veces más o menos
estabas corrida en el espejo
preguntaste quién era
la que a tus pies te veía irte
siempre vienen visitas
dudaste de vos y te viste pasar
ángel de fuego entre mortajas
plegaria
de cada pecho
que se parte caen
huevos de palomas
o chocolate
vine a ver los juguetes
y las ramas
en casa sobraban
los rincones
las penumbras
dejame tocar esos ojos
sellarlos besar tu anillo
cerrar mi vida
en la tuya
Completamente integrados, los poemas surgen de la voz de una hija que le habla a una madre ausente. Cada breve poema es la pincelada de un retrato y el rastro de una biografía fulgurante iniciada en Villa Mercedes en 1944 y finalizada en la misma ciudad en 1989 tras un lapso de tiempo de residencia en Buenos Aires. Adriana, la mamá que cuidaba a sus dos pequeños hijos, la lectora y amante de la música (Piazzolla, Jacques Brel, Nina Simone, Sinatra), la militante de las FAP que estuvo detenida cuando usaba el nombre de guerra Nina, la trabajadora fabril, la enferma de cáncer, la joven muerta pálida, el fantasma con el que se inició en la infancia un diálogo que perdura.
Los poemas trabajan con rastros físicos, con destellos de recuerdos y con testimonios. Lo que la madre leía, una frase marcada en un libro, una anécdota contada por alguien que la conoció disparan cada inscripción poética, casi siempre con un vocativo: “mamá cuando eras nina/ cuando eras niña jugabas/ cuando eras nina con un arma”. Al cabo de la lectura y las relecturas los poemas operan en la memoria como haces de luz sobre una vida intensa y fulgurante que lejos de desvanecerse crece en la memoria alimentada por la imaginación poética. De hecho, en uno de los poemas de la herida móvil la enunciadora alude tanto al acto de iluminación como al imaginativo: “viste hermano/ que las palabras funcionan/ a la manera de los relámpagos/ sí la tormenta pero/ después/ lluvia y el cielo limpio y fresco”. Y más adelante, en el mismo poema: “¿te acordás? estoy mintiendo/ pero la veo a mamá…” Memoria, memorias, versiones familiares, imaginación pero sobre todo los recursos poéticos amalgamados con la emoción le dan cuerpo y vida en el mundo del arte a Adriana/Nina. De este modo, la poesía está al servicio de un amor filial que salva del olvido, porque como enseñó Deleuze “el arte es lo único en el mundo que se conserva”.
Así, Maite le da un cuerpo poético a esos materiales que motivan su palabra y lo hace, al principio de cada poema, tirando como al descuido algunas frases frágiles que traen una frase coloquial de la madre, una imagen cualquiera, un detalle de un recuerdo y después, sobre el final, con una pericia casi mágica, integra esos materiales embebidos en un afecto que siempre es también el nuestro, el de toda criatura que vive a partir del amor-alimento primordial. Releamos el final de Plegaria: “dejame tocar esos ojos/ sellarlos besar tu anillo/ cerrar mi vida/ en la tuya”. O miremos el final de otro poema (pido gancho): “si encuentro las palabras/ voy a escribir/ una ternura que te descubra”. Siempre el último verso recoge, mediante la música de la aliteración, lo disperso. Releamos, tengamos el oído sutil como dice Juan L.: “ternura que te descubra”, “y la vida un viento”, “paso la mano por tu pelo/ hasta hacerte dormir”.
Lectores jubilosos y agradecidos, te recomendamos en este Newsletter que leas a Maite, que busques este libro que es lo más lindo que vas a leer en mucho tiempo. Como si hiciera falta algo más para convencerte, un poema más de la herida móvil:
la primera imagen /la fibra
para mi último cumpleaños
me regaló 6 fibras de colores
dibujé un río con peces
y un dinosaurio
una casa quieta un camino
van gogh inventó
un sombrero con bujías
y salía de noche a pintar
el alma de las cosas
quiero un sombrero así
para dibujar
el movimiento de una madre
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¿Lo leíste? Moscas brillantes del aire, de María Paula Vettorazzi (por Pablo Dema)

Moscas brillantes del aire, novela, de María Paula Vettorazzi, Río Cuarto: UniRío Editora, 2023, 163 págs.
Si leíste los cuentos del primer libro de María Paula Vettorazzi, Algo que vuele (Cartografías, Colección Tusitala, 2019) ya conocés algunos de los elementos que configuran su universo narrativo: su buen oído para la presentación de distintas voces sociales y etarias, la astucia para tratar la complejidad de los vínculos a partir de escenas y situaciones vívidas (nunca explicativas) y un desacartonamiento que no busca el efecto cómico pero que produce incontables momentos de humor, los cuales distienden el ánimo del lector, a quien luego las situaciones trágicas, apenas aludidas, le llegan insensiblemente hasta lo más profundo.
Para hablar de Moscas brillantes del aire podemos empezar por ponernos en sintonía con Ricardo Piglia, quien en El último lector les rinde homenaje a los formalistas rusos al titular su ensayo sobre Joyce “Cómo está hecho el «Ulysses»”. Piglia reproduce la fórmula que tanto Víctor Sklovski como Boris Eikhembaum utilizaron para sus respectivos trabajos: “Cómo está hecho Don Quijote” y “Cómo está hecho El Capote de Gogol”. Estos viejos trabajos de crítica literaria inauguraron una era que está muy lejos de concluir. De hecho, el profesor David Miall, de la universidad de Alberta, está produciendo hoy los primeros estudios empíricos que ratifican parcialmente algunas de las intuiciones más poderosas de Sklovski sobre el “extrañamiento” del lenguaje literario, la ralentización de la lectura en los pasajes de “foregrounding” (es decir, aquellos en los que el significante es llevado a primer plano), donde la forma del mensaje es el objeto de atención y no el significado captado automáticamente a partir de fórmulas trilladas por el hábito. Así, pues, podemos preguntarnos: ¿Cómo está hecha Moscas brillantes del aire? ¿Cuál es su principio constructivo, su procedimiento dominante, la decisión formal que la singulariza y produce una serie de efectos específicos? Escuchemos el inicio de esta novela:
“La noche antes que explotó la bomba tuve un sueño de esos que tengo yo, pero la mami no me dejó que se lo cuente y yo igual se lo conté a la Cochi y por el sueño me dolió la cabeza un montón, también porque la almohada de la casa de la tía Pati es más dura que no sé qué y les cuento que la Corina esa me robó las colchas toda la noche”.
Si usé el verbo “escuchemos” es porque justamente ese es el efecto que produce la forma compositiva de la novela, la cual se mantiene hasta el final. Vettorazzi construye una prosa que se compone como la reproducción directa del registro oral, en tono coloquial, de una niña de unos ocho años. El léxico, la sintaxis, los giros idiomáticos de los adultos aprendidos y reproducidos y el encadenamiento de los pensamientos infantiles traman un discurso que el lector “oye” y en el que se monta para acompañar la aventura de la narradora. Ya que estamos con los formalistas, demos a este procedimiento su nombre preciso citando al profesor David Loge en su libro El arte de la ficción:
“Skaz es una palabra rusa bastante atractiva que se usa para designar un tipo de narración en primera persona más próxima a la palabra hablada que a la escrita. En este tipo de novela o cuento, el narrador es un personaje que se refiere a sí mismo diciendo yo, y al lector hablándole de tú. Usa el vocabulario y la sintaxis característicos del lenguaje coloquial y da la impresión, no de un relato cuidadosamente construido y pulido, sino de una charla espontánea. Más que leer, escuchamos, como quien escucha a un desconocido que nos hemos encontrado en un bar o en el compartimento de un tren y que habla hasta por los codos”.
Es exactamente lo que pasa en esta novela. A continuación del pasaje ya citado, la narradora nos dice:  “No sé si sabían pero…”, introduciendo, como dice Lodge, la segunda persona, el interlocutor al cual la voz se refiere, un “ustedes” que involucra al lector. Este procedimiento fue inventado por Mark Twain y llevado a la perfección por Salinger en El guardián entre el centeno.
Es una prosa directa, fresca, vital que deja al lector adherido al narrador protagonista para que vea el mundo exterior y sienta su mundo interior junto a él. La narradora de Vettorazzi nos cuenta su viaje junto a su familia a la casa de una tía que vive en Buenos Aires, ya que su madre tiene un problema de salud y necesita ver a un médico. El día de la consulta, en la ciudad se habla de la explosión de una bomba en un edificio y de personas atrapadas bajo los escombros; la narradora describe la dinámica de la gran urbe, el tránsito, las dimensiones inconmensurables de los espacios y los conflictos indeterminados (¿la explosión fue un ataque terrorista, como el que sufrió la AMIA en 1994?) desde la perspectiva modelada por las dimensiones acotadas de su pueblo. Así, más que la ciudad, apreciamos el asombro y el desborde de esa mirada. De vuelta en el pueblo, la enfermedad de la madre se agrava y entonces el matrimonio tiene que volver a la capital mientras que las dos hijas quedan al cuidado de sus abuelas. Es un cambio de vida drástico para la protagonista y su hermana preadolescente, quienes se separan porque cada una vive con una abuela distinta, se mudan de barrio y se alejan de sus amigas. Si los hechos que causan los cambios son profundos y densos, lo que percibe y cuenta la niña (y vemos y escuchamos nosotros) es una ajetreada vida cotidiana plagada de aventuras, juegos, tareas escolares y planes que traducen la ansiedad por el alejamiento de los padres y, en el fondo, el miedo a la pérdida. No se mencionan estas emociones profundas, pero se las ve operando sobre el cuerpo ya sea como dolor de cabeza, nudo en la panza e incluso como alucinaciones pasajeras que se proyectan en los cuerpos o un fantaseo plagado de imágenes visuales de alto vuelo. Este último es el punto más audaz de la apuesta narrativa de Vettorazzi. Se trata de los momentos en los que se produce la transición entre situaciones cotidianas “comunes y corrientes” (como dice ella en algún momento) conectadas con otras en las que las emociones imposibles de ser asimiladas se simbolizan a través de imágenes (hormigas, moscas, bichos con “picos puntudos”, barcos y camiones que surcan los mares). Situaciones en las que una persona guía una visualización, estados de transición entre el sueño y la vigilia o simples desbordes imaginativos e intuitivos operan como enlace entre lo ordinario y las visiones surrealistas que conducen a los temores y anhelos más profundos de la protagonista. Jugando con un epígrafe de la novela que cita a Armonía Somers, podemos llamarlas somatizaciones somernianas:
“Mientras voy patinando por el tobogán pienso que voy a terminar en un lugar muy lejano, pero no porque cuando siento que ya llegué porque ya no me muevo más abro los ojos y me doy cuenta que el tobogán era un pasadizo secreto al camión del inocente, que al final no es un camión es un barco y en esa parte me pongo contenta porque pienso que si estoy en el barco del inocente que ya falta poco para ver de nuevo a mis papás”.
Como dicen los formalistas rusos, hablar sobre los procedimientos compositivos opera como un freno necesario a la tentación interpretativa directa, insensible a la forma, que dictamina sobre el sentido global de un texto sin pasar por un momento descriptivo. Aquí comenzamos por la descripción de una estrategia compositiva y terminamos, inevitablemente, hablando de sus efectos de sentido e interpretando. Pero es apenas un comienzo y una provocación, porque la novela es un festín de juegos de lenguaje y está inteligentemente abierta para los lectores que quieran jugar.
Pablo Dema
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¿Lo leíste? Un acercamiento a Philip Larkin, por Pablo Dema

Philip Larkin, libros
¿Por qué algunas voces nos tocan y tantas otras resbalan por nuestros oídos sin dejar ninguna sensación duradera? Difícil saberlo.
Lo cierto es que a mí, muy de tanto en tanto, una voz me llega con total nitidez y así se inicia un diálogo que difícilmente termine. Incluso cuando se trata, como en este caso, de Philip Larkin, un autor de quien lo desconocía todo. Ni recomendado, ni de moda, ni prestigioso (al menos para mí en ese momento), ni siquiera autor en mi lengua o en una lengua extranjera en la que pudiera leerlo. Nada.
Sin embargo, en una de las ferias de las independientes alcé un libro desconocido titulado Ventanas altas, leí al azar unos versos, como leí al azar otro centenar ese día recorriendo la feria, y eso que leí captó para siempre mi atención. Mentiría si dijera hoy cuál fue el poema de ese libro, tantas veces releído, que leí primero; probablemente el propio “High windows” o “The threes”, uno de los pocos en los que la amargura de Larkin deja pasar  una hendija de luz en el final: “Ha muerto un año, parece que dijeran;/ comienza, comienza tú también de nuevo”. Quien traduce es Marcelo Cohen y la editorial es Gog & Magog (2010).
Tiempo después el poeta Santiago Espel me envió Las bodas de pentecostés y otros poemas, el tercer libro de Larkin publicado en 1964, en versión de Fernando Kofman y publicado en Argentina por La Carta de Olivier en 2014. Del mismo año es la maravillosa Poesía reunida editada por Lumen, en versiones de Cohen y Damiá Alou, que incluye Engaños, Las bodas de pentecostés, Ventanas altas y algunos poemas no traducidos hasta entonces.
Philip Larkin
Foto de Penguin Random House. Autor: John Hedgecoe.
El año pasado descubrí la existencia del pequeño volumen Simular ser uno mismo. Escritos sobre literatura, editado y traducido por Gonzalo Rojo (editorial Hola y chau, 2023). Es un maravilloso librito que incluye ensayos breves, reportajes e intervenciones radiales de Larkin en la BBC entre 1958 y 1973. Es un excelente libro para acercarse al universo de Larkin, a sus ideas sobre la tradición, los autores favoritos y sus ideas sobre el método compositivo.
Su explicación de cómo se escribe un poema es tan limpia y clásica que asusta, a punto tal que nos da la impresión de que gran parte de lo que se dice habitualmente sobre la creación es un intento de confundir a la gente inocente y que Larkin está poniendo ante el gran público una especie de verdad de Perorullo que no tenemos por qué seguir ocultando. Cito a Larkin:
“La escritura de un poema consta de tres etapas: en la primera un hombre se obsesiona con un concepto emotivo hasta el punto de obligarse a hacer algo con él. Lo que ese hombre hace es la segunda etapa, a saber: construir un dispositivo verbal que reproduzca ese concepto emotivo para cualquiera que le interese leerlo, en cualquier lugar y en cualquier momento. La tercera etapa es la situación recurrente de las personas que en diferente tiempo y lugar activan este dispositivo y recrean en sí mismos lo que el poeta sintió al escribirlo. Estas etapas son interdependientes y todas son necesarias. Si no ha habido un sentimiento preliminar, el dispositivo no tendrá nada que reproducir y el lector no experimentará nada. Si la segunda etapa no se ha cumplido correctamente, el dispositivo no dispensará sus bienes, o dispensará unos pocos a pocas personas, o dejará de dispensarlos después de un tiempo absurdamente breve. Y si no hay una tercera etapa, ni una lectura exitosa, será muy difícil afirmar que ese poema existe en sentido práctico” (cito en la versión que Santiago Venturino hizo para Hablar de Poesía 25 (julio 2012).
Además de sus cuatro libros de poemas, Larkin, especialista en jazz, recopiló sus escritos sobre ese género en el libro All What Jazz (1970). La producción del autor, quien trabajó toda su vida como bibliotecario en la universidad de Hull, se completa con dos novelas juveniles, Jill (1946) y Una chica en invierno (1974). Pude leer Jill en la preciosa edición de la editorial Impedimenta (2021, traducción de Marcelo Cohen). Es una novela de iniciación en la que Larkin recrea sus años de estudiante en el college de Oxford, ciudad a la que llega procedente de una localidad del interior. En la reedición de 1963 Larkin cuenta las circunstancias reales en las que que escribió el libro, ¡a los 21 años! Y el contexto en el que conoció a sus amigos, entre ellos al escritor Kingsley Amis, padre del celebrado Martin.
Algunos escritores nos interesan fugazmente, en cambio otros renuevan nuestro interés a medida que vamos conociendo más y más sobre ellos. Si tuviera que dar una razón de mi interés sostenido y creciente en Larkin mencionaría el carácter directo y sin ningún remilgo de su poesía. Es como si Larkin tuviera en sus manos un instrumento muy contundente y diera con él un solo golpe para luego retirarse sin hacer comentaros.
Una muestra:
Ignorancia
Qué raro no saber nada, nunca tener seguridad
de qué es real o correcto o cierto,
pero con obligación de comentar así lo siento,
o Bien, así parece ser:
alguien debe saber.
Qué raro no saber de qué modo funcionan las cosas:
su arte para hallar lo necesario,
y su sentido de las formas y tan puntual propagación,
y su deseo de cambio.
Y sí que es bien raro,
que incluso vistiendo tanto saber –ya que nuestra carne
nos envuelve con sus decisiones- aun
así nos pasamos viviendo en imprecisiones,
y al iniciar nuestra muerte
ni sabemos el porqué.
Por Pablo Dema